Alicia vivía sola. No eran sus mejores días. La salud empezaba a flaquear y el cáncer del que estaba siendo tratada le había debilitado. A sus 81 años afrontaba la vejez como podía. Los ahorros de toda una vida le permitían completar la pequeña pensión que recibía y disfrutar de cierta tranquilidad. Han pasado muchos años, pero aún hoy se pregunta por el día en el que todo empezó a cambiar. El infierno se inició con el timbre de la puerta. Al abrir se topó con dos simpáticos comerciales de libros. Aún no lo sabía, pero acababa de comenzar su calvario, el que le llevo a la ruina.

Su historia es una de tantas con las que el Ayuntamiento de Bilbao quiere alertar del riesgo de las estafas que aún hoy se producen en la venta 'puerta a puerta'. Entre ellos, han aumentado los que tienen a personas mayores como víctimas. El relato de hechos que ha conocido 'El Independiente' comenzó hace casi una década. Su resolución ha requerido años de trabajo y procesos de reclamación, y recuperarse del impacto es algo en lo que la víctima aún trabaja.

Primero fueron unos libros. Después una enciclopedia y más tarde ejemplares más propios de coleccionistas que de una octogenaria que vive sola en su casa. La locuacidad y la capacidad de enredar de aquellos dos vendedores, a los que vería durante muchos años más en el umbral de su puerta, hizo el resto. Las visitas rompían su soledad y su vulnerabilidad le convirtieron en una presa fácil… y con dinero, debieron pensar.

Firmó algunos albaranes, también suscripciones y pagos comprometidos a cambio de libros y otros productos como DVDs. Alicia no sabía muy bien qué eran aquellos discos. No en vano, en su casa no había reproductor. Pero los dos comerciales había logrado que los comprara. Tampoco sabía euskera y en la lista que a lo largo de los años fue adquiriendo al calor de la labia comercial de sus visitantes figuraba más de uno y dos libros en euskera. Incluso una enciclopedia repetida, una en su versión en euskera y la misma en castellano.

Un 'Códice Calixtino' de 27.800 euros

Pago tras pago, su cuenta corriente fue adelgazando. El saldo comenzó a menguar con los primeros pagos conocidos. Aún le quedaban las compras más caras, las que los representantes de las dos editoriales le convencieron para que adquiriera. Entre ellos destaca el Facsímil del Códice Calixtino de 27.800 euros que aparece entre las compras. O un ejemplar de ‘Las horas de Carlos V’ por 8.000 euros o el breviario de Isabel La Católica, de 12.000 euros. Aquellas compras no se correspondían con su modo de ser, una mujer ordenada y austera. Quienes luego le arroparon están convencidos de que ni siquiera era del todo consciente de lo que firmaba.

El gran susto llegó el día que acudió al banco. En su cuenta apenas quedaba saldo, alrededor de 250 euros. Ni siquiera podría pagar la factura de la luz. Tocar fondo es muchas veces el único modo de volver a salir a flote. Sin un entorno en el que apoyarse, Alicia acudió a los servicios sociales del Ayuntamiento de Bilbao a pedir ayuda. Y a buscar una explicación a su situación financiera. ¿Cómo era posible que no tuviera dinero con los ahorros que había logrado acumular?

Las primeras pesquisas a cargo de la Oficina Municipal de Información a las Personas Consumidoras (OMIC) no tardaron en descubrir lo que ocurría. Bastaba con analizar su cuenta corriente y el cúmulo de pagos que le habían sido girados por la compra de libros. En esos casi cinco años Alicia había perdido 116.300 euros, todo lo que tenía. “Estaba en una situación prácticamente de indigencia cuando acudió a nosotros”, asegura Ana Collía, directora del área de Salud y Consumo del Ayuntamiento de la capital vizcaína: “Le pilló en un momento difícil, en pleno tratamiento oncológico, sola y muy vulnerable. Además, uno de los vendedores le dijo que también él pasaba por un tratamiento similar e imagino que eso le hizo empatizar con ellos. Ellos le hacía caso y compañía y así, las ventas eran serían más fáciles”.

De nada sirvieron las suplicas de Alicia cuando se vio sin apenas dinero. “Le decían que debía seguir pagando, que se había comprometido y que le quedaban tomos por pagar”. Hasta que efectivamente en la cuenta ya no hubo saldo. No fue necesario que se lo dijera, ellos lo descubrieron: “Tenían una voracidad enorme. En 2017 una de las editoriales le dijo que daban por terminada su relación contractual, que ya no le quedaba nada pendiente de pagar y que le anulaban las suscripciones. La realidad era que ya no le quedaba dinero y lo sabían”, asegura Collía.    

Proceso judicial y reembolso

La investigación reveló que anualmente le habían logrado vender productos por importes que oscilaban entre los 30.000 y los 16.000 euros anuales durante al menos cinco años. Su catilla de ahorro reflejaba que algunos meses le habían girado cobros de 1.800 euros. “La inspectora de consumo se personó en su casa para ver qué sucedía y descubrió que tenía numerosos libros por toda la casa, sin abrir, embalados y apilados debajo de las camas y por toda la casa. Allí no había códices ni libros de valor sino libros de cocina, de historia antigua del País vasco, volúmenes repetidos, libros en euskera, que ella no habla. Del facsímil del Códice Calixtino, ni rastro”. Preguntadas las editoriales por el destino de esos ejemplares tan caros que habría adquirido la respuesta fue que ella había firmado lo que había pagado y que si no los encontraban “era porque los habría vendido”.

Después, llegó el proceso judicial que se prolongó varios años. La primera intermediación con las editoriales para que le reembolsaran su dinero no dio fruto. La vía judicial, iniciada gracias a la asociación de consumidores EKA/ACUV terminó con un acuerdo por el que se reembolsaría a la mujer 50.000 euros.

“Lamentablemente existen muchos casos similares. Este es especialmente lamentable, hay que tener muy poca humanidad para hacer esto a una mujer tan mayor y enferma. Lo hacen con libros pero también con la venta de colchones, a los que luego siguen la venta de la ‘Vaporetta’ o máquinas de cocina. El problema con el que nos encontramos es que a mucha gente le da vergüenza contar que ha podido ser estafada y lo guardan en silencio”. Ahora Alicia, pese al paso de los años, afronta la vida con el maltrago vivido. “De algún modo está pasando un duelo”, apunta Collía.