Pasó exactamente nueve días en Madrid, los nueve que quedaron en blanco en su diario donde había llegado a apuntar hasta cuánto le costaba un taxi o si se había despertado o no de buen humor. Llegó un 16 de enero, se fue el día 25 y entre ruedas de prensa, paseos, viajes y noches con la alta sociedad todos pensaron que aquella visita había supuesto un antes y un después. Todos menos él, que se fue sin vender demasiado y sin haber abierto mucho la boca.

El viaje de Andy Warhol (Pittsburgh, 1928 - Nueva York, 1987) a España, a donde vino acompañado por el fotógrafo Christopher Makos y el periodista Fred Hugues, fue un hito para muchos artistas, aristócratas y famosos de la época y fue propiciado por uno de sus amigos, Fernando Vijande, con el que había entablado una amistad en los años 60 en la Factory y para el que, veinte años después y tras mucha insistencia, había creado una exposición ad hoc para su galería de Madrid. Pistolas, cuchillos y cruces estaba compuesta por unas 30 pinturas y 10 dibujos que tenían unos precios que rondaban desde las 780.000 pesetas a los 6.500.000 pesetas y pretendía ser un éxito.

Hablamos de 1983, con la movida madrileña, con un país modernizándose a pasos agigantados, una aristocracia que quería dejar de aburrirse y un intento de apertura cada vez mayor así que para un grupo de personas aquella visita significa entrar en un futuro mucho más animado. Pero aquel grupo era pequeño, el artista apenas era conocido en España, y eso se demuestra con el reportaje que la revista Garbo hizo sobre la primera fiesta a la que fue en la capital, en casa de Manuel March, donde en las fotografías se dio más importancia a la aparición de Isabel Preysler que a la de Warhol. Pero ahora, aquellos días que fueron casi épicos, se muestran en profundidad en el Museo Lázaro Galdiano con la exposición Warhol & Vijande, cita en Madrid, que se podrá visitar a partir de este 17 de mayo y en la que a través de fotografías, mucha documentación, vinilos, obras originales del artista del pop art y hasta objetos que han llegado desde el Museo Andy Warhol de Pittsburgh nos cuenta qué pasó y cómo fue aquella visita que el presidente de la Fundación Suñol, Rodrigo Navia-Osorio Vijante, califica de "hito de la transición en España".

'Mao' (1975) y 'Ladies & Gentlemen' (1975) de Andy Warhol. Abajo: Andy Warhol y los miembros de The Factory en Nueva York, el 30 de octubre de 1969.

MUSEO LÁZARO GALDIANO

Entre lo más llamativos están el retrato de Mao de gran formato perteneciente a la serie 10 Early Maos, que "en 1975 marcó el comienzo de una estrecha colaboración entre Fernando Vijande y el coleccionista Josep Suñol y la configuración de una de las colecciones privadas de arte contemporáneo más destacadas de España: la Colección Suñol Soler", explican desde el Lázaro Galdiano. La serigrafía 128 de la serie Ladies and Gentlemen, el retrato díptico de Fernando Vijande, realizado en la Factory, y el cuadro Cuchillos, cedido a la muestra por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía que y perteneció a aquella primera exposición en Madrid.

La que fue, como no podía ser de otra manera, su primera parada. El día 17 se presentó en la galería Vijande donde se mostraba su obra y donde le estaban esperando muchísimos curiosos y bastantes periodistas, la mayoría muchísimo más interesados por el personaje que por el artista (y por la que los curiosos tuvieron que pagar 100 pesetas por entrar). Preguntas del tipo: "¿Ha cambiado de marca de calzoncillos?" o "¿Es verdad que tiene plástico inyectado en la cara?" fueron algunas de las que le hicieron y las que él contestó sabiendo que aquello era un negocio aunque no dejaba de estar sorprendido por tanto el revuelo. "Hay mucha gente aquí, ¿por qué? ¿Han venido ustedes pagados o son espontáneos", les preguntó.

Rueda de prensa de 1983, de izquierda a derecha, Andy Warhol y Christopher Makos. JAVIER PORTO

Y todavía le quedaba mucho por ver. Aquella noche los March quisieron montar una fiesta en su honor en su casa en la calle Miguel Ángel de Madrid y juntaron a lo más importante y variopinto de la sociedad. María Eugenia Fernández de Castro, Jacobo Fitz-James Stuart, Pedro Almodóvar, Pitita Ridruejo, Pedro J. Ramirez, Lucía Dominguín, la Princesa Tessa de Baviera, Ágatha Ruiz de la Prada, Luis Escobar, Cecilia y Ariel Roth, Carlos Berlanga, Bernardo Bonezzi, Carlos Martorell, Fabio de Miguel, Jaime Chávarri, Gorka Duo o Ana Obregón fueron algunos de los asistentes que se encontraron con un Warhol vestido a capas. Porque al salir del Hotel Villamagna, y cuando le recogió Vijande, iba en vaqueros por lo que tuvo que ponerse un pantalón "más arreglado" encima.

"Lo que más le interesaban eran las marquesas y gente así a ver si le encargaban algún retrato, pero creo que ninguna picó"

PEDRO ALMODÓVAR

Cuentan, los que estuvieron allí que no fueron pocos, que estuvo poco hablador y bastante distante. "Lo que más le interesaban eran las marquesas y gente así a ver si le encargaban algún retrato, pero creo que ninguna picó", aseguró Almodóvar sobre aquella fiesta en el prólogo de uno de sus libros. También que le dijo que le decían que se parecían pero que su contestación fue bastante seca.

