Más de la mitad de los jóvenes españoles opinan que los robots deberían pagar IRPF y cotizar a la Seguridad Social como el resto de trabajadores, según una encuesta del Instituto Santalucía. Además, el 71,46% de los millenials --los nacidos entre 1981 y 1993-- piensa que la robotización del trabajo hará necesaria una renta universal compensatoria.
No son planteamientos tan ingenuos como pueden parecer en el segundo país con más paro juvenil de Europa. Tanto la renta universal como la posibilidad de gravar a los robots son un reclamo que también hacen expertos tan veteranos en el mundo de la tecnología como Bill Gates, el fundador de Microsoft.
Los tecnólogos como él advierten de que la robotización va a cambiar las reglas de juego del mercado laboral de un modo tan profundo que es necesario repensar las prestaciones a los trabajadores para compensar a quienes van a verse desplazados por la robotización. Y para ello habrá que repensar también qué o quién cargara con la factura.
¿Pueden pagar impuestos las máquinas? Los expertos coinciden en que hay que hacer algo, pero no está claro qué. "No solo deben preocuparnos los robots y cómo pueden desvirtuar los ingresos fiscales, me preocupa el sistema en su conjunto", afirma Manuel A. Hidalgo, profesor de Economía de la Universidad Pablo Olavide, acaba de publicar El empleo del futuro (Deusto).
Se nos derrumba el sistema
Mientras el mundo cambia más rápido que nunca en las últimas décadas y avanza hacia la digitalización, el sistema impositivo sigue concebido como en el siglo pasado. "Nuestros diseños de impuestos están pensados para una sociedad de los años 50 del siglo XX", afirma Jorge Onrubia, profesor titular de Hacienda Pública en la Universidad Complutense e investigador asociado en Fedea. "Las relaciones entre los ciudadanos y las rentas del trabajo cada vez se parecen menos al siglo XX, pero no las estamos adaptando y se nos derrumba el sistema".
Las mejoras en las condiciones de las jornadas de trabajo en el primer mundo que se lograron desde la Revolución Industrial implantaron los subsidios de desempleo, la jornada laboral de 40 horas semana, etc. Sin embargo, una transformación tecnológica como la robotización que estamos viviendo altera los sistemas desde la raíz, igual que las anteriores revoluciones industriales modificaron la forma de organizar la sociedad.
La economía digital acaba con fronteras que antes eran claras. "Ya no está claro qué parte de la productividad depende de la actividad y qué parte depende realmente del tipo de tecnología de la que has optado", añade Onrubia. Es la discusión en torno a servicios como Uber y Cabify los repartidores de Deliveroo. ¿El valor añadido lo pone la tecnología o el trabajador? Esto despierta otro fantasma, el de la precariedad, que deteriora el mercado laboral a la vez que las arcas públicas cuando los salarios están condenados a ser bajos.
"Sabemos que el volumen de automatización de cierto empleo puede llegar a ser del 60%", afirma César Novoa, Catedrático de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de Santiago de Compostela y miembro de la AEDAF. "Es posible que en las próximas décadas millones de empleos sean prescindibles. De cumplirse, más paro supondría menos contribuyentes en IRPF --que actualmemte aporta más del 40% de la recaudación tributaria-- que no van a pagar el impuesto. Y habría un mayor gasto amortizable por la maquinaria que sustituye a los trabajadores".
¿Qué es un robot?
¿Cómo adaptarse entonces? el gran pero con el que se encuentran los teóricos en sus reflexiones acerca de un sistema fiscal adaptado a la era de robotización es el de definir qué es un robot. Es una cuestión clave puesto que este concepto puede, por ejemplo, llevar a decantarse por imponer una tasa a los propios robots o a plantear una mera adaptación de la actual estructura de impuestos para sostener una economía con menos declarantes por IRPF y más tecnología en las empresas.
"No está claro que es un robot, ¿es un software? ¿es un coche autónomo? ¿es una aspiradora que se mueve sola? El tema es complejo", afirma Santiago Soler, secretario general de Adecco.
Todo apunta a que cuando hablamos de la robotización no es que vayan a llenarse las fábricas de humanoides como C3PO en Star Wars. Hablamos de sistemas automáticos. ¿Una planta de producción de automóviles totalmente automatizada a cuántos robots equivale? ¿Es un robot la mecánica que controla los cajeros automáticos y el resto de transacciones financieras? ¿Y las hojas de cálculo son un robot? Muchos economistas sostienen que es imposible delimitar qué es un robot y qué no lo es con carácter fiscal.
La dudosa tasa a los robots
Con estas dudas en el horizonte, las opiniones mayoritarias se dividen entre la revolución fiscal o la adaptación. Para empezar, hay quien piensa que los Gobierno pueden usar la fiscalidad para frenar o al menos amortiguar el proceso de automatización, evitando cambios sociolaborales bruscos, y para al mismo tiempo reforzar los sistemas de protección social.
¿Cómo? "No incentivando en exceso la incorporación de robots, para limitar la pérdida de puestos de trabajo o estableciendo una imposición sobre la maquinaria", plantea como una posibilidad Novoa, que se suma así a los expertos que avistan un posible tributo que grave la incorporación de robots.
Se trataría de ligarlo al estado del Bienestar en la medida en que sustituyen a los salarios y vincularlo a una renta básica. Sería, en la teoría, un tributo que se podría gravar en función del ahorro en salarios. El problema es que muchas veces no se puede determinar la pérdida exacta de puestos de trabajo porque la innovación también crea otros nuevos.
Además, son estos avances tecnológicos lo que están aumentando la rentabilidad de las empresas. Si les sale a cuenta sustituir trabajadores por tecnologías, esto forzará en una primera fase una menor contratación de mano de obra. Pero si no se adaptan tecnológicamente pueden no sobrevivir y destruir empleo igualmente por la quiebra, dado que tienen que competir en un mercado global.
Por eso Onrubia no está en absoluto desacuerdo con tasar a los robots. "Es un disparate la idea de cobrar impuestos a los robot". Soler, que también se encuentra entre los escépticos, plantea: "¿Si tu móvil tiene inteligencia artificial y con sus app sustituye alguna función tendría también que pagar impuestos por destruir empleo?".
En esta misma línea, Daniel Viader, profesor de los Estudios de Derecho, experto en derecho tributario de la UOC, avisa de que "hay que repensar el sistema impositivo porque descansa sobre personas físicas que tributan sobre la renta y las personas jurídicas que tributan”.
A Hidalgo también le surgen muchas dudas de la viabilidad de ponerle una tasa a los robots. "Lo que genera aumento de productividad a largo plazo es la tecnología y algo así encarecería la innovación y lastraría el progreso", afirma el economista. "Sería poner palos en las ruedas del desarrollo. Esa maquinaria ayudaría a abaratar productos para que estuvieran más al acceso de todo el mundo".
Un problema de estructura fiscal
Mientras tanto, los hay que claramente vislumbran una reorganización tributaria, ante lo que siempre cabe la duda de si las instituciones llegarán tarde en lo que a fiscalidad se refiere a los cambios tecnológicos, como evidencia la más que conocida, pero de momento no aplicada, 'Tasa Google'.
"Yo creo que ese hipotético impuesto sobre los robots no será en el IRPF, sino un sobrecoste en el Impuestos sobre Sociedades para que lo paguen las empresas que se benefician de ellos", afirma Javier Gómez Taboada, abogado y vocal Responsable de Estudios e Investigación de AEDAF. "De esa manera se puede solventar un problema de ingresos a la Seguridad Social".
"Por otro lado, si con la robotización se pierde empleo, no va a haber tanto consumo, con lo que podría caer la recaudación por IVA y los impuestos especiales (como los que gravan los carburantes)", añade, dando la idea de que el impacto en la fiscalidad de la evolución tecnológica del empleo será un efecto en cadena que apunta a un nuevo reparto del peso recaudatorio entre los actuales impuestos.
Viader también ve posible un impuesto a los robots, pero matizando que podría vehicularse a través de los impuestos actuales: “A todas aquellas personas físicas o jurídicas que se dotan de personas electrónicas para incorporarlos en el sistema productivo se podría incorporar un gravamen específico en el Impuesto sobre Sociedades ya existente destinado a paliar la destrucción de empleo en el sistema impositivo de esta empresa”.
En sus reflexiones, aporta otra opción: “Otra posibilidad es crear un gravamen específico. Una empresa de repartidores que en vez de tener trabajadores con una moto sustituye estos por repartos con dron, tendría que pagar más impuestos por incluir la robotización”. Sin embargo, el propio Viader reconoce que quien debería pagar este impuesto no es el propietario del robot ni el fabricante, sino el usuario. Así que al final volvería a ser un impuesto a los consumidores, no a las máquinas.
Por tanto, de lo que no le cabe duda a ningún experto es que necesitamos readaptar el conjunto de los impuestos que tenemos. La capacidad de pago de impuestos va a seguir dependiendo del trabajo, por las rentas o por la acumulación de riqueza. “Hay que diseñar impuestos que midan bien esas nuevas vías de acumulación de riqueza y compensen las que van quedándose obsoletas”, reconoce Onrubia.
El reto de la globalización
La cosa se complica aún más si se tiene en cuenta que la robotización puede suponer un elemento dinamizador de la globalización. Deslocalizar una empresa será más fácil si no hay que movilizar personal, sino sencillamente máquinas. Por no hablar de la capacidad de producir bienes y servicios en un país para ofertarlos en otros.
Novoa subraya el reto: "Actualmente, la deslocalización tiene un freno en la falta de trabajadores cualificados en países que serían fiscalmente más ventajosos. Con los robots, será más fácil escapar a otras jurisdicciones fiscales porque una empresa puede meter sus robots en un camión e irse a otra parte". Lugares, por ejemplo, sin EREs ni huelgas.
"Un mundo global plantea el problema de la tributación de las grandes empresas, porque la fiscalidad siempre se ha entendido anclada a la residencia de los empresarios", completa Gómez Taboada. En es sentido, plantea la duda de si deben pagarse impuestos en los países de origen de las empresas o allí dónde están en sus consumidores. "Hay que tener en cuenta que solo entre China e India puede haber 2.500 millones de consumidores", advierte.
"Es más fácil cobrar en el consumo que en la producción", estima Hidalgo. "El consumo es más fácil de localizar. Si compro aquí un ordenador que ha sido fabricado en 80 países diferentes puedo cobrar el IVA aquí porque es fácil de localizar".
Pero eso no es sino una llamada a la cooperación internacional. Si cada país hace la batalla por su lado, la guerra está perdida.
“Hay que buscar una decisión consensuada”, afirma Viader: “Es muy importante que el liderazgo sea conjunto y que la UE armonice un nuevo sistema impositivo para la UE. Nunca es buen momento para introducir nuevos tributos, pero sin reformas no sobrevive el estado de bienestar", señala.
"Cada país haciendo la guerra por su lado es inviable", coincide Onrubia. "En la UE habría que tener un impuesto de sociedades uniforme para que haya una fiscalidad integrada. La UE tiene mecanismos para conseguirlo. A los países les cuesta ceder soberanía fiscal, pero el IVA demuestra que se puede hacer un grado de homogeneidad altísimo", sentencia.
Más educación, por si acaso
Soler es mucho más optimista sobre el impacto de la robotización en el empleo. Tiene presente el último informe publicado por Adecco, según el cual tres de cada cuatro expertos en recursos humanos en España opina que la Inteligencia Artificial no es un peligro para el empleo, pero sí supondrá un auténtico reto de adaptación: "La Cuarta Revolucion Industrial no es más que un proceso de innovación y la innovación siempre ha generado riqueza y con ella llega mayor bienestar social. Creo que la robótica en el medio y largo plazo creará empleo, no lo destruirá en el medio plazo. Lo que hay es que poner el foco en la mejora del sistema educativo para ayudar en el corto plazo".
También un estudio reciente de PWC sugiere que la AI va a traer buenas noticias a los empleados. Más que destrucción de empleo por los robots, lo que PwC vaticina es un aumento de la productividad. "En la actualidad los grados de afectación que vemos en el empleo es que la IA afectará a un escaso 3% a corto plazo", afirma Marta Alaman, socia responsable de Laboral en PwC Tax and Legal Services. "No creemos que la revolución digital vaya a ser un cambio tan acelerado como parecía. Pero deberíamos reorientar nuestra fuerza de trabajo allí donde se necesita. Hay que empezar por adaptar la educación a las profesiones que van a ser más necesarias para que luego no sea un shock".
Más allá de cuántos humanos tengan trabajo en el futuro el debate está en qué tipo de empleo será este. El esquema tradicional de que alguien aprende un oficio y trabaja hasta que se jubila hace décadas que está obsoleto, como también lo están la promesa del pleno empleo. "El subsidio de desempleo del futuro deberían financiarlo las propias empresas con programas de reciclaje de sus trabajadores", apunta Onrubia. “Se podría establecer un mecanismo de tercer sector con las compañías para que ellas atenúen el impacto de del desempleo que produzca la automatización. Parece ciencia ficción, pero por ahí van a ir los tiros".
Robots en Hacienda
Y al final de la cadena siempre está el fraude fiscal. Porque, tal vez, si aflorara la economía sumergida muchos de estos debates no haría falta ni plantearlos. Si los robots ayudaran, por ejemplo, a recaudar hasta el último euro, en el caso de que esa siga siendo la moneda de cambio ¿haría falta pensar en cómo subvencionar a los trabajadores desplazados por los robots?
La Inteligencia Artificial puede ser, paradójicamente, lo que ayude a investigar el fraude fiscal y aumentar la recaudación reduciendo la evasión."Con big data se pueden ayudar a tener programas de empleo mucho más eficientes, que hagan coincidir la oferta y la demanda, así como la formación necesaria de cada uno", afirma Hidalgo. "Además con inteligencia artificial será mucho más eficiente la gestión de recursos públicos y hasta la recaudación. Pero para eso el Gobierno de turno tiene que tomarse en serio el cambio".
Muchos países europeos hace años que han creado grupos de trabajo para aplicar el big data al control tributario. En España todavía no existe tal cosa. Tenemos muy buena tecnología para el pago voluntario de impuestos, pero para detectar a los que no pagan sigue estando pendiente, coinciden los expertos.
Así es que los robots introducen el problema, pero la solución está en otra parte. De momento, la Agencia Tributaria asegura que mientras el futuro no sea un presente tangible hay poco que hacer. Sin embargo, la mayoría de expertos coinciden en subrayar que hacen falta otras vías fiscales de ingresos para mantener el sistema, ya antes de la era de la robotización, y que hay que ir pensando en qué se puede hacer. A través del IRPF, del Impuesto sobre Sociedades y del consumo, por ejemplo.
"Hay que buscar alternativas porque si cada vez trabaja menos gente, nos tenemos que acostumbrar a que las pensiones se van a tener que financiar con impuestos de naturaleza no laboral". "El impuesto de beneficios empresariales tendría que dar para más", apunta Onrubia como quien habla del presente, pero pensando en el futuro.
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