La espantada de Vestas no solo tiene en vilo a los 362 trabajadores que luchan para salvar su empleo en la planta de aerogeneradores que esta empresa danesa quiere cerrar en Villadangos del Páramo (León), tiene en vilo a todo el país.
Además de las cerca de 2.000 familias cuyo futuro depende directa o indirectamente de las negociaciones in extremis con la multinacional para tratar de frustrar su marcha, lo que pasa con Vestas debería servir para resolver un problema de fondo que lastra la economía española.
No es que no haya motivos de sobra para la indignación con Vestas. Tanto los sindicatos como la administración coinciden en criticar lo precipitado de la decisión de la empresa, señalada unánimemente como el villano de esta tragedia para la economía de una provincia con la segunda peor tasa de empleo de España.
Indigna su anuncio de cierre sin previo aviso; indigna tanto aquí como en Europa que se haya llevado 12,5 millones de euros en subvenciones públicas desde que se instaló allí en 2006; e indigna que empiece a hablar del ERE apenas unas semanas más tarde de que acabara el plazo de cinco años que lo obligaba a mantener el empleo.
Echándole la culpa de todo a Vestas no basta para que una situación como esta no se vuelva a repetir
La buena noticia es ver a gobiernos de diferentes colores políticos trabajar juntos, tanto el Ejecutivo socialista de Sánchez como el popular de la Junta de Castilla y León. La mala, sin embargo, es que echándole la culpa de todo a la multinacional que decide irse porque no le salen las cuentas no basta para que una situación como esta se vuelva a repetir.
Política errática
La marcha de Vestas, si finalmente se confirma, no se puede desvincular de la falta de una política energética de país. Igual que nos pasa con la educación y la política exterior, en vez de ser una cuestión de Estado los gobiernos actúan anteponiendo la ideología de cada uno en vez de los intereses del país también en materia energética. Como si tener un tejido productivo sólido, unas relaciones internacionales estables y un sistema educativo a la cabeza de Europa pudiera estar por encima de intereses partidistas.
La marcha de Vestas no se puede desvincular de la falta de una política energética estable de país
Muchos asocian las energías renovables, como tantas otras cosas en España, a una ideología. Como si los aerogeneradores y las placas solares fueran de izquierdas. No es así en Alemania, el país a la cabeza del sector, que tiene en el Gobierno a alguien tan poco sospechosa de socialdemócrata como Angela Merkel desde hace más de una década.
Como el presidente Zapatero quiso hacer del sector su bandera, el Gobierno de Rajoy se esforzó por distanciarse de todo lo que recordara a ZP. La consecuencia colateral de los vaivenes es una inseguridad jurídica que lastra la confianza en España del exterior. España el país del mundo que más pleitos tiene de arbitraje internacional por este tema. Los inversores internacionales le reclamaron al Gobierno de Rajoy más 7.500 millones de euros por recortes de primas a las renovables en una treintena de pleitos. Paradojas de la política de vaivenes, es al Ejecutivo de Sánchez al que le toca defender en esos pleitos la posición de España de cuando legisló contra las renovables, ahora que su Ministerio de Transición Ecológica quiere apostar por ellas.
Para que las plantas de fabricación de aerogeneradores sean verdaderamente competitivas hace falta una demanda local atractiva, no pueden confiarlo todo a la exportación, como ha sugerido algún secretario de estado en la materia a empresarios del sector que le recriminaban en la legislatura anterior que no invirtieran más en el sector.
Vestas se instaló en España un año después de que el país prometiera apostar por las renovables. En 2005, España apostaba por abanderar la transición energética y cinco años más tarde cambió por completo de criterio. Llegó la crisis, la moratoria verde a las renovables y el impuesto al sol. No parece la mejor receta para lograr credibilidad internacional.
"Cuando el negocio local desaparece, desaparece también el tejido industrial", afirma Jorge Morales de Labra, experto en energías renovables y autor del libro Adiós Petróleo. "No deberíamos olvidar que la inexistencia de un mercado local estable no favorece que haya un tejido industrial y, por tanto, de empleo estable en el sector. Las renovables ya no necesitan subvenciones para ser rentables y podrían ser uno de los motores con más futuro de la regeneración económica".
No solo es España quien tiene que ir al rincón de pensar. También la Unión Europea, que presume de ser uno de los referentes internacionales en la lucha contra el cambio climático. Una empresa danesa que ha recibido sus fondos FEDER puede dejar en la estacada una región europea en la que la UE ha invertido muchas ayudas para ayudarle a superar su dependencia al carbón. ¿Es suficiente el compromiso con el empleo que se exige a las empresas para recibir subvenciones?
Las incógnitas
No están todavía claras las razones reales del más que posible cierre de la planta de León de una compañía cuya filial en España da beneficios. Sobre todo por el momento elegido para comunicarlo. "Es extraño que sea ahora que se espera un nuevo boom en el sector de renovables", comenta Labra, que es además director general de Próxima Energía, una empresa del sector. "Justo ahora que vuelve a haber mercado y se están tramitando las nuevas plantas. Se prevé un aluvión de instalaciones de aerogeneradores en los próximos meses", añade.
El boom que espera el sector, sin embargo, no es garantía a largo plazo. La demanda que se ha reactivado para los próximos meses viene del cambio de criterio del Gobierno de Rajoy en 2016, cuando suspendió la "moratoria verde" vigente desde 2012 y convocó tres subastas y proyectó nuevas plantas funcionando antes del 31 de diciembre de 2019.
Además, con el cambio de Gobierno el impulso a las renovables ha pasado a ser estratégico. Pero por más que el nuevo Gobierno de Sánchez tenga las renovables y la lucha contra el cambio climático como bandera con la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, las empresas del sector reconocen no tener la certeza de que esta nueva estrategia vaya a durar a largo plazo. Y menos con un Gobierno en minoría.
No puede ser que España active un sector, lo pare cinco años después y luego lo quiera reactivar en dos meses. Para que se pueda crear un tejido industrial estable, especialmente necesario sobre todo en comarcas como León estratégicas en la transición energética, hacen falta inspirar confianza en el mercado local.
Hace falta que ese frente común sirva también para acordar una política energética de Estado que no dependa de los vaivenes políticos
La dirección de Vestas se reunió a principios de semana en Madrid con la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, y altos cargos del Ministerio de Industria (la ministra Reyes Maroto no asistió a este encuentro), y acordaron abrir "una línea de negociación permanente" que sigue en marcha. Aunque fuentes del Gobierno apuntan a que más que revertir la decisión de la empresa, que parece ya tomada, están tratando de amortiguar las consecuencias. Vestas tiene otras plantas en Daimiel (Ciudad Real) y Viveiro (Lugo) cuyos puestos de trabajo han sido asegurados por la empresa en las últimas reuniones.
Una manifestación masiva recorrió el jueves las calles de León para reclamarle a la empresa que no abandone Villadangos. Ha sido respaldada por los principales partidos políticos y grupos sindicales. Ahora hace falta que ese frente común sirva también para acordar una política energética de Estado que no dependa de los vaivenes políticos.
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