Rodeado de frondosos bosques y verdes prados, en pleno parque nacional de Eifel y con el lago Urft a sus pies. Un paisaje bucólico en la frontera entre Alemania y Bélgica que esconde uno de los pasajes más desconocidos e inquietantes de los años previos a la II Guerra Mundial, uno de esos lugares donde se fraguó el horror. En medio de la naturaleza, a 460 metros de altitud, Adolf Hitler edificó uno de los centros de formación de la élite del partido nazi, un proyecto arquitectónico de estilo medieval consagrado al adoctrinamiento en la ideología del nacionalsocialismo.
“Uno podría pensar que para tal cometido los líderes nazis elegirían Munich o Berlín, los centros de su poder político, pero no fue así. Optaron por construir de la nada un enorme complejo en medio de una zona rural”, relata a El Independiente Marc Meyer, historiador y uno de los cicerones del Vogelsang IP, el fortificado cuartel de los cachorros de Hitler reconvertido en un lugar para la memoria al que desde su apertura al público en 2006 peregrinan anualmente más de 260.000 personas. En su entramado de edificios -bautizado como Ordenrsburg, el castillo de la Orden, en alemán- se adiestraron los Ordensjunker (caballeros de la Orden), como se apodaban a sí mismos los cadetes del partido nazi.
Un calculado emplazamiento
“Había razones de peso para escoger un lugar como éste”, advierte Meyer en el centro de visitantes, el epicentro del recinto levantado sobre una meseta de 2,2 kilómetros de largo desde el que se inicia el recorrido por las entrañas del complejo construido para glorificar a los líderes nazis, hecho de hormigón armado y revestido de piedra natural. La ubicación no fue seleccionada al azar sino que resultó ser fruto de una serie de cálculos que se alinearon en Vogelsang.
Tras llegar al poder en 1933 los dirigentes nacionalsocialistas temían que el partido pudiera diluirse ideológicamente
“En primer lugar, este no era un espacio natural prístino e idílico. Estaba a un paso del mayor embalse de Europa y se había desarrollado el turismo en la década de 1920”, apunta el historiador. Su localización geográfica lanzaba un mensaje: se hallaba en la frontera con Bélgica, en territorios que pertenecieron al Reich alemán hasta el final de la I Guerra Mundial y cuya mención contribuía al sentimiento de reparación histórica que explotó el nazismo en su fulgurante ascenso. “Eran poblaciones que los nacionalsocialistas consideraban alemanas. Se quería construir este faro ideológico justo en la frontera para exhibir su poder y su aspiración de que regresaran al redil de Alemania”.
A esa idea también sirvió el establecimiento de otros dos centros de formación similar, situados en las fronteras con Polonia y Austria. Un cuarto complejo en la actual Polonia no pasó del proyecto. “Se fundaron en regiones fronterizas alemanas con fines ideológicos”, apostilla Meyer. El de Vogelsang comenzó a tomar forma en 1934, en plena expansión del partido nazi. Hitler había sido nombrado canciller de Alemania un año antes, en enero de 1933, aupado por una sucesión de victorias electorales. La formación conocía entonces una época dorada, marcada por el aluvión de las afiliaciones.
“A partir de 1933, el partido nazi se enfrentó a una serie de problemas. Muchos de los miembros del partido que se habían dedicado al trabajo interno pasaron a desempeñar funciones estatales. Se convirtieron en ministros y alcaldes y disponían de poco tiempo para cuidar de la formación. Otra dificultad fue que el número de miembros se triplicó en pocos meses, pasando de un millón a tres millones. Y lo que desde el punto de vista actual puede considerarse un hecho positivo, entonces alimentó la inquietud de los dirigentes nacionalsocialistas porque temían que el partido pudiera diluirse ideológicamente. Consideraban que estaban entrando en el partido muchas personas que en su opinión eran oportunistas, arribistas y no nacionalsocialistas convencidos”.
Tres años de formación
En la apresurada misión de conservar la pureza y evitar deslices que desvirtuaran el proyecto político inicial, la cúpula nazi pergeñó el modelo que Vogelsang comenzó a aplicar en 1936, tras una construcción a contrarreloj. “La idea era someter a los recién llegados a un programa de formación que garantizara que el partido siguiera teniendo líderes ideológicamente firmes, motivados y completamente devotos”. Nació así el Vogelsang Ordenrsburg, construido por el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP, por sus siglas en alemán), el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, a través de su organización subsidiaria, el sindicato Frente Alemán del Trabajo (Deutsche Arbeitsfront).
El plan de formación primigenio tenía una duración de tres años y consistía en pasar doce meses en cada una de las tres instalaciones. “En la frontera con Polonia se enseñaban los fundamentos de la ideología nacionalsocialista; en Vogelsang se dedicaban a los llamados estudios raciales; y, por último, en el límite con Austria, en una zona montañosa, los hombres debían demostrar su valor esquiando y haciendo alpinismo”, explica Meyer.
En el caso de Vogelsang, la elección del lugar también perseguía propagar los postulados nazis por una comarca que había resultado hasta entonces esquiva para las aspiraciones nazis en las citas electorales. “No habían podido cosechar ningún éxito electoral en la década de 1920 y los líderes locales pidieron que la central se preocupara por esta zona porque les preocupaba que el importante número de creyentes católicos pudiera convertirse en un factor de oposición a su poder”.
A Vogelsang llegaron quienes no habían conocido el Kampfzeit, el 'período de lucha' que discurre entre 1919 y enero de 1933
Para seducir a los parroquianos, se contrató a más de 1.500 trabajadores en su fase de construcción; se adquirió la piedra y madera en empresas locales; y su entrada en funcionamiento se convirtió en una oportunidad de trabajo para una zona que arrastraba altos niveles de desempleo en tiempos de la República de Weimar. “Fue una elección altamente estratégica”, subraya el guía de las actuales instalaciones. A partir de 1936 la vida comenzó a poblar los edificios recién levantados. Fue entonces cuando lo visitó Hitler para dar la bienvenida a los elegidos, los llamados a perpetuar su legado. Otros prebostes del régimen como Hermann Göring y Joseph Goebbels también se pasearon por sus confines.
Las imágenes en blanco y negro guardan recuerdo de aquella visita y las multitudes que le agasajaron. “A Vogelsang llegaron específicamente los nuevos líderes del partido que no habían experimentado lo que los nazis llamaron el Kampfzeit, el 'período de lucha' que discurre entre 1919 y enero de 1933”.
En el complejo la dirigencia envió a los que no habían vivido “los años difíciles y de sacrificios”, las supuestas penurias económicas y las escaramuzas de los viejos camaradas en su camino hacia el poder. “Requerían de una formación adicional con el fin de convertirse en tales líderes”, agrega Meyer. En los primeros años, hasta 2.000 varones recalaron en sus instalaciones.
Unos planes truncados por la II Guerra Mundial
El estallido de la II Guerra Mundial truncó los planes educativos. Los participantes fueron enviados como soldados o reclutados como funcionarios del partido. Entre 1942 y 1944 el complejo albergó las escuelas de Adolf Hitler. “Eran chicos a partir de 12 años que iniciaban una formación previa al servicio militar”, comenta el historiador. A finales de 1944, parte de las instalaciones resultaron dañadas en un ataque aéreo aliado. Para entonces solo se había completado la mitad del proyecto nazi en Vogelsang. Se habían construido, además de las residencias masculinas, una torre empleada como depósito de agua y con “un altar para los mártires del movimiento” en su cima; la taberna del castillo, un edificio con capacidad para 500 comensales con decoración basada en la mitología germánica; el inmueble destinado a las empleadas; una piscina cubierta de 25 metros de largo; un gimnasio; o un teatro al aire libre.
Quedó sin ejecutarse, no obstante, una universidad -“si los planes de formación se hubieran cumplido, el primer hombre educado en virtud de la ideología nazi se habría graduado en la década de 1950”- o un hotel que debía servir para la continuación de la raza aria.
“A pesar de ser un lugar para varones, había muchas mujeres trabajando en la administración y en las cocinas. Las esposas podían visitar a sus maridos que se entrenaba aquí, pero la mayoría eran solteros. Si se observan las fotografías propagandísticas, parece un lugar para hombres, pero en el fondo, muchas mujeres mantenían este lugar en funcionamiento. Los dirigentes nazis también querían que los solteros se casaran. Esa es la razón por la que querían construir este gran hotel aquí. Pensaban: 'Bueno, muchas mujeres vendrán hasta aquí y podremos organizar citas'. La idea final era producir nuevos soldados”.
El objetivo era aún más ambicioso. “Debía ser un centro de propaganda también para la población en general. Por eso planearon construir un gran estadio. También querían crear una gran estación de tren para recibir a los turistas. Estaba destinado a ser un lugar de peregrinación, organización de conferencias y recepción de delegaciones extranjeros”, apunta Meyer.
Culto al “hombre ario”
La ideología nazi quedó plasmada en las esculturas que -con algunas mutilaciones- aún perviven en el Ordensburg de Vogelsang. Son representaciones de la raza aria y la salud física, la belleza y la fuerza. La obra más notable, bautizada como el "portador de la antorcha", se alzaba sobre los cadetes cuando se hallaban en las proximidades de la ladera de Vogelsang. Una mole ideada por el escultor Willy Meller, que también firmó el "héroe maestro" en el salón de honor, erigido para conmemorar a los nazis caídos, en particular a los "mártires" asesinados en el intento de golpe de Hitler de 1923.
La inscripción tallada en “el portador de la antorcha”, basada en las palabras de Jesús en el Sermón de la Montaña, se dirige directamente a los cachores que se formaban en el perímetro: "Ustedes son los portadores de la antorcha de la Nación, llevan la luz del espíritu en la lucha por Adolf Hitler". La llama simbolizaba el renacimiento de la nación gracias a la victoria de la Alemania nazi. Cuando los soldados estadounidenses capturaron Ordensburg en 1945, sometieron a las esculturas a ráfagas de disparos aún perceptibles.
Base militar de británicos y belgas
El ocaso del nazismo no precipitó el abandono de Vogelsang, convertido en un cotizado símbolo de los nuevos tiempos que soplaban en Europa. En 1946 las tropas británicas lo transformaron en una zona de adiestramiento. Cuatro años después, lo entregaron al ejército belga, que durante más de medio siglo lo explotó como campo de entrenamiento. En la última época sirvió también para las tropas de la OTAN. El ejército belga completó aquello que había quedado sin finalizar como una sala de cine y algunos de los barracones. Fueron los responsables de borrar la simbología nazi del complejo.
Entre sus muros permanecen algunas de las esculturas consagradas el “hombre alemán” y águilas pero sin rastro de las esvásticas que una vez lucieron sus fachadas de piedra y lugares como el Ehrenhalle, la sala de honor edificada en la cúspide de la torre en memoria de “los mártires del movimiento”. El espacio, otrora sagrada para los artífices del complejo, ha sido sometido a un eficaz “damnatio memoriae” que ha desnudado sus paredes y dejado los orificios que una vez sostuvieron los estandartes nazis.
Eran gente común y corriente que participó voluntariamente en este entrenamiento y luego se convirtió en criminales de guerra y asesinos en masa
“En el gran águila junto a las escaleras, se abrió una ventana para reemplazar una esvástica. Había otras águilas con la esvástica en las garras que fueron eliminadas”, esboza Meyer, quien no oculta que esporádicamente reciben la visita de nostálgicos. “Es un lugar abierto y a veces vienen neonazis. Es difícil reconocerlos porque no llevan la esvástica en el pecho. Llegan a hacerse fotos…”, agrega dedicado a la divulgación.
“El enfoque aquí es básicamente hacer preguntas: ¿Cómo pudo pasar todo esto? ¿Cómo eran los hombres que vinieron aquí? ¿Qué hicieron aquí? ¿Qué hicieron más adelante en la guerra? Son interrogantes que ayudan a alejarse de esa idea de que estos hombres eran de alguna manera psicópatas. Eran gente común y corriente que estaba convencida de esta ideología, que participó voluntariamente en este entrenamiento y luego se convirtió en criminales de guerra y asesinos en masa”.
Caballeros que no dejaron de cabalgar
Los caballeros de la Orden encontraron en el Ordensburgen de Vogelsang un rápido ascensor social. Una suerte de hermandad masculina que les prometía protección, disciplina, seguridad y un futuro brillante. Fueron concienzudamente preparados para sentirse superiores. Recibieron adiestramiento ideológico en conferencias y seminarios donde se incidía en “los estudios raciales” que subrayaba la supremacía de la raza aria, y entrenamiento físico en ejercicios militares y múltiples deportes. Para reforzar las creencias, participaron en ritos y ceremonias como si fueran devotos de una nueva religión. ¿Qué sucedió con ellos? La exposición que alberga uno de los edificios, “El destino: la raza superior. Ordensburgen nacionalsocialista: entre la fascinación y el crimen”, responde al enigma. Muchos de ellos acabaron en el frente del Este, primero como soldados y después como gobernadores y funcionarios de la ocupación en Polonia, los países bálticos, Bielorrusia y Ucrania. Estuvieron implicados en los crímenes que firmó el nazismo allí donde irrumpió pero la mayoría evitó la rendición de cuentas tras el final de la II Guerra Mundial. “No existía mucha motivación para juzgar a estas personas, porque ellos mismos pertenecían a las instituciones que podrían haberlo hecho. Hasta el canciller alemán tras la contienda lo reconoció gráficamente: 'No se tira el agua sucia si no se tiene agua limpia'. Los altos miembros del partido fueron juzgados en Nuremberg, muchos rangos medios evitaron cualquier escrutinio”, confirma Meyer. Los caballeros de Vogelsang no dejaron nunca de cabalgar.
El Vogelsang IP forma parte de la red de la fundación Liberation Route Europe, un itinerario cultural certificado por el Consejo de Europa que conecta personas, lugares y acontecimientos para conmemorar la liberación de Europa de la ocupación durante la Segunda Guerra Mundial. Con cientos de lugares e historias en nueve países europeos, la ruta enlaza las principales regiones a lo largo del avance de las Fuerzas Aliadas entre 1943 y 1945.
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