Es la historia más desconocida de quien ha pisado escenarios abarrotados en todo el mundo. En ella no solía haber aplausos sino miradas amenazantes, insultos y silencios. Comenzó en la infancia de la San Sebastián de los años 80 y se agudizó en la madurez de los 90. El clima social y político lleva años contaminado de intolerancia, funerales y odio. Menos aún en un hogar en el que la amenaza de la violencia sobrevolaba. Pablo no tardó en descubrir que su apellido podía convertirse en una suerte de diana. Escucharlo en la calle suponía activar la alerta. Se los encontró en el colegio, en la universidad, en la calle.

Apellidarse Benegas cuando tu padre era el consejero de Interior del primer Gobierno vasco o el máximo representante del socialismo en Euskadi pronto se convirtió en una dura mochila. Fue el peso que sólo la música, su madre y los amigos lograron aliviar. Más tarde se impuso la rebeldía ante la injusticia que le llevo a no callarse, a denunciar donde otros guardan silencio.

Ahora, a sus 47 años y una carrera musical repleta de éxitos como integrante de 'La Oreja de Van Gogh' ha decidido contarlo. Es algo que siempre le había "rondado". Debía contar aquellos 15 años complicados vividos y que pocos conocían en los que el temor también dejaba la puerta abierta al amor, la amistad y las nuevas experiencias. Su padre dio la cara y él también lo hizo a su manera impulsando movimientos cívicos como 'Basta Ya' o iniciativas contra ETA y el apoyo de HB. Ahora en 'Memoria' (Plaza Janes) lo deja por escrito para que conste lo padecido, para que las nuevas generaciones como las de sus hijos sepan que hubo quien mató por pensar diferente en las calles de la Donostia en la que hoy juegan. La misma ciudad de la que nació el grupo que surgió casi como refugio y que le hizo triunfar junto a sus amigos y que hoy sigue enganchando a las nuevas generaciones.

Pregunta.- Tiene 47 años. ¿Por qué escribir a esa edad una suerte de memorias, no sólo sobre su faceta musical, sino también más personal?

Respuesta.- Son cosas que me rondaban desde hace años por la cabeza y no había encontrado el momento por la intensidad que conlleva el grupo. Al terminar la gira de 2022 volvimos de América y hablamos de darnos un tiempo para descansar, para estar con las familias. Me pareció un momento para empezar a escribir lo que me rondaban por la cabeza. No tenía muy claro si llegaría a ser un libro, pero quería volver atrás, revisitar algunos momentos.

P.- No es la historia del integrante de ‘La Oreja de Van Gogh’ sino la historia de Pablo…

R.- Sí, eso es. Son 15 años de mi vida en los que también mis compañeros son muy importantes. Una de las cosas más bonitas que me ha dado ha sido la generosidad que han tenido conmigo al permitir que esa parte de los comienzos del grupo la pueda contar yo, con mi mirada y poniendo el acento donde a mí me parecía.

P.- De lo que cuenta en ‘Memoria’ queda muy claro que las circunstancias en las que creció le marcaron de modo importante. Aquella Euskadi de los 80 y 90 en la que la violencia lo marcó casi todo, en especial a una familia inmersa en la política como era la suya.

R.- Al regresar a aquellos momentos me he dado cuenta de que me marcó en muchas cosas. En realidad, mi vida siempre fue así. La amenaza en torno a mi familia siempre estuvo presente. Hay un momento que disocie lo que pasaba y lo que yo sentía. No había vuelto a ese tiempo y ahora lo he hecho. Echando la vista atrás y haciendo memoria me he dado cuenta de las situaciones tan graves por las que pasamos. Yo no soy una historia única, soy uno más de tantos hijos de cargos electos y de responsables políticos, sobre todo del PSOE y el PP y también del PNV, que vivieron y pasaron por lo mismo en Euskadi. Esa sensación de odio, esa violencia que generaba sobre los hijos de los dirigentes de esos partidos es algo que muchos lo hemos llevado. A veces necesitas que pase el tiempo para ser consciente de lo tremenda que fue esa la situación.

P.- Usted reivindica el papel olvidado de las esposas de los cargos políticos. Esas madres que cumplieron un papel fundamental en familias amenazadas.

R.- Sí, porque el papel de ellas era necesario para que ellos, los dirigentes, pudieran luchar por las libertades de todos. Era algo encomiable y necesario que alguien se quedara en casa cuidando de la familia. Es un papel poco reconocido y que hay que poner en valor. Pasaban el mismo miedo, pasaban por situaciones tremendas y lo hacían sin el reconocimiento que sí tenían ellos. Por eso he aprovechado para que sea un homenaje, a través de mi madre, a las muchas mujeres de dirigentes que pasaron por esa situación.

P.- Ahora tiene más edad que la que tenía su padre cuando asumió importantes responsabilidades políticas en aquel País Vasco violento. Con la madurez y el paso del tiempo,  ¿ha valorado más el paso que dio su padre y por el que se jugó la vida?

"A veces necesitas que pase el tiempo para ser consciente de lo tremendo que fue esa sensación de odio que se generaba sobre los hijos de los políticos"

R.- Sí, tremendamente. Piensa que cuando él tenía que asistir a funerales de guardias civiles siendo consejero de Interior del primer Gobierno vasco yo estaba con mis compañeros viajando por el mundo, disfrutando de la música y viviendo una vida absolutamente antagónica a la suya. Es sobrecogedor. La suya fue una generación de políticos, diría que casi de intelectuales, que se encontraron con un país en las manos y tuvieron que afrontar situaciones complicadísimas. Tenían esa mirada de los políticos generados durante la etapa franquista que tenían un sentido de lo público y una mirada de altura. Lo entendían de otro modo a como se percibe ahora. Son una generación a la que le debemos muchas cosas.

P.- Todos conocimos al ‘Txiki’ Benegas político, pero ¿cuál fue la cualidad como persona, como padre, que más le marcó?

R.- Su parte pública, su papel para generar acuerdos y logros por la convivencia en nuestro país, es conocida. Fueron muchos y es un orgullo ver su apellido en muchos de los grandes acuerdos como el Pacto de Ajuria Enea. Pero la parte que quizá nadie conoce, la de padre, es cierto la sacrificó en parte por el reto que tenía delante. Sí tuvo la cualidad de aparecer cuando hizo falta. Su mirada era de amor incondicional y eso siempre me generó mucha confianza. En los momentos en los que tuvo que estar siempre apareció. Tuvo la sensibilidad para darme confianza y seguridad.

P.- La San Sebastián que ahora disfrutan sus hijos poco se parece a la que usted describe en ‘Memoria’. Al describirla, ¿ha recuperado episodios incómodos que el tiempo le había borrado, que estaban casi olvidados?

R.- Sin duda. He revisitado momentos que no tenía procesados, a los que no había vuelto. Escribir ha sido muy terapéutico. He comprendido cosas y me he perdonado cosas. Le he puesto nombre a algunos monstruos y he entendido el porqué de muchas situaciones. Me he acordado mucho de mis hijos. Somos los padres de la primera generación de niños que va a vivir en Euskadi sin terrorismo. He sentido la responsabilidad de tener que contarles qué pasó, porque si pasean hoy por Donostia ya no se van a encontrar con aquellas pintadas para preguntarnos qué fue lo que ocurrió. Por eso creo que tenemos que hacer el ejercicio de contárselo, por la dignidad de las víctimas y sobretodo porque el odio que generó todo aquello sigue ahí. Para que no vuelva a brotar es muy importante que sepan que por esas calles por las que ahora pasean con sus amigos se asesinaba a gente por opinar diferente y que hubo personas que se jugaron la vida por defender las libertades y los derechos de los que hoy disfrutan. Es necesario hacer memoria y que lo conozcan para poder mirar al futuro y construir una Euskadi en paz y drenar el odio que sigue estando ahí.

P.- ¿El apellido Benegas le pesó demasiado en algún momento de su vida?

R.- Sí. Hubo una parte de mi vida en la que en la calle me di cuenta de que había peligros. En casa mi madre se ocupó de blindar nuestra infancia y que no entrara todo eso. Pero en la calle sí me empecé a dar cuenta al escuchar el apellido de mi padre casi siempre como amenaza. Cuando lo escuchaba en la calle me hacía estar alerta. Ahí me di cuenta del odio, de esas miradas del odio que son demoledoras, sobre todo cuando eres muy joven. Te anulan, te generan mucho miedo, no entiende por qué, son miradas que deshumanizan. Después me junté con cuatro amigos, montamos un grupo de música y las cosas fueron muy bien y acabé escuchando el apellido de mi padre, pero porque se me reconocía dentro de un grupo de música. Eso fue un alivio.

Tenemos que hacer el ejercicio de contárselo a nuestros hijos, por la dignidad de las víctimas y porque el odio que generó todo aquello sigue ahí"

P.- Tiene canciones relacionadas con el terrorismo. No fue ni es un tema muy presente en los grupos de música y muchos de los que lo han hecho ha sido más en apoyo que en forma de denuncia. ¿Fueron ustedes más valientes?

R.- Hemos escrito algunas canciones, sí. Nuestra música era un grito de esperanza. Necesitábamos salir de la tristeza de ese gris de Donosti de aquellos años. El local de ensayo nos permitía hablar de otras cosas, entender que la vida también se abría paso entre esos escombros, esa tristeza y poder cantarle a nuestros amores, a la amistad, a la vida. En muchos de nuestros discos hay referencias al terrorismo y sus consecuencias, siempre hemos tenido ese compromiso vital.

P.- Siendo un grupo vasco, ¿abordar esta cuestión les ha causado algún problema?

R.- No. Al comienzo sí provocaba muchas preguntas sobre el terrorismo por el mero hecho de ser vascos. Era una pregunta ineludible. La contestábamos sin problema. Pero el grupo se hizo tan grande que nos sacó de aquí.

P.- ¿Ahora habría que escribir una canción a la paz que vive Euskadi? O no lo ve tan clara…

R.- Bueno, ahora pondría el foco en el odio, está más presente que nunca en todos lados. Hay una forma de mirarnos, de ver al otro, que es peligrosísima y que se nos puede ir de las manos. El origen de todo lo que ocurrió aquí en Euskadi fue el odio, esa mirada sobre el otro, deshumanizada, el enemigo al que habría que aniquilar. Estamos viendo ahora que ese odio a otros niveles sigue estando muy presente. Me preocupa. Una sociedad como la nuestra debería haber aprendido de todo aquello para que no vuelva a ocurrir. Aún hay un odio que hay que conseguir drenar para dar pasos hacia una convivencia futura en Euskadi en paz y tolerante. Aún hay muchas cosas que hacer porque hay muchos que aún no han aprendido nada. Y eso me entristece, me entristece que puedan seguir transmitiendo a sus hijos aquello que generó tanto dolor en esta sociedad.    

P.- Cuando en aquella sociedad vasca y en una familia que vivía bajo esa amenaza usted les dice que va a dedicarse profesionalmente a la música… ¿Qué le dijeron?

R.- Para ellos fue un motivo de orgullo. Los padres de mis compañeros fueron muy importantes también. Éramos muy jóvenes. Todo pasó muy rápido. Fue un momento de orgullo para ellos, en especial para mi padre. Le encantaba todo lo que pasaba con el grupo. Escuchaba las maquetas, opinaba, le dio mucha vida. A mi madre también. Los padres del grupo fueron muy importantes en aquellos años tan tiernos y bisoños en los que nos podíamos haber equivocado y confundido muchas veces. Estuvo muy bien que siempre estuvieran ahí.

P.- Y ‘Txiki’ Benegas padre, ¿era muy crítico con aquellas maquetas?

R.- Sí era crítico, pero era una persona que escuchaba. Me he acordado mucho de él escribiendo el libro. Estaría orgullosos. Ha estado muy presente.

P.- Esa interpretación de la sociedad, esa implicación en el rechazo a ETA ¿también le unió a ese grupo de amigos que terminaría por ser el germen de ‘La Oreja de Van Gogh’?

"El éxito no te cambia, te da la el poder de ser quien eres, si eres generosos podrás serlo más pero si eres egoísta también lo harás más"

R.-  Éramos un grupo de amigos que sí teníamos una mirada sobre nuestra sociedad y lo que pasaba alrededor que era muy parecida. No comprendíamos la anestesia colectiva que había en mucha gente de nuestra generación cuando ocurrían situaciones tan graves. Tuvimos la necesidad de hacer cosas por nuestro propio camino, hacer manifestaciones. Sí tuvimos ese vínculo. El grupo es algo posterior, pero en esas manifestaciones con contramanifestaciones, sí se creó un vínculo muy fuerte. Cuando sientes a tus compañeros cerca y ves que el hombro de tu amigo no se despega, que sigue contigo, eso genera un vínculo muy fuerte.

P.- Amigos que aparecen en el libro y de los que cuenta sus vivencias. ¿Qué le han dicho?

R.- Todos los pasos los he comentado con ellos, desde la decisión de escribir. Les agradezco que permitan que sea mi mirada la que cuente nuestra historia. Lo leyeron los primeros y les encantó, me dijeron que les devolvió al origen del porqué del grupo, de cómo ocurrió todo, del montón de casualidades que tuvieron que pasar para que acabáramos en un local de ensayo. Eso les ha devuelto al origen 30 años atrás.

P.-  En este viaje a su pasado, ¿ha percibido si el éxito le ha cambiado mucho? ¿Cómo ha visto la evolución del grupo desde entonces hasta la actualidad?

R.- El éxito no te cambia, te da el poder de ser quien realmente eres. Te da esa fuerza, ese poder. Si eres una persona generosa podrás serlo con más personas de las que nunca hubieras imaginado y si eres egoísta también lo harás de modo sobredimensionado. En realidad, saca lo que tu realmente eres, te da el camino. Y respecto al grupo diría que hemos cambiado mucho, hemos evolucionado mucho. En la parte artística es inevitable. En los primeros tiempos no sabíamos muy bien lo que hacíamos, No éramos estudiosos de la música ni teníamos estudios musicales. Si los hubiéramos tenido es probable que nunca hubiéramos hecho esas canciones. Ahora creemos que podemos llegar más lejos, ser más finos con lo que hacemos, ser más quirúrgicos. Es la evolución normal en la vida y en la profesión de cualquiera.

P.- La ‘Oreja de Van Gogh’ actual ¿en qué se parece a la inicial? ¿El perfil de público ha madurado con ustedes? ¿Es más difícil conectar con las nuevas generaciones?
R.- Sentimos que hemos vuelto a  conectar con una generación que no había nacido cuando escribimos nuestro primer disco. Nosotros siempre hemos escrito historias pequeñas, cotidianas. Creemos que en lo pequeño está lo universal, lo grande. Es lo que ha hecho conectar a la gente joven con nuestra música. Es cierto que ahora en nuestra música también la vida se ha vuelto más compleja, tiene muchos más ángulos. Nuestras historias tienen que ver con la edad que tenemos, con nuestro momento vital y hay gente joven que no está ahí pero sí los que arrancaron con nosotros. Seguimos con ellos y hemos conectado con una generación nueva. Estamos encantados.

P.- ¿La música actual ha dejado de ser algo artesanal para convertirse más en un negocio?

R.- En general, en toda la cultura se está apostando por el volumen y se está abandonando el contenido. Se impone una visión comercial a base de generar mucho y se abandona la calidad. Se está perdiendo algo muy importante que siempre había tenido la literatura, el cine, la música; generar emociones, inquietudes, hacerte pensar. Se está perdiendo frente al ocio. El ocio está venciendo. Esa falta de exigencia es algo que se está imponiendo. Es un error que la cultura se esté convirtiendo sólo en ocio y no en algo que te conmueva, que te haga pensar. Es un momento complicado.

"En la música se está perdiendo algo muy importante que siempre había tenido, generar emociones, inquietudes, hacerte pensar. Sólo se busca el ocio"

P.- ¿Las nuevas generaciones no lo reclaman o no se les ofrece?

R.- Un poco de todo. Ahora picoteamos por todo, pasamos por encima, no profundizamos. Ya no se apuesta por nada. No tienes que comprarte un disco y se ha perdido ese momento en la tienda en el que tenías dos discos y debías decidirte por uno. Ibas y volvías y finalmente optabas por comprar uno y no otro. Luego llegabas a casa y te decepcionaba pero le dabas una segunda oportunidad al disco y terminaba por convertirse en tu disco de cabecera. Eso ya no ocurre, se pasa por encima. Si no te gusta lo quitas y ya está. Se ha perdido esa parte de apuesta. Es una sensación que no me gusta. Hay obras que tiene una profundidad y calado por el que hay que apostar, insistir y darles una segunda oportunidad para que te marquen.

P.- ¿Cómo ve el fenómeno Taylor Swift? ¿puro negocio o arte?  

R.- Creo que es una chica con discurso, con contenido. Es un estilo de música al que me cuesta llegar, vengo de otra tradición musical. Pero entiendo el fenómeno musical. Creo que ella sí tiene talento.

P.- Y su banda, ‘La Oreja de Van Gogh’, ¿cómo afronta su futuro a medio y largo plazo?

R.- Tenemos el lujo de poder darnos tiempo. Desde hace muchos años no nos hemos sumado a los ritmos de la industria. Nuestros ritmos son otros. No tenemos objetivos ni metas que cumplir. Estamos disfrutando del camino. Es un lujo poder escribir las canciones cuando queremos, cómo queremos y poder subirnos a un escenario para hacer giras cuando queremos. Poder marcar los tiempos es un lujo, un privilegio.