Las guerras fin de Ucrania o Gaza; los conflictos olvidados de Siria, Níger, Afganistán, Mali o el Sáhara Occidental; la emergencia climática que multiplica la ferocidad de los desastres naturales y el éxodo de población. Una sucesión de crisis que ha incrementado las necesidades de ayuda humanitaria a nivel global y provocado un incremento de la brecha entre esas necesidades y la ayuda aportada por la comunidad internacional.

Se buscan donantes en un año que termina con un déficit récord. Es la principal conclusión del informe ‘La acción humanitaria en 2022-2023: la emergencia climática agudiza otras crisis’ firmado por el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) y Médicos Sin Fronteras (MSF) y presentado este lunes.

Aunque los fondos para responder a las crisis humanitarias alcanzaron un nivel sin precedentes hasta llegar a casi 47.000 millones de dólares, la magnitud de los llamamientos y la ayuda humanitaria ha alcanzado cotas nunca vistas antes. Asistimos pues a un panorama que nos muestra un sistema sometido a una inmensa presión para seguir el ritmo de unas demandas cada vez mayores.”, alerta Francisco Rey, codirector del IECAH.

Solo se cubrieron el 58% de los llamamientos lanzados a nivel mundial, y alrededor de un tercio recibieron el 50% o menos de la financiación solicitada

El período analizado en el informe está marcado por la continuidad de la guerra en Ucrania; el aumento del número y de la complejidad de conflictos violentos a escala internacional, el último y más reciente: la guerra en Gaza; y una crisis climática que agrava y aumenta el poder devastador de los fenómenos climáticos y desastres de origen natural. Los fondos necesarios para responder a las necesidades humanitarias en todo el mundo alcanzaron una cota sin precedentes en 2022 y los datos preliminares para 2023 sugieren que este año podría superarse.

Y eso pese a que la ayuda humanitaria internacional aumentó en 10.000 millones de dólares (un 27%). La magnitud de las necesidades provocó que el déficit en la financiación humanitaria alcanzara un máximo histórico hasta los 22.100 millones de dólares (algo más de 20.000 millones de euros). Solo se cubrieron el 58% de los llamamientos lanzados a nivel mundial, y alrededor de un tercio recibieron el 50% o menos de la financiación solicitada.

Ayuda selectiva, con Ucrania liderando

El informe subraya que la ayuda volvió a ser selectiva, según el país y la crisis. 10 crisis recibieron casi dos tercios de toda la ayuda humanitaria internacional, siendo Ucrania el principal receptor (con 4.400 millones de dólares) y Afganistán, en pleno regreso de los talibán al poder, el segundo con 3.900 millones.

Sus autores lamentan que las crisis crónicas hace que muchas queden relegadas al olvido; o de la pérdida de peso de la ONU, derivada de la falta de voluntad de algunos de sus miembros más poderosos, como legítimo representante de la comunidad internacional y de su capacidad para hacer frente a los problemas actuales.

La guerra en Gaza y la impotencia de la ONU es la última y dramática prueba del desajuste disfuncional

“Venimos observamos una dinámica por la que la atención a una crisis, ayer era Ucrania, ahora Gaza, acaba provocando la desatención del resto tanto en esfuerzos diplomáticos para ponerles remedio como en el volumen de fondos activados para atender a las víctimas”, señala Jesús A. Núñez, codirector del IECAH. “La guerra en Gaza y la impotencia de la ONU es la última y dramática prueba del desajuste disfuncional de Naciones Unidas que necesita actualizar su estructura reformar sus procesos de toma de decisiones y dotarse de los medios necesarios para cumplir eficientemente sus múltiples tareas”, añade.

Necesidad al alza

​En 2022, la demanda de asistencia humanitaria aumentó más que nunca. El número de personas en situación de necesidad de asistencia humanitaria superó los 406 millones de personas en 82 países. Durante la última década, el número de personas en situación de necesidad de asistencia humanitaria puede haberse multiplicado por cuatro.

