En 1989 Joaquín Ferrándiz atropelló a una motociclista de 18 años. La víctima no lo sabía, pero había sido a propósito. De inmediato, se ofreció a llevarla al hospital, pero en lugar de eso la llevó a una zona apartada y la violó. Poco después fue condenado y detenido a 14 años de prisión, de los que sólo cumplió seis. A los tres meses de quedar en libertad comenzó a matar. Y en total acabó segando la vida de cinco mujeres (tres de ellas prostitutas) en Castellón entre 1995 y 1996. Volvieron a detenerle, volvieron a condenarle -esta vez a 69 años-... Y volvió a quedar libre. Lo soltaron en julio de 2023. Y nadie sabe dónde está ahora.

"En España, afortunadamente, no hemos tenido muchos asesinos en serie. Y él es uno de los pocos, o quizás el único, que está en libertad", relata Cruz Morcillo, periodista de sucesos en ABC, que acaba de publicar su historia en Ferrándiz, el matamujeres (Sin Ficción). "Cometió sus crímenes siendo bastante joven, por eso ya ha podido salir de la cárcel. Y eso me preocupaba. Pero además su caso es interesante, porque sus víctimas fueron únicamente mujeres. Y fue una de las primeras veces que intervino la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) para cazar a un asesino haciéndole un perfil criminológico", añade.

El libro reconstruye la investigación que llevó a Ferrándiz a confesar los asesinatos y a acabar entre rejas. Y lo cierto es que fue una labor de orfebrería por parte de los agentes de la UCO. Como en las películas de Netflix, esta vez el asesino también era guapo, listo y, por encima de todo, tenía una apariencia de lo más normal. Nadie de su círculo cercano le veía capaz de algo así, y a pesar de la violencia de los crímenes no había muchas pruebas sólidas en su contra. La única oportunidad era que él mismo los admitiera.

Morcillo relata en las páginas cómo la Policía