Con la bendición de los petrodólares del emirato de Abu Dabi ha edificado un Estado donde nada se mueve sin su plácet. Desde las revueltas árabes de 2011 ha intervenido en la región ondeando siempre la bandera de la contrarrevolución, aplastando cualquier esperanza de cambio. Por su astronómica inversión en armas y su financiación de mercenarios y soldados en mil y un conflictos de África y Oriente Próximo se ha granjeado el apodo de la Esparta del golfo Pérsico. A sus 63 años, Mohamed bin Zayed al Nayan, el gobernante de Abu Dabi, mueve todos los hilos de Emiratos Árabes Unidos, la federación de siete emiratos que juega a ser potencia indispensable para estadounidenses y rusos.
“Observa el mundo a través de la lente de los juegos de suma cero, de seguridad e inseguridad. Es muy maquiavélico en su visión de la realidad”, explica a El Independiente Andreas Krieg, reputado analista en seguridad del King's College londinense. Bin Zayed -también conocido por las siglas de MBZ- se convirtió en gobernante de Abu Dabi en 2022 tras la muerte de su hermanastro, el jeque Jalifa bin Zayed, pero había sido el “rey” de facto desde que a principios de 2014 Jalifa sufriera un derrame cerebral.
El anfitrión de Juan Carlos I
Curtido en el arte de moverse en las sombras, Bin Zayed ha creado a su antojo el Emiratos de hoy, construido bajo el poderío económico de Abu Dabi -el emirato que sirve de motor- y los excesos de ocio y lujo de su vecino Dubái. “Suya es la marca de la pequeña Esparta, un país autoritario con base militar que está extremadamente centralizado, pero que al mismo tiempo ha sido muy asertivo y muy innovador en términos del arte de gobernar y de lograr sus objetivos de política exterior y de seguridad”, detalla Krieg.
Ha estado implicado en todos los conflictos que han modelado Oriente Próximo en los últimos años
Anfitrión del rey emérito Juan Carlos y su “exilio” dorado lejos de Zarzuela, Bin Zayed es un cazador nato, capaz de medrar en todos los escenarios. Como rostro de una generación intermedia entre los monarcas más longevos y las jóvenes altezas de Arabia Saudí y Qatar, MBZ ha logrado posicionarse como el más influyente y poderosos monarcas de la península Arábiga. Ha estado implicado en todos los conflictos que han modelado Oriente Próximo en los últimos años, desde la cruenta guerra en Yemen -escenario de las cuitas entre Irán y los reinos suníes del golfo Pérsico- o el bloqueo regional a Qatar hasta la tutela de Mohamed bin Salman, el príncipe heredero saudí al que asesoró en su accidentado ascenso.
Y no han sido las únicas disputas en las que ha asomado su mano. Emiratos ha estado implicado, de un modo u otro, en Somalia, Eritrea, Sudán, Egipto, Libia, Siria o Armenia. “Es un 'Svengali' [el nombre del protagonista de una obra de George du Maurier capaz de dominar, manipular y controlar a otras personas] que gobierna Emiratos con puño de hierro junto a un 'Estado profundo' creado en torno a sus hermanos”, desliza un analista.
Bin Zayed ha alternado esa belicosidad -el presupuesto militar de Emiratos en 2024 llega a los 25.000 millones de dólares, entre los cinco países con mayor inversión en armas del planeta- con millonarias campañas de blanqueamiento. En 2019, en una calculada y eficaz operación de relaciones públicas, MBZ estableció a bombo y platillo “el año de la tolerancia”, creó el Ministerio de la Tolerancia -también existe otra cartera dedicada a la Felicidad- y se apuntó el tanto de la histórica visita del Papa Francisco, la primera vez que un Obispo de Roma pisaba la península Arábiga, la cuna del islam con el que el argentino trata de impulsar el diálogo interreligioso.
El fugaz periplo recibió duras críticas de las organizaciones de derechos humanos internacionales a partir de un dato obsceno y demoledor: el Papa habló de paz allá donde MBZ -en compañía de Erik Prince, fundador de Blackwater- creó un ejército de mercenarios que lucha bajo escudo emiratí en las contiendas en las que el país se halla involucrado.
En contra de la Primavera Árabe y Qatar
“Su visión es la de convertir a Emiratos en una potencia media, como un intermediario entre las grandes potencias o las superpotencias del mundo en un punto geoestratégico del golfo Pérsico, donde pueden conectar Oriente y Occidente así como norte y sur. Emiratos se ve a sí mismo como un líder del sur global”, sostiene Krieg.