El número total de personas desplazadas alcanzó en 2022 los 107,5 millones. África Subsahariana siguió siendo la región que acogía al mayor número de personas desplazadas y casi la mitad de las personas desplazadas vivía en solo 10 países, 7 de los cuales pertenecen a la clasificación de países de ingresos bajos. La aceleración de los impactos climáticos es cada vez un factor con mayor incidencia en las necesidades humanitarias y en los desplazamientos internos y transfronterizos.

La inseguridad alimentaria severa continuó creciendo y son ya más de 265 millones las personas de 60 países las que afrontan esta situación, más del doble que antes de la pandemia. Un claro ejemplo de ello es que el volumen de actividad de MSF en el tratamiento de la desnutrición aumentó un 50 % entre 2021 y 2022. Sin embargo, y a pesar del incremento global se prevé una brusca caída de la financiación para combatir la desnutrición en 2024.

Ayuda humanitaria española

Los fondos de ayuda humanitaria española aumentaron un 47% respecto al año anterior, lo que la sitúa en 158,48 millones de euros. El mayor porcentaje se destinó a las consecuencias derivadas de la guerra en Ucrania. La población saharaui, los Territorios Palestinos Ocupados Venezuela, Siria, Níger, Colombia, Afganistán y Mali destacan como los países a los que se han destinado una mayor cantidad de financiación.

“La acción humanitaria española ha demostrado cierto nivel de compromiso cristalizado en avances en materia legislativa, con la aprobación de la Ley de Cooperación, y un destacable incremento de fondos, en parte derivados de la financiación destinada a las consecuencias de la guerra de Ucrania”, afirma Francisco Rey.

Los hospitales pierden su protección

A la inquietud que plantea la pervivencia de tantos focos violentos, se ha añadido en el último trimestre del año, el último conflicto en la Franja de Gaza donde los contendientes han despreciado los más básicos principios del derecho internacional y la humanidad. Al condenable ataque de Hamás, le siguió una operación militar de Israel que ha violado abiertamente el derecho internacional y el derecho internacional humanitario, al castigar colectivamente a la población civil, bloquear la ayuda humanitaria y atacar directamente todo tipo de infraestructuras civiles, como los hospitales.

En Ucrania, los equipos de MSF han sido testigos de daños compatibles con bombas de racimo en hospitales y han llegado a descubrir la presencia de minas antipersona dentro de hospitales en funcionamiento en zonas anteriormente bajo ocupación rusa en varias zonas del país.

“En Gaza —denuncia Marta Cañas, directora general de MSF— hemos visto, de primera mano, ataques contra hospitales, ambulancias, personal sanitario y pacientes. Hemos perdido compañeros médicos, hemos visto a personal médico operar en el mismo suelo del hospital casi sin material ni anestesia, hemos visto órdenes de evacuaciones masivas imposibles de cumplir para cientos de pacientes y ultimátums que atentan contra cualquier principio de humanidad. Hemos asistido a un asedio impuesto por el Gobierno israelí, que incluye la retención de alimentos, agua, combustible y electricidad, que constituye un castigo colectivo contra el conjunto de la población de Gaza prohibido por el derecho internacional humanitario y que puede constituir un crimen de guerra”.

Conflictos como los de Ucrania y Gaza, han puesto de manifiesto que los hospitales han dejado de ser lugares seguros y el personal médico y los pacientes han sido desprovistos de la protección, de facto, que el Derecho Internacional Humanitario les confiere.

“Algo se ha erosionado profundamente en la percepción de los principios humanitarios; la consideración que los hospitales no son ‘neutrales’, la no distinción entre civiles y combatientes. El peligro es evidente y ya está aquí. La guerra es un monstruo; si no detenemos y castigamos los ataques contra hospitales, en la próxima guerra, las Convenciones de Ginebra saltarán por los aires, más aún de lo que ya estamos viendo”, concluye Marta Cañas.