El espectador de El rey que fue sabe bien a lo que viene. A ver a Ramon Fontserè, el extraordinario actor y director de Els Joglars, haciendo de Juan Carlos. Se abre el telón y aparece la cubierta de un barco donde sucederá todo. Unas cuerdas cuelgan de unos mástiles imaginarios. Entran en escena varios personajes secundarios –una cuadrilla de árabes poniéndolo todo a punto, otra de españoles que han llegado expresamente de España para cocinar para Él–. En pocos minutos la acción queda perfectamente ubicada con el estilo somero y magistral acuñado por Els Joglars a lo largo de seis décadas de teatro impertinente. Al poco desaparecen todos, se hace el silencio, y Juan Carlos/Fontserè entra por la derecha con andar premioso e inconfundible indumentaria de anciano regatista. Todavía no ha abierto la boca y ya se oyen las risas.
El rey que fue describe un día del emérito en el golfo, una travesía de placer que acaba en tempestad por un soplo de Shakespeare. Lo que iba a ser una jornada espléndida, con visita a bordo de uno de sus hermanos jeques y fresquísimas viandas españolas llegadas vía aérea, se va estropeando poco a poco, como la vida y el reinado de Juan Carlos.
Después de varios meses de gira, Els Joglars llega a Madrid. Estará durante marzo en el Infanta Isabel. Primera novedad. La compañía catalana venía actuando desde hace años en escenarios públicos como el María Guerrero o los Teatros del Canal, donde su fundador, Albert Boadella, fue director artístico entre 2009 y 2016 –y adonde ha regresado recientemente como parte de una dirección colegiada de la que también forman parte José Luis Alonso de Santos o Lluís Pascual–. En esta ocasión no han conseguido que ningún teatro público acogiera El rey que fue. "Fuimos al Español y nos dijeron que no. En el Fernán Gómez tampoco".
–¿Cree que el argumento de la obra ha supuesto un inconveniente?
–Podría ser– responde Fontserè, sentado en una mesa de un café de la Plaza de Oriente, pocas horas antes de estrenar en Madrid. –Pero lo bueno del teatro privado es que es la libertad absoluta. Podemos hacer lo que nos dé la gana. También es un riesgo. Vas a porcentaje. Si salimos un poco jodidos de aquí, con ocho apartamentos y las dietas durante un mes... es mucho dinero. Pero te tienes que arriesgar. Qué vas a hacer si no.
Un justo retrato
De los cuatro clientes que hay en el café dos le reconocen y se acercan a felicitarle. "Ya tengo las entradas para ir a verle", afirma una señora que admite ser "fan". La expectación en Madrid es grande porque la espera ha sido larga, así que cabe esperar que saldrán airosos de su paso por la capital. Además la gira "está yendo muy bien. Los comentarios son muy positivos. El otro día en Toledo una mujer me decía, 'yo soy roja, roja, pero creo que habéis hecho un retrato muy justo'. Habrá gente que dirá que lo blanqueamos y otros que nos pasamos tres pueblos. Pero no es un Ubú", asegura, Fontserè, en referencia a la emblemática de Els Joglars dedicada a Jordi Pujol. "No vamos con el aguijón de la sátira. Es una tragicomedia, como la vida de este hombre".
El rey que fue supone el regreso de Boadella a Els Joglars. Aunque el fundador nunca se ha desvinculado de la compañía, en 2012 le cedió los trastos de la dirección a Fontserè, que le ha pedido que regresara para la ocasión. "Hacía tiempo que nos interesaba la figura de Juan Carlos y ahora ha cuajado. Le pregunté a Albert si quería dirigirlo para yo poder dedicarme solamente a actuar y me dijo que sí. Y nos pusimos manos a la obra".
El trabajo ha sido el habitual tratándose de ellos. Cuatro meses tallando el texto y la puesta en escena en la Cúpula, el escondite geodésico situado en medio del campo en Pruit, una aldea de la comarca de Osona, a algo más de 100 kilómetros de Barcelona, donde Els Joglars ensaya sus montajes desde La Torna, allá por el 77. Partiendo de poco, de lo que sabían sobre Juan Carlos, y a base de pequeñas improvisaciones, han ido concretando el texto, en un trabajo artesanal que ha anulado los prejuicios sobre el emérito y les ha permitido construir un personaje vivo y complejo. Dominado por una serie de constantes, como las mujeres y el dinero, pero sin caer en la caricatura.