Uno de sus amigos, el relaciones públicas Carlos Martorell, aseguró años más tarde que la revista Garbo se encargó del reportaje fotográfico de aquel cocktail de Manuel March. "Dieron más importancia a Isabel Preysler que a Warhol, porque los lectores no tenían ni idea de quién era Andy. Para colmo, yo aparezco en una foto hablando con Isabel (Preysler) entonces Marquesa de Griñón y con María Eugenia Fernández de Castro, entonces Condesa de Siruela, y Garbo, en el pie de foto, puso que era Mila Ximénez, la futura esposa de Santana. Este era el nivel...". Y, según contó la revista, le pidieron que posará con una mujer y él eligió a Ana Obregón como coprotagonista.

Dos de las imágenes que se publicaron en la revista Garbo sobre la fiesta en casa de Manolo March.

Pero a Warhol todo aquello le importaba lo justo, solo en la medida que le repercutiese en su bolsillo. "El arte de los negocios es el paso que sigue al arte. Empecé como artista comercial y quiero terminar como artista empresario. Tras hacer lo que se llama arte, o como quiera que se le llame, pasé al arte de los negocios. Quería ser un empresario artístico o un artista empresario. Ser bueno en los negocios es la más faseiríante de las artes", escribió en su libro Filosofía de A a B y de B a A, en 1975.

"Andy era un total desconocido en España. Un total desconocido. Ahora todo el mundo habla de Andy Warhol"

CARLOS MARTORELL

Así que acudió allí intentando hacer contactos con dinero, que le encargaran retratos, pero no le funcionó demasiado bien y sólo consiguió tres, uno de ellos a Miguel Bosé, mientras que su exposición en la galería tampoco tuvo mucho éxito. Así lo explica Martorell en el documental Estrellas de Warhol: "Andy era un total desconocido en España. Un total desconocido. Ahora todo el mundo habla de Andy Warhol. Todo el mundo tiene el cuadro del niño recién nacido en cuatro colores en la pared… Pero en los ochenta no lo conocía nadie". Y de ahí que pocos quisieran más que una foto con él.

Pero Warhol lo tenía todo bastante bien atado. Antes de venir había cerrado un buen acuerdo por el que se vendiera lo que se vendiera era problema de Vijande que le tuvo que abonar, dicen, unos 15 millones de pesetas por los cuadros que no había conseguido "colocar".

Warhol firmando el retrato de Fernando Vijande, en enero de 1983. LUIS PÉREZ MÍNGUEZ

Aunque sí que dio para muchas anécdotas. Rubén Salazar, director de cine y creador de un documental sobre aquellos días de Warhol en Madrid, aseguró que Pitita Ridruejo consiguió entrevistarle y que fue al Hotel Villa Magna para hacerlo. "Se citaron para merendar y, al llegar a la habitación, se encontraron la puerta abierta y los muebles por el suelo. Pitita, acompañada de su hija, esperó allí mismo; al rato se asomó Andy y le espetó que todo lo había hecho para observar la reacción. Acabaron haciendo la entrevista sentados en el suelo de la habitación".

También, durante aquellos días, el pintor pidió ir al Museo del Prado, aunque sólo a la tienda donde se compró una postal y pasó por completo de las grandes obras de la pinacoteca. Fue también a casa de los Coca y los Fierro, visitó el palacio de Liria, la plaza Mayor, Chinchón y Toledo. Dicen que iba comprado cosas: un cuadro a un pintor callejero, alguna boina y gorros folclóricos... Pero siempre bastante callado.

Andy Warhol durante su visita a Toledo. TERESA NIETO

Y llegó su último día. "La fiesta de despedida de Warhol se celebró en la mansión de la familia Hachuel en Puerta de Hierro. Allí acudieron aristócratas, artistas, modernos y punks. Todo Madrid quería conocer a Warhol, incluido el fotógrafo Pablo Pérez-Mínguez. La velada fue la quintaesencia del eclecticismo patrio: tras el típico cuadro flamenco actuaron dos de los grupos más relevantes de la Movida: Alaska y Dinarama y Almodóvar y McNamara", cuenta la sobrina de Pérez-Mínguez en su biografía.

"Le envolví en la bandera americana y le puse el pincel encima de la raya a medio pintar. Tenía la máquina completamente preparada, tiré una polaroid y ni la miré"

ALBERTO SCHOMMER

Donde también narra una de las sesiones fotográficas en las que decidió participar y en la que el fotógrafo Alberto Schommer "tuvo oportunidad de comprobar en primera persona el enorme ego del artista". "Warhol dijo que mi idea no le interesaba, que él era el que tenía las ideas. Pero yo, que cogí a una traductora norteamericana para que no hubiese problemas, le dije: 'Pues lo siento porque yo te voy a hacer la fotografía'. Le envolví en la bandera americana y le puse el pincel encima de la raya a medio pintar. Tenía la máquina completamente preparada, tiré una polaroid y ni la miré. Luego tiré tres o cuatro fotos pero no pude hacer más porque dejó caer la mano —rememoraba el fotógrafo—. No quiso continuar. Sin embargo, cuando vio la polaroid le dijo a la traductora que era bueno y se dejó hacer una foto en blanco y negro que es una preciosidad", le contaría Schommer.

Al final, se fue un poco como vino. Sin demasiados encargos aunque con el bolsillo lleno por los cuadros que no había vendido y se tuvo que quedar su amigo Vijande. Los que no se quedaron igual fueron los que conocieron y pensaron que aquello les hacía más internacionales, menos de aquella España cerrada, más modernos y que no sabían muy bien ni quién era Warhol.