Pedro Sánchez ha revivido a Lauren Postigo, aquel academicista de los tiestos, y le ha dado a David Bisbal prematura vejez de funcionario, como el Rajoy devuelto a sus manguitos. No Sánchez directamente, claro, sino la incredulidad y el cachondeo montados alrededor de su nueva RTVE, que han hecho que en el Congreso y el Senado osen votarlos a ellos, a artistas del Superpop o a un mosqueperro.
Sánchez, que vuela en cuarto de baño o hace kung-fu con manos de mus, empieza a dar una risa triste de superhéroe español, de Superlópez, de Mortadelo, con esas morcillas y despertadores de cuerda que dibuja Ibáñez atados a sus cohetes, a sus pretendidas modernidades. Su siguiente error ha sido, está siendo, Televisión Española, que ha vendido o negociado de una manera muy antigua, como un cromo de Cardeñosa en el recreo. Sánchez y Pablo Iglesias han ido modulando el ridículo o el descaro a través de la historia de esta renovación vaticana de RTVE, así que sus intenciones se nos dibujan no sólo a través de su desfachatez, sino de sus sucesivos intentos por olvidarla o encubrirla, como en el adúltero o el borracho.
El siguiente error de Sánchez es Televisión Española, que ha vendido o negociado de una manera muy antigua
Lo que ocurrió fue que la necesidad y la prisa de Sánchez (las que tiene siempre el débil) se unieron a las fantasías de dominación y al ego de fácil hinchado de Iglesias. Cuando Iglesias aún era un profesorcillo de malos pelos y revolución de zurrón, ya dijo aquello de “Turismo pa ti, a mí dame los telediarios”. Luego, en el primer intento presidencial de Sánchez, Iglesias le pidió la televisión y el CNI. Nada que ayudara mucho a los desamparados y a los pobres, esos pobres que tiene Iglesias como excusa, domingo o fama, igual que una marquesona. Pero él quería el mejor de los ministerios, el orwelliano de la Verdad, y a muchos espías con zapatófono metidos en la sopa.
La radiotelevisión pública, pues, no iba a dejar de ser con Sánchez ese trofeo, ese Nodo con palmeros de Eurovisión en los informativos, que es lo que ha sido con el PP. Iglesias quería su Tuerka pero con corresponsales en Moscú, esas corresponsalías con gran abrigo de Nadiuska que dan tanta credibilidad a TVE. Y Sánchez estaba dispuesto a darlo. Lo que quizá no imaginaba Sánchez era que el ego de Iglesias, que ya se pavoneaba como un ministro sin ministerio, como si fuera Juan Guerra, iba a desvelar todo el feo proceso con peste a lonja, a compraventa de pejes o yeguas.
Ana Pardo de Vera, directora de Público, periodista de la cuerda (de esa cuerda que no se considera cuerda de nada, sino pureza del periodismo, que asume la propia ideología como definición de objetividad e independencia); Ana Pardo de Vera, pues, que escribe en Twitter con emojis, corazoncitos y manitas, como en el cuaderno de una adolescente, lo soltó todo precisamente como una adolescente. Iglesias la había llamado como un arcángel, con ese poder de dedo que baja del Cielo (dibujado por Terry Gilliam, me da por imaginar), pero todo se torció porque su hermana ya tenía otro carguito. Así, el rebote por perder el curro de su vida como al novio del instituto nos descubría que se estaban repartiendo de nuevo RTVE a pachas, y que los nombres se manejaban como los de ligues, en un ambiente sórdido de peñistas en una sala de fiesta.
Ana Pardo de Vera borró 21.000 tuits, que es lo que hace el #periodismo de verdad cuando lo llaman a Palacio. Andrés Gil, jefe de Política en eldiario.es, casi tan #periodista como De Vera, borró 13.000. Luego, dijo renunciar a dirigir el Ente cuando se supo que el PNV no tragaba. Y así iban y venían nombres con pedigrí, con sangre azul de la izquierda mediática, todos pronunciados o recordados como en una alcoba, para demostrarnos que nada había cambiado en la cama de los señores.
El bochorno y la desfachatez han ido modulando, sí, hasta quedarse en este señor como con trono de rapero, Tomás Fernando Flores, que fue nombrado director de Radio 3 por el PP pero estaba por ahí ya mucho antes, como de enchufe franquista, de colocado de La colmena, de sobrino en el estanco. El proyecto de toma estalinista del Ente por Podemos, con consentimiento de Sánchez, parece debilitarse con este rancio con tijera de hermana puritana (se cargó Carne cruda). Pero olvidamos que ya han sido trincados y ahora toca el disimulo. Y, además, que un veterano enchufado de estanco no necesita ideología porque puede tener algo más útil: un agradecimiento y unas ganas de obedecer que no dependen del dueño del negocio, sino de medrar en él.
Mientras esperamos ese concurso público, que tardará como tarda todo lo que no interesa, ahí tendremos otra RTVE que no ha perdido su forma de tarta. Ni su precio nupcial, porque ha costado concesiones para todos los partidos de la moción de censura, incluido el “diálogo sin cortapisas” para los indepes. Pero no sean desconfiados: una tarta hecha, traída y repartida por golosos de las tartas no tiene por qué acabar comida por ellos. Y me refiero a RTVE y a todo el país. La ingenuidad todavía da mucha risa. Sí que apetece nombrar algo a Bisbal para que, si no de la tarta, al menos del cachondeo disfrutemos todos.
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