Materia de Shakespeare
"Es un acercamiento más íntimo al rey, distinto de su imagen pública, su faceta más desconocida. Vemos cómo se enfada, cómo se divierte, cómo trata a las mujeres, cómo habla del dinero, cómo habla con un butanero, con una cocinera". Fontserè reconoce que "para un actor es un personaje magnífico", un caramelo. "Un tío que nace en el exilio, que mata accidentalmente a su hermano, al que mandan a España de niño para ser tutelado por el dictador". Y después la Transición modélica, la admiración mundial –"en los años de esplendor era un tiarro. Se te ofrecen 20.000 vasallas y qué haces, ¿ser un cartujo?", bromea y justifica Fontserè la naturaleza mujeriega de Juan Carlos–. Y luego el dinero, la abdicación, la salida de España y la soledad.
"Podría haber sido el mejor rey de España, el number one del top ten", pero ha acabado en el exilio. "Como dice Albert", es recurrente en Ramon la mención de su maestro, "si Shakespeare hubiera vivido le hubiera hecho dos o tres obras. Que se quiten Hamlet, Enrique IV o Ricardo III".
Fontserè ha construido minuciosamente el personaje. Revisando imágenes del emérito, explorando la manifestación corporal de su carácter, su humanidad y su famosa campechanía. "A veces hace una cara de pícaro", observa. También escuchando lo que le ha contado Boadella, que sí le ha conocido bien. "Vas detectando detalles que dan mucho juego en el escenario, desde sus cabreos a esa cosa socarrona", producto de esa "vida de contrastes que es una mezcla de tragedia y cachondeo".
El castigo de ser rey
También ha leído mucho de lo que se ha escrito sobre él. Libros reales equivalentes al que escribe Carmela, la amante y periodista ficticia que visita a Juan Carlos en la cubierta del Superbotín –así se llama el ficticio barco real–. Interpretada por la magnífica primera actriz de la compañía, Pilar Sáenz, Carmela recoge las características de algunas de las amantes –la "mallorquina", la "vedete", la "fotógrafa"– conocidas y mencionadas en la obra. Recambios de "la Sofi", ese "frigorífico" que le obligaba a ir al Real a escuchar música clásica. Y Juan Carlos hace entonces un ademán burlón de violinista mientras suenan las notas de La muerte y la doncella, el cuarteto de cuerda de Schubert que funciona como fúnebre leitmotiv a lo largo de la obra.
En su investigación actoral, Fontserè ha buceado en la prolífica historia de los Borbones. Menciona la biografía de Isabel II de Isabel Burdiel. "Tuvieron una vida parecida", apunta Fontserè. "A ella tampoco la dejaron volver de París cuando su hijo Alfonso estaba en el trono. La madre de Isabel, María Cristina de Borbón, dice que si quisiera castigar a alguien le haría rey de España. Esta corona pesa mucho. El que la lleva ya no tiene escapatoria. Esa chica tan guapa, Leonor, ya está marcada de por vida".
Hay varias ideas potentes que sirven de motor del espectáculo. Un joven bufón, hijo de "un amigo" (Bruno López-Linares), que sirve de antagonista del rey recitando a Shakespeare, "que le canta las verdades, le pone en aprietos, le hace defenderse, excusarse". Y una tempestad en la que se manifiestan todos los fantasmas de su vida: el hermano muerto, Don Juan (de Borbón), Tejero, las mujeres, las hijas. Después llega la calma y un pesado silencio rodea al exiliado solitario.
