El día que Martin Scorsese (Nueva York, 1942) fue expulsado del seminario la Iglesia perdió a un "mal sacerdote" y el cine ganó a uno de sus mejores realizadores. En aquel momento, la llamada de Cristo no pudo ser respondida a través de su ingreso en la institución por excelencia del cristianismo, pero sí lo hizo por medio del arte más universal de todos. Y es que la religión y sus implicaciones morales han marcado inevitablemente la trayectoria de Scorsese.
Desde sus inicios en «¿Quién llama a mi puerta?» (1968) o Malas calles (1973), se puede ver cómo el conflicto entre su fe y su realidad dialoga en un viaje extrañamente liberador. Otros conceptos teológicos como la culpa o la redención se hacen más que visibles en obras icónicas de su filmografía como Taxi Driver (1976) o en Toro Salvaje (1980).
Los pecados no se redimen en la Iglesia. Se redimen en las calles, se redimen en casa. Lo demás son chorradas y tú lo sabes
Charlie (Harvey Keitel) en 'malas calles' (1973)
Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento (Lucas 5:31-32). Y con esa filosofía de redimir a aquellos que parecen condenados a arder en el infierno parece haber elegido Scorsese a sus personajes. Locos y marginados, embarrados en el fango de la tentación, víctimas de la mala vida y de sus propias decisiones, perseguidores, con mejor o peor suerte, del verdadero milagro que da sentido a la fe católica, el perdón de los pecados.
A pesar de representar ambientes sucios y protagonistas moralmente cuestionables, esta relación entre las películas y la espiritualidad se mantiene siempre intacta en su forma de hacer cine. Un dilema que el cineasta no tiene ningún problema en reconocer y defender: «No veo realmente un conflicto entre la Iglesia y las películas, lo sagrado y lo profano; creo que hay espiritualidad en las películas, aunque sea una fe sustitutiva», dice en el documental Un viaje personal a través del cine americano con Martin Scorsese (1995).
Sin embargo, más allá de incluir de forma implícita sus raíces católicas, Scorsese también se ha atrevido a ir más allá explorando ese farragoso terreno en el que la santidad se da la mano con la prohibición, y la guerra se convierte a menudo en la excusa para alcanzar la paz eterna, que es la religión.
'La última tentación de Cristo' (1988): su trabajo más polémico sobre la duda
Su primer incursión en el cine religioso fue en 1988 con una de las películas más polémicas de su filmografía, La última tentación de Cristo, una ambiciosa recreación de la vida del Salvador, basada en la novela homónima del escritor y filósofo griego Nikos Kazantzakis de 1955.
El filme muestra a un Mesías más accidental que profético, un Jesús que vive con el tormento de la duda, capaz de mostrar un rostro tan amoroso como iracundo gracias a la magnífica interpretación del Jesucristo más insospechadamente santo del cine, Willem Dafoe. Esta película fantasea con un final alternativo para el Hijo del Hombre en el que el diablo consigue que caiga en la tentación y en el que Judas (Harvey Keitel), más que un traidor, es un guardián de la voluntad divina. Una película en la que la teología pasa a ser filosofía. Un retrato alternativo de la figura más universal de la cristiandad, más humano que nunca, en todos los sentidos y, quizá por ello, un Jesús con el que es más fácil empatizar y reconocerse como pecador.
La última tentación de Cristo fue una atrevida búsqueda espiritual malinterpretada y atacada por aquellos fundamentalistas que siguen viendo la sombra de la herejía en el cuestionamiento de los dogmas, y responden con las espadas a las palabras. Esta pobreza de espíritu que domina la religión provocó la prohibición y censura de la película durante años en países como Turquía, Filipinas, Perú, México, Chile o Argentina.
'Kundun ' (1997): un primer acercamiento a la cultura oriental
Casi una década después, Scorsese se fue hasta El Tíbet para buscar otras formas de espiritualidad en Kundun (1997), donde retrató la vida del decimocuarto Dalai Lama. Una película que se sumerge en la cultura budista para entender la educación de un líder espiritual, que en un contexto en el que China reclama con la fuerza la soberanía de una región pacifista, también debe ejercer un liderazgo político.
A través de la historia de este niño destinado a representar el destino de todo un pueblo. Una película hermana de su coetánea Siete años en el Tíbet, que representa el primer acercamiento de Scorsese a Oriente y su cultura.
'Silencio (2016)': su gran proyecto, un viaje a las antípodas del cristianismo
Durante un período de más de dos décadas se construyó la gran obra monumental de Martin Scorsese sobre el cristianismo. Para encontrar el germen de Silencio (2016), hay que remontarse a 1989, solo un año después de estrenar La última tentación de Cristo, cuando el italoamericano tuvo en sus manos por primera vez la obra homónima que el japonés Shūsaku Endō había escrito en 1966. Scorsese adquirió los derechos de la novela casi de inmediato y comenzó los preparativos para producir la película.
Ya fuera por inconvenientes temporales o materiales, o simples cambios de idea, Silencio se fue cocinando a fuego lento, lo que favoreció su tono reposado y paciente. El proyecto se activó definitivamente tras la conclusión de El lobo de Wall Street en 2013, cuando el cineasta se dedicó íntegramente al proyecto.
El filme narra el viaje a las antípodas de la fe cristiana por parte de dos misioneros jesuitas portugueses del siglo XVII (Andrew Garfield y Adam Driver), en su viaje para comprender la apostasía de su mentor, el padre Ferreira (Liam Neeson). Esta incursión en la selva japonesa a lo Apocalypse Now de Coppola (o El corazón de las tinieblas de Conrad) muestra el poder impositivo de la religión en las guerras culturales entre Oriente y Occidente. Silencio es un camino que, de forma sutil y compleja, te va a acercando hacia la verdad más básica, real y esencial del cristianismo en el hecho de que ni la persecución, la traición o la duda pueden apartar al verdadero cristiano de su fe.
La vida de Jesús, por inspiración del papa Francisco
Pero parece que el viaje de redención no termina aquí, según ha confirmado el director de Goodfellas a Los Angeles Times, ya estaría preparando una nueva cinta con trasfondo religioso. "He respondido al interés del Papa en los artistas de la única manera en la que sé: imaginando y escribiendo el guion de una película sobre Jesús, y estoy a punto de empezarlo", dijo tras su visita al Vaticano en mayo del año pasado.
Ahora ya se sabe que se trata de la adaptación de A Life of Jesus, basada igualmente en un libro de Shūsaku Endō. Scorsese continuará indagando en ese catolicismo periférico e individual del japonés para no caer en "la carga negativa que se ha asociado con la religión organizada". Su intención es traer el relato de Endō al presente y centrarse en los principios fundamentales de las enseñanzas de Jesús. Aún no hay fecha de estreno, pero lo que sí se sabe es que la duración se alejará de sus predecesoras y también de su última película Los asesinos de la luna, reduciéndola a 80 minutos de metraje.
A sus 81 años, Martin Scorsese, que en su día se definió como un "católico fracasado", seguirá persiguiendo la estela de Dios en sus películas, siendo fiel a su personalidad tan heterodoxa en el cine y también en la religión. Un predicador sin credo, un creyente inmerso en la duda, un condenado en una continua búsqueda de redención.
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