Una posición en virtud de la que invierte en África a la vez que promueve el contrabando de armas y el envío de mercenarios; reivindica ante EE.UU. sus credenciales como socio de Israel y, al mismo tiempo, cuida de sus lazos con Putin convirtiendo el país en un refugio donde sus magnates pueden evadir la sanciones de Washington y Bruselas. En Oriente Próximo, subraya Krieg, su principal esfuerzo ha sido “crear una especie de contrarrevolución contra las revueltas de la Primavera Árabe mediante el restablecimiento de estados autoritarios en toda la región”. “Los actores clave a los que apoyan suelen ser tan autoritarios como él. MBZ no cree en el liberalismo político. Es el jefe de una monarquía de base tribal”, agrega.
Esa apuesta ideológica le acercó de inmediato a Donald Trump durante su presidencia -es conocido el ninguneo al que sometió a Barack Obama en sus últimos meses en la Casa Blanca- pero le enfrentó a Qatar, un vecino que a través del poder blando de la cadena de televisión Al Yazira patrocinó unas revueltas árabes que Bin Zayed siempre entendió como un desafío al statu quo y a su propio poder.
MBZ no cree en el liberalismo político. Es el jefe de una monarquía de base tribal
Fue el principal urdidor del severo bloqueo regional que sufrió Qatar entre 2017 y 2021 a manos de Arabia Saudí, Emiratos, Bahréin y Egipto. Los países implicados sellaron la paz hace tres años pero fuentes conocedoras del curso de los acontecimientos admiten en conversación con este diario que Emiratos es aún hoy el más reacio a restablecer lazos. Un recelo que tiene una base histórica -Qatar apostó por su soberanía y rechazó unirse a la federación de Emiratos- que contrasta con la rapidez y la buena sintonía de la que hoy gozan los lazos entre qataríes y saudíes.
“Emiratos y Qatar parecen haber enterrado el hacha de guerra”, desliza a este diario David Roberts, profesor de la escuela de estudios de seguridad del King's College de Londres. “Naturalmente, dada la profundidad de las diferencias evidenciadas durante el bloqueo a Qatar, que en muchos sentidos fue liderado principalmente por Emiratos, existe la duda. Ambas partes todavía tienen diferencias muy significativas, casi ideológicas, cuando se trata de cuestiones importantes que conciernen a la política y la geopolítica en la región, aunque están tratando de avanzar”, agrega.
Ese abismo que les separa se escenificó en Egipto, donde Abu Dabi financió el golpe de Estado de Abdelfatah al Sisi que hizo descarrilar la transición política y la victoria electoral de los Hermanos Musulmanes mientras Doha apostaba por el cambio, tiene desde octubre otra fricción evidente: Israel. Mientras Qatar alberga la oficina política de Hamás y ejerce de preeminente mediador de las negociaciones entre Israel y el movimiento islamista palestino, Emiratos ha luchado por preservar sus formidables relaciones con Israel, país que reconoció oficialmente en 2020 en los bautizados como Acuerdos de Abraham auspiciados por Trump. Una batalla contracorriente que le une a Marruecos, otro de los países que normalizó lazos con Tel Aviv en lo que los palestinos consideran una traición a su causa.
El representante de Israel entre los árabes
“Ambos están alineados en su deseo de colaborar con Israel, tanto antes como con los Acuerdos de Abraham”, admite Roberts. “Aunque hoy estén luchando por preservar ese pacto, a largo plazo doy por sentado que los Acuerdos de Abraham sobrevivirán”, añade. Gracias a ese pacto a tres bandas, Emiratos pudo acceder a tecnología israelí como el software espía Pegasus y emplear a Marruecos como el brazo ejecutor, el encargado de en nombre de los emiratíes escudriñar en los dispositivos de disidentes, mandatarios internacionales y cualquiera que ponga en peligro su fortaleza.
Emiratos pudo acceder a tecnología israelí como el software espía Pegasus y emplear a Marruecos como el brazo ejecutor
“MBZ quería que esa relación con Israel les permitiera comprar equipos de seguridad y defensa de Israel, haciendo a los Emiratos más poderoso, permitiéndole compartir tecnología y transferir conocimientos y tecnología desde Israel. Para Emiratos, Qatar es un competidor clave, porque tiene una visión diferente de la región. Qatar no cree en el autoritarismo y ha estado apoyando todo tipo de actores no estatales y movimientos de liberalización en todo el mundo árabe, especialmente durante la Primavera Árabe. Al Yazira ha sido un portavoz fundamental en ese movimiento que los emiratíes perciben como una amenaza”, subraya Krieg. Para los argelinos, la opa sobre la española Naturgy de la emiratí Taqa -con importantes intereses en Marruecos- es el último fruto de esa alianza.
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