Teatro mínimo
Como siempre, Els Joglars hace un mundo con cuatro cosas. Y en esta ocasión haciendo una paella en el escenario. Es el teatro mínimo marca de la casa que después de seis décadas sigue sorprendiendo. "El balanceo sincronizado" para representar el movimiento del barco, "unas cuerdas que a veces tiemblan un poco porque hay alguien detrás moviéndolas... Es lo que dice Albert que es la poesía del teatro, con lo mínimo hacer lo máximo. Cuando la tecnología entra en el teatro ya es como el cine o un musical. Aquí todo es manual, y estoy seguro que tiene mucho más impacto. Esto es el teatro: el cuerpo, las manos, sudar. Y sufrir. Porque cuando estás ahí arriba trabajando y la cosa se encalla, con el pastón que cuesta estar cuatro meses metido en la Cúpula, se pasa mal. Pero luego de repente vuelves a ver la luz, y se forma la estructura y tienes un principio y un final. Y así llevamos 62 años. Lo importante es evitar la catástrofe y no hacer el ridículo".
Con su emérito, Fontserè suma un nuevo prócer español a una galería de personajes que comenzó con su impagable y recordado Pujol. Una sátira que el padre de la patria catalana nunca les perdonó. "Yo empecé haciendo de Pujol por casualidad. Albert buscaba actores bajitos y con la cabeza gorda. Hizo un casting y no encontró lo que buscaba. Un día me llamó estando yo de vacaciones para decirme que me iba a mandar un vídeo para ver qué podía hacer teatralmente con el personaje. En el vídeo se veía a Pujol recibiendo a un grupo de escaladores que habían subido al Everest, y hacía una de esas metáforas megalómanas suyas, los pueblos pequeños también pueden hacer grandes conquistas, con la plaza de San Jaime abarrotada de gente".
Este tipo de retos permiten a Fontserè hacer lo que más le gusta: "Una de las cualidades de este maravilloso oficio es que siempre estás jugando, hasta el final. Lo decía Mastroianni en sus memorias, que para él hacer teatro era como cuando jugaba de niño a indios y vaqueros. El espíritu de juego es imprescindible para un actor".
Teatro político
Ahora se ha puesto de moda cierto teatro político que interpreta personajes o situaciones de la actualidad en clave dramática y simbólica. Els Joglars, que se ganó un consejo de guerra con La Torna, inventó lo de incomodar al poder desde el escenario sin solemnidad ni pedantería. "A nosotros siempre nos han interesado los personajes esenciales de la vida social de este país. Para un dramaturgo es muy interesante. Pero lo suyo es hacerlo con personajes de entidad. Bárcenas da para un chiste. Hemos hecho a Pujol, a Franco, a González, a Aznar, y ahora al emérito. A veces han reaccionado de una manera furiosa contra nosotros. Este debe ser el espíritu rebelde del cómico frente al poder abstracto o directo".
Más de cuarenta años después de La Torna, Els Joglars siguen incomodando. El rey que fue pone a prueba el sentido del humor de la derecha más dinástica y les hecho sospechosos para muchos que hace poco les jaleaban. "A Albert le preguntan, cómo usted, siendo amigo del rey, ha hecho esto. Y él responde que antes que nada es comediante y se debe a su público. Su oficio y su misión es esta".
Las consecuencias están ahí. "Este verano íbamos a hacer unos bolos en el Festival de los Castillos de Aragón, pero como mandan el PP y Vox dijeron que no. Como cuando hicimos ¡Que salga Aristófanes!", su obra anterior, una crítica contra los desmanes del lenguaje inclusivo y la ideología woke, "el programador de Sevilla nos dijo que eso era violencia contra la mujer. Los programadores de ahora son los primeros censores. Son como los curas de antes, que en el cine ponían la mano para que no vieras el beso. El público es mucho más tolerante".
En Cataluña se han acostumbrado a estar prácticamente proscritos. Han ofrecido El rey que fue al Teatro Nacional de Cataluña "y ni nos han contestado. Un teatro público lleno de secretarias no nos han dicho ni que no. Unos te censuran, como estos bestias de Vox, la cancelación carpetovetónica, pero el TNC, un teatro que pagamos entre todos, no nos ha dicho absolutamente nada". Pero irán a Barcelona y actuarán en el Teatre Apolo, "porque tenemos un público fiel de dos o tres mil personas que siempre vienen a vernos. Vamos a perder dinero, pero iremos para que vean que seguimos vivos. Vamos a continuar a pesar de lo que sea".
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