Tosca. Muy tosca. Es difícil asignar un adjetivo más acertado a la estrategia que ha desplegado Pedro Sánchez durante los últimos días. Ha sido su mayor órdago. Una jugada cuyas consecuencias todavía son difíciles de sondar, pero que ha realizado para intentar escenificar el apoyo de la izquierda hacia su figura y hacia la de su mujer. Pedro y Begoña. Nicolae y Elena. Un matrimonio empoderado y un dúo que no duda en recurrir al melodrama y a la tergiversación para aferrarse al poder.
Prueba de esta actitud es que el presidente ha defendido las cuestionables actividades lobbistas de su esposa con una frase difícil de adjetivar. Es la que sugería: ¿Acaso queríais relegar a Begoña a renunciar a su carrera profesional por la de su marido y a ejercer sólo una actividad doméstica? “Si conseguimos que ese razonamiento se imponga, habremos hecho un daño irreparable a nuestra democracia”, ha expresado, en lo que representa una manipulación obscena de la realidad.
Porque aquí la cuestión no es que su mujer trabaje, sino la relacionada con la utilización de su influencia en los ámbitos público y empresarial. Nada de eso le ha importado. No dejes que la verdad empañe tus planes. Lo de estos días no iba de dimitir por verse señalado. Todo esto era una pirueta cuyo fin era reivindicarse -con actitud de caudillo que da un autogolpe- y lanzar un mensaje a sus enemigos: que, pese a Galicia, pese a País Vasco, pese a la amnistía y pese a Begoña, él es un presidente fuerte. Por supuesto, con esta estrategia también consigue situar el adjetivo de 'inviolable' sobre su mujer.
Sobra decir que situar a Gómez poco menos que como un ejemplo para las mujeres que se niegan a “sacrificar” su carrera porque su marido es poderoso resulta demasiado burdo. Es un intento de asignar a su esposa en una posición que no ocupa, pero a través de la que tiene acceso a una serie de información que puede resultar muy interesante en determinados ámbitos de decisión o de negocio. Es igual. Frente a las críticas y a las publicaciones -rigurosas- que señalaban los nexos de Gómez con Carlos Barrabés o con la familia Hidalgo, Sánchez ha optado por la peligrosa actitud de victimizarse ante su público y mostrar las uñas ante sus enemigos.
¿Y ahora, qué?
Lo que viene a partir de ahora es incierto. Porque ha avanzado que su objetivo es el de ponerse a la cabeza de la regeneración de la vida pública, en la que la difamación y la política cizañera -dice- hoy enfangan el debate y desgastan día a día los pilares de la democracia. Está por ver las consecuencias que eso tendrá para el poder judicial y para los medios de comunicación, a los que ha situado en la diana en los últimos días. ¿Qué planea el presidente? ¿Regular contra los bulos? ¿Acotar la acción de los jueces? ¿Qué le espera a España tras estos cinco días de hibernación inexplicable?
En otras palabras: ¿ha cruzado hoy el Rubicón o ha anunciado su intención de hacerlo? Es pronto para decirlo, pero hay algunos episodios que llevan a sospechar de ello.
Porque desde que Sánchez llegó al Gobierno se ha sugerido desde sus terminales mediáticas la posibilidad de regular la libertad de prensa para acotar el radio de acción de quienes lanzan bulos en el terreno digital y periodístico. Incluso se ha hablado de establecer un registro de prestadores de servicios de medios de comunicación que legitime a las empresas del sector y que les obliguen a reconocer cuáles son sus fuentes de financiación.
Las leyes de prensa más restrictivas nunca hablan de censura, sino de garantizar los derechos y el buen funcionamiento de la democracia (véase la de Venezuela en 2004). Pero al final, tarde o temprano, terminan por beneficiar al que gobierna y arrinconar a sus críticos. Quizás lo de Sánchez sólo sea un aviso, pero conviene tener clara la terminología que se utiliza en estos casos porque no suele llevar a una mejora de la situación, sino al acorralamiento de los contrapoderes del Ejecutivo.
Mejora de la democracia
Sánchez quiere encabezar este proceso de ‘mejora de la democracia’ y está por ver los apoyos con los que contará. En Sumar han expresado su disposición a luchar contra los males que expuso en su carta. Y sobra decir que la izquierda institucional y cultural le ha apoyado en cascada en estos días pasados, porque nadie muerde la mano que le da de comer, claro.
Lo que sucede es que la respuesta de la calle ha sido tibia, al igual que lo fue el pasado 23 de julio; o en las citas sucesivas de Galicia y País Vasco. ¿Se atreverá a actuar Sánchez con fiereza contra sus críticos pese a todo? Está por ver. Este lunes, ha justificado su permanencia en la Presidencia en el apoyo recibido en los últimos días. Todo podría pasar. A fin de cuentas, ha copiado el plan que siguieron los Kirchner en 2008, cuando se encerraron en el palacio presidencial y filtraron su falsa intención de dimitir mientras despotricaban contra los conspiradores.
Así que todo puede pasar, pero nada bueno se ve venir. Después de este golpe de pecho y este retiro paródico, el líder del país -y del drama, según The Economist- se ha convertido en alguien más débil, pero más imprevisible. Es un gato panza arriba.
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