El destino ha hecho que a mis años me pasee por España por primera vez con vida de artista. Actuar en un musical te ayuda a conocer la piel de toro por carretera, lo cual presenta evidentes incomodidades pero innumerables ventajas. En la convivencia con artistas he descubierto el lado de la música que desde mi jaula de oro radiofónica nunca vi. Miserias y grandes éxitos se entrelazan de una forma que ya merece abundante bibliografía.
Mi entrevistado, en esta ocasión, pertenece a otra especie. Como un paracaidista del negocio aparece nuestro conductor. Es alguien con una conversación que denota que no es un profano en la materia. Muy al contrario, ya en los primeros kilómetros me planta un criterio musical propio de quien se ha enfrentado a todo tipo de audiencias. Efectivamente, a los dos minutos de conversación apareció su identidad de DJ que durante unas horas cambió los turntables por el volante.
Ha ejercido en la radio y en sala. Desde un club londinense para una panda de heavies pastosos hasta una radio local de pueblecito español, pasando por el Space de Ibiza, las reacciones del respetable siempre son la verdadera y única fuente de conocimiento musical, por mucho que le pese al algoritmo.
Valor y precio
Lo sorprendente vendría varios kilómetros después, cuando entre una versión del clásico de Marvin Gaye, "Sexual Healing", interpretada por una orquesta de Nueva Orleans, y un temazo setentero de Scott Walker, me confiesa cuál es su principal fuente de ingresos. A medida que le hacía preguntas y comenzaba él a sospechar que querría publicarlo, me pidió permanecer en el anonimato. Será parte de su negocio.
La música tiene un valor innegable; puede incluso cambiar conciencias. Nos transporta, nos eleva y tiene un gran poder, pero es otra de sus características la que convierte en oro mi interlocutor: resulta que los discos físicos cambian de precio, y no suele ser a la baja. Aunque me asegura que la gran mayoría de lanzamientos musicales acabarán teniendo solamente el valor de la materia primera con la que se hicieron, otros aumentan su valor de manera exponencial.
Pregunta.- ¿Cómo te defines?
Respuesta.- Yo diría que soy un bróker musical. Me dediqué a coleccionar discos compulsivamente, y por mi profesión como DJ tenía acceso privilegiado a música que no todo el mundo puede tener. Acaparaba, clasificaba y ordenaba piezas que la gente descartaba por falta de espacio, material promocional en desuso o herencias incomprendidas en manos de quienes no las valoraban. Muchas personas que aman este arte han tenido que deshacerse de sus colecciones. La era digital también ha facilitado esto. Creé un perfil para seguir comprando y completando mi colección, consiguiendo discos que no había logrado comprar en su día. Lo que comenzó como una fuente de intercambio se ha convertido hoy en un negocio y en un medio de vida.
P.- ¿Estamos diciendo que ese bien material tan extraño para los millennials llamado disco puede ser una fuente de ingresos si sabes dónde van a estar las revalorizaciones?
R.- Más que saberlo, lo intuyo. Toda la experiencia acumulada como DJ me permite hacer una lectura de lo que la pista quiere. Aplico ese conocimiento y criterio antes de hacer una inversión. Así minimizo el riesgo. Puedo ver más allá a la hora de enfrentarme a un nuevo lanzamiento o una reedición de un disco y me es posible prever el impacto que puede tener en la audiencia interesada en él.
P.- O sea, posees un algoritmo natural que bien quisieran las plataformas…
R.- O quizá las máquinas tienen un conocimiento artificial. El algoritmo no se entiende ni a sí mismo. Es un programa creado por seres humanos. Ahí es donde creo que chocan los conceptos y no sabemos a dónde llegaremos.
P.- Además, tienes un proyecto musical propio con disco publicado. Compras y vendes música, compones y produces canciones, y ahora estás conduciendo una furgoneta llena de músicos. ¿Este negocio es así siempre?
R.- En la música, si no eres un Justin Bieber, creo que al final tienes que ser versátil si quieres dedicarte a lo que te apasiona. Puedes amar la música, pero a lo mejor la música no te quiere tanto como para llegar a fin de mes.
P.- ¿Una de tus últimas apuestas?
R.- El último lanzamiento de Lana del Rey. La compañía ha tenido la estrategia que empieza a ser muy común de publicar el mismo álbum con varias portadas para que el fan completista compre todas las variaciones. En una de ellas, Lana muestra uno de sus pechos, y para mí esa es un unicornio verde. Si salió al mercado costando 30 euros, ahora está en unos 180. Probablemente en 10 o 15 años pueda valer más de 1.000. El Black Album de Prince es un disco que se retiró del mercado por orden del artista horas antes de su lanzamiento oficial. Llegaron a las tiendas algunas copias muy limitadas. Esos tienen un valor incalculable.
P.- Ya que hablas de números, y para conocer un poco más sobre tu negocio, tú inviertes cifras de cinco dígitos en una partida de discos, ¿verdad?
R.- Prefiero no decir cuánto invierto, pero sí te contaré que el truco está en hacer pequeñas compras de forma muy constante. Estudio mucho el mercado y me encanta descubrir nuevos artistas o redescubrir los que se me habían pasado por alto. Analizo si realmente ese disco puede tener un impacto y me puede generar un beneficio. Y en base a la dimensión que yo le presupongo, invierto más o menos con la tranquilidad de que, en el caso de que no se venda, tengo muchas copias de un disco que me encanta.
P.- ¿Cuántos discos tienes en tu colección?
R.- Ahora mismo, catalogados, en torno a los 25.000. Además, tengo otras miles de referencias de música clásica de una persona que me pidió el favor de colocarlas en el mercado. Este género va por otro lado. Su coleccionista suele ser exquisito y hay mucho melómano que no repara en gastos. Mi colección es bastante ecléctica, quizás me inclino por cosas menos comerciales o conocidas. Hay mucha gente que cree tener una joya porque tiene un disco de Michael Jackson, pero les explico que es uno de los artistas de los que más discos se han fabricado en el mundo. Entonces, no tiene tanto valor como supones.
P.- ¿Y si está firmado?
R.- Bueno, va a ser difícil conseguir una firma de Michael Jackson. Pero sí, un disco firmado tiene un valor añadido. Eso sí, quien lo compra tiene que estar muy seguro de que es auténtico. El valor monetario de este tipo de objetos es siempre muy subjetivo y refleja un momento. Yo invierto en eso, no en discos.
P.- ¿En qué casa vives para poder meter más de 25.000 discos?
R.- Gracias a Ikea es más fácil de lo que piensas. Pero sí, reconozco que mi casa no es pequeña. Después de vivir 20 años en Madrid y sufrir el crecimiento exponencial que están experimentando las grandes ciudades en España, el paso que di fue salirme a un entorno rural y poder abaratar mis costes.
P.- ¿Especular con valores artísticos te causa algún problema ético?
R.- Rescato material que podría acabar en un estercolero. Eso es lo que me hace dormir tranquilo. Creo que mi labor es más ética que la de cualquier sello discográfico multinacional.
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