La Armada española vivió durante el siglo XVIII su edad de oro, cuando el país se encontraba en la cumbre de la tecnología marina. El comercio con los territorios ultramarinos requería de navíos con los últimos avances militares para su defensa y que fueran capaces de cubrir las necesidades de decenas de hombres en su interior durante meses en alta mar. Unos buques cuya construcción dinamizaba la economía de las ciudades que albergaban los arsenales.
De aquella época no guardamos archivo visual que nos muestre la vida en los barcos, ni el trabajo en los diques de los arsenales, ni tenemos imágenes de la crudeza de los combates entre buques. Para hacer visible uno de los capítulos más brillantes de la historia española han unido su trabajo el fotógrafo Jordi Bru, experto en recreaciones fotográficas históricas y Rafael Torres, catedrático de Historia en la Universidad de Navarra. El resultado es La Armada Real (Desperta ferro), un volumen ilustrado en el que se abarca desde el proceso de elaboración de un barco hasta las implicaciones de la carrera militar por el control del mar en la economía del momento.
“Nos ha interesado explicar el triunfo de la Armada durante el siglo XVIII como un esfuerzo colectivo de toda la sociedad española que fue capaz de poner en marcha algo que parecía inimaginable a finales del XVII: una gran armada, la segunda mayor del mundo y que operaba en todos los mares del mundo”, afirma Rafael Torres. “Construir todo eso no fue fruto de la previsión de un ministro o de la idea de alguien en concreto, sino que fue el esfuerzo de cuatro generaciones de españoles que estuvieron empujando en esa dirección. Empujando, trabajando y de alguna manera beneficiándose de todos estos puestos de trabajo que se creaban. Estamos hablando de españoles en México, en Filipinas, en la península, en Ferrol, en Cádiz, en San Blas. Todas esas personas, hombres y mujeres, trabajaban en las instalaciones, producían unos buques que llegaron a estar en la vanguardia tecnológica del mundo”, añade.
La mayor parte del tiempo, los buques no combaten, están navegando, pero tienen que comer todos los días, tienen que dormir, tienen que alimentarse y si enferman los marineros, hay que curarlos
Rafael torres
El historiador considera que debemos sentirnos orgullosos de esta gesta. La carrera militar por controlar los océanos en ese siglo es equivalente a la carrera espacial que vivió el mundo en la segunda mitad del siglo XX. “Navegar el espacio significa una serie de conocimientos técnicos, pero también de unas herramientas más útiles y de una preparación fiable. Todo eso se consiguió en estos buques. Pensemos que tienen que moverse con tres meses de autonomía, esto es: disponer de agua y comida para ese tiempo. Pero también es el posicionarse, cumplir órdenes, que la autoridad se cumpla y que las órdenes de alguna manera permitan llegar al sitio donde se ha ordenado. Eso significa orientarse, significa un montón de elementos que no son fáciles de concebir de forma natural. Esto solo se concibe cuando hay una institución potente, cuando hay hombres formados y cuando hay una tecnología que te ayuda”, afirma el catedrático.
Los autores destacan el día a día de los buques como el gran reto de la navegación. “A parte de los combates, existe una realidad y es la batalla diaria de los buques. La mayoría de ellos y la mayor parte del tiempo, no combaten, están navegando, pero tienen que comer todos los días, tienen que dormir, tienen que alimentarse y, si enferman los marineros, hay que curarlos. Todo eso significa una logística en tierra y en el mar y esa logística la preparan los empresarios, la preparan los trabajadores, toda esa logística es necesario tenerla muy afinada, ser estándar, de tal manera que si alguien llega al puerto de Veracruz, las medicinas que se va a encontrar son las mismas que se van a encontrar en Ferrol, las mismas que se va a encontrar en Manila”, explica Torres.
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