A banderazos palestinos, a gorrazos palestinos, a pañuelazos palestinos, a megafonazos palestinos, a mamporros palestinos han terminado en Getafe los propalestinos más propalestinos o menos propalestinos de Sumar y de las acampadas universitarias, una cosa confusa, tribal y pintoresca como una pelea entre feriantes o moteros. Yo creo que al final no les hace falta ni Palestina ni Israel para estar ellos en guerra, para enfrentarse bajando por las colinas con harapos de trenzas, harapos de libros, harapos de mapas, harapos de ramos y harapos de frases.
La guerra entre las izquierdas es casi tan vieja y salvaje como la guerra entre los dioses, que difícilmente caben dos dioses en el mismo cielo ni dos izquierdas en el mismo descampado ni en el mismo minarete. Los estudiantes, que parecen todos estudiantes de alfarería y a lo mejor lo son, consideran a Yolanda Díaz una sionista (no sé lo que opinaría de esto Netanyahu), y los de Sumar parece que consideraban a los estudiantes agentes de Podemos con planes de reventar el mitin. Era demasiado pacifismo y demasiada florecilla y eso no podía acabar bien, como en una cama redonda con el gurú.
Lo que pasa con esta izquierda es que nunca es cuestión del problema o de la solución, sino de la ortodoxia
Parece que cualquiera puede ser propalestino ahora, y hasta Cate Blanchett enseñaba en Cannes una bandera palestina bajo el vestido, escandalosamente, como una braguita. Yolanda Díaz también lo ha intentado diciendo eso de “desde el río hasta el mar”, aunque le salía con tono de canción pueblerina de María Ostiz. María Ostiz, si la recuerdan, hacía unas canciones como para anuncios de cereales del desayuno, incluso antes de que aquí hubiera cereales para el desayuno, y a lo mejor Yolanda Díaz hace unas canciones propalestinas sólo para Eurovisión o sólo para el brunch con pan de semillas. Y es que siempre ha habido aburguesados y puristas, exhibicionistas y revolucionarios, tibios y comprometidos, y ahora toca que la exhibicionista, tibia y aburguesada sea Yolanda, vicepresidenta en literita con ideología de pulsera, y los puristas sean estos estudiantes, que parecen todos estudiantes de una ingeniería en bicicletas de alambre y a lo mejor lo son.
Lo que pasa con esta izquierda es que nunca es cuestión del problema o de la solución, sino de la ortodoxia. No era el proletariado, ni el pueblo, ni la justicia, ni el indígena, ni es por supuesto ahora Palestina, sino que siempre es la ortodoxia. La ortodoxia sólo se impone con poder y es entonces cuando ya no hay guerra en la izquierda, sólo un politburó de viejales y una guardia roja de segadores analfabetos. Yolanda ahora carece de poder, orgánico y callejero, sólo tiene ministerios que son todo balcones, para que salga ella como con mantón de Manila en la fila de los escaños azules, o para que salga Urtasun con una coleta de torero como una oreja de torero. Yolanda sólo está para darle a Sánchez unos fluflús de izquierdismo, como si le llevara el incensario. O sea que ella hace la izquierda folclórica, como una fallera de la izquierda, o hace la izquierda instrumental y boba, una izquierda corista de Sánchez igual que una corista de Julio Iglesias. Pero en todo caso es una izquierda que no tiene poder sobre lo que queda de la izquierda salvaje.
Siempre queda una izquierda salvaje que puede darte con el palo de la bandera palestina, obrera, feminista, queer, juvenil, bolivariana o la que sea si no tienes poder. El 15-M fue la izquierda salvaje respondiendo a la izquierda que se había quedado sin poder y sin credibilidad en medio de la crisis, o al menos fue izquierda salvaje hasta que se hizo ortodoxia, y luego decadencia, con Podemos. En realidad aún no se ha cubierto el hueco de Podemos, porque en Yolanda no hay hegemonía ni ortodoxia, sólo tiene, ya digo, un balcón al lado de Sánchez, como una vecina rubia que pide sal.
Siempre queda una izquierda salvaje que puede darte con el palo de la bandera palestina, obrera, feminista, 'queer', juvenil, bolivariana o la que sea si no tienes poder
La izquierda salvaje vuelve a tener sitio, fuerza, ganas, y ahora no es proletaria, ni sindicalista, ni siquiera anticapitalista, sino que es esencialmente woke, esa moda americana que crece en las universidades, donde ya lo importante no es el conocimiento, ni el espíritu crítico, ni la verdad, sino sólo el posicionamiento. Sumar no controla las universidades porque no controla nada, es la nueva izquierda decadente, así que estos estudiantes, que parecen estudiantes de pamplinas y a lo mejor lo son, poco a poco se están convirtiendo en ortodoxia y ya se atreven a disputarle las colinas de margaritas, las banderas de las carpas y los hashtags pacifistas de profundo y antiguo odio.
Un Armagedón propalestino tuvo lugar en Getafe, una guerra flamígera y total, no ya por la cuestión palestina sino por el sitio, entre los ejércitos ministeriales, posibilistas y comodones de Yolanda y la nueva izquierda salvaje o niñata que le está robando los herrajes a un Sumar sin poder. Es una guerra de culos en la hierba, de pañuelos en los ojos, de banderas en los bajos, de ignorancia en las cabezas y de moda en los guateques. Otra guerra más en la izquierda, que está perdida desde que renunció a la razón por el dogma, a la universalidad por el tribalismo, a la igualdad por las identidades y a la civilización por el apoyo a las bárbaras teocracias antioccidentales.
Imaginen la confusión o el cachondeo, pañuelos palestinos persiguiendo pañuelos palestinos, banderas palestinas persiguiendo banderas palestinas, pacifistas zurrando a pacifistas, feministas abusándoles la teta a feministas, jarabe democrático vertido contra jarabe democrático, argollas de narices enganchadas con argollas de narices, algo entre el surrealismo, la promiscuidad y la plasticidad, como una cosa del Bosco. La izquierda reprimida por la izquierda, la izquierda mártir de la izquierda, una izquierda sionista, una izquierda fascista, unos adjetivos tan buenos como cualquier otro para convertirla en herejía o en traición, para afirmar la nueva ortodoxia, la nueva aspiración de poder o el nuevo vacío en la izquierda. Se arreglaría lo de Palestina, se arreglaría el mundo, terminaría incluso la guerra a rayos entre los dioses, y la izquierda seguiría con la suya.
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