A Francesc Polop se le pone la piel de gallina hablando de Antifémina, la exposición que acaba de terminar de montar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Es el proyecto póstumo de su querida amiga Isabel Steva, más conocida como Colita. La fotógrafa barcelonesa falleció el pasado 31 de diciembre. Desde hace algo más de una década, Polop ha trabajado con ella ordenando su archivo personal y ayudando a su difusión mediante exposiciones y publicaciones.
"Para mí se ha muerto mi madre, mi amiga...", confiesa sin poder contener la emoción. "Lo tengo muy reciente. Veo el agujero que ha dejado, pero de momento lo estoy bordeando. Vivo en una especie de limbo del que seguramente me caeré en cuanto se inaugure la exposición". Eso será este jueves 29 de febrero, en la Sala Goya del Círculo. En ella podrán verse 116 fotografías que proceden de un libro, y no a la inversa, como suele suceder con las exposiciones.
Ese libro se tituló precisamente Antifémina. Fue publicado en 1977 por Editora Nacional. En esos años inciertos posteriores a la muerte de Franco era posible que la editorial oficial del franquismo publicara este fotolibro en el que dos mujeres feministas y comprometidas políticamente, la escritora Maria Aurèlia Capmany y Colita, desmontaban mediante textos e imágenes los tópicos asociados a la imagen de la mujer.
Colita más allá de la 'Gauche Divine'
La mayoría de las fotos de Antifémina son muy distintas a las más conocidas de Colita. No son las estampas despreocupadas de la Gauche Divine. Hay algunas fotografías de estudio más o menos premeditadas, pero se observa sobre todo la realidad de la vida que Colita buscaba y se encontraba en la calle. En este caso de mujeres de todo tipo –ancianas, coristas, novias en el altar y en el cementerio, campesinas, operarias, viudas, monjas, prostitutas, gitanas o modelos– "que son biológica y culturalmente mujeres" y que son y han sido sistemáticamente marginadas por una sociedad represiva. "La mujer es un ser marginado tanto si se hace monja como si se hace prostituta, tanto si envejece como si lucha denodadamente para conservar su juventud", escribe Capmany en las primeras páginas.
Colita y Capmany fueron pioneras a la hora de mostrar con imágenes y palabras las condiciones del yugo matrimonial, la discriminación laboral de la mujer –la mujer no trabaja, la mujer hace faenas– e incluso la estructura de dominación que se esconde detrás de ese comportamiento entonces cotidiano que era el piropo. Una costumbre que hace sentirse a la mujer "halagada y apabullada a la vez. Halagada porque es importante que un individuo del sexo masculino se digne a fijarse en ella y apabullada porque lo correcto es que se sienta acorralada, perseguida, acosada, sin otra arma que el silencio y el rubor", escribe Capmany acompañando unas fotografías de Colita de uno de esos lances callejeros. "La mujer ha nacido para escuchar y callar".
El editor del libro fue Ángel Sánchez-Gijón, padre de la actriz Aitana Sánchez-Gijón, historiador, traductor y catedrático de instituto que había vuelto a España en 1969 tras más de una década exiliado. Fue él quien propuso a su amiga Capmany la realización de este libro. Pero antes de la publicación fue despedido de Editora Nacional y la obra quedó huérfana. Bastó que comenzara a circular para que escandalizara a muchos y los ejemplares fueran retirados de circulación y destruidos.
"Colita siempre se había quedado con las ganas de recuperar Antifémina, pero no hubo manera. Hasta hace cuatro años, cuando el Ayuntamiento de Barcelona nos propuso hacer un libro y les ofrecimos este, porque tiene una vigencia increíble y sintoniza muy bien con el tiempo que vivimos", explica Polop. Se reeditó entonces en coedición con la editorial Terranova y una tirada de 2.000 ejemplares en primeras calidades gracias a una de las mejores imprentas de España, Brizzolis. Hoy está casi agotado.
La artista accidental
La recuperación de Antifémina ponía en bandeja el montaje de una exposición, pero el Ayuntamiento de Barcelona proponía unos plazos muy dilatados. Todos los espacios municipales estaban ocupados a dos o tres años vista. "Es que para entonces yo no sé si estaré viva", bromeaba, premonitoria, Colita. Surgió entonces, a través de La Fábrica, la posibilidad de hacerla en el Círculo, en Madrid. Y aquí está Antifémina, que por pocos meses no ha podido ver hecha realidad la artista.
"De que era artista yo me he enterado al final", recuerda Polop que decía Colita. "Ella se consideraba una profesional de la fotografía y sobre todo una fotoperiodista, aunque con el tiempo la llamaran artista".
Es algo habitual en el oficio de la fotografía. Que la forma de mirar acabe componiendo inadvertidamente un estilo reconocible y una obra que sublimada por el paso del tiempo acaba adquiriendo, cuando es buena, la consistencia del arte. Se puede ver en otra exposición recién inaugurada en Madrid, la dedicada a Jordi Socías en la sala de exposiciones del Canal de Isabel II.
"Jordi se ha dedicado más al retrato, aunque también hizo calle, y en su exposición hay una frase muy bonita, que para él la calle es como una puesta en escena, un lugar que le han preparado para que se puedan hacer fotografías", reflexiona el albacea de Colita. "Ella decía algo parecido, que Barcelona era su plató. El fotógrafo de calle es aquel que es capaz de ver lo que nosotros no vemos. Lo explica Maria Aurèlia al comienzo del libro. La foto es el reflejo en el ojo de la cámara, que es el ojo del fotógrafo, y que ve lo que pasa inadvertido a 'los ojos distraídos del viandante'. El fotógrafo se para a mirar porque ese es su trabajo".
Una "bocazas" sin miedo a nada
¿Cómo era Colita en acción? "A mí me gustaba mucho acompañarla a hacer fotografías. Estaba en el ajo de todo. No era la clase de fotógrafo que se pone en un lugar acechando para que nadie le vea. Ella te cogía, te saludaba, cómo estás, cómo te llamas, y disparaba. Era su forma de relacionarse". Cuando murió Franco, se vino a Madrid para documentar las exequias del dictador, y no dudó en vestirse como una falangista de pro y en saludar brazo en alto a quien hiciera falta para colarse en todas partes y conseguir lo que quería. La editorial Ojos de Buey ha publicado recientemente aquel reportaje inédito.
Según Polop, Colita era tal y como aparecía recientemente en La fabulación infinita, el documental dedicado a Terenci Moix. Un punto deslenguada, hablando de su amigo con sinceridad desarmante. "Sin tapujos, de manera directa, sin miedo a que le dijeran si era buena o mala. El miedo y Colita no habían sido presentados nunca. Ella era así. En catalán hay una palabra que la describe muy bien. Era una bocamolla, una bocazas". Pero sobre todo una "humanista" a la que "le interesa la gente". Algo que se refleja en su mirada "amorosa y compasiva".
La exposición de Antifémina es, para la mano derecha de Colita, "la mejor manera de despedirla y homenajearla". El libro y la voz de Maria Aurèlia Capmany son un hilo conductor presente a lo largo de todo el recorrido, pero se trata ante todo de una exposición de fotografía, sin artificios. El mismo día de la inauguración, a las 12 de la mañana, Polop depositará en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un pequeño legado y dos de los libros de Colita: Luces y sombras del flamenco, con textos de Caballero Bonald, "para ella era su libro angular", y cómo no, un ejemplar de Antifémina.
¿Y después? "Ella me ha dejado su archivo personal (el resto, más del 70 por ciento de su obra, está ya repartido entre los archivos del Ayuntamiento de Barcelona, de Cataluña, de la Filmoteca catalana y de la Fundación Rafael Campalans). Y tengo instrucciones muy claras. Irá adonde tenga que ir cuando corresponda, pero Colita no quería que su archivo personal fuera un mausoleo sino que estuviera vivo. Ella me pidió que le diera difusión, y yo voy a llevarlo hasta donde pueda. Tengo entre las manos el material de una fotógrafa excepcional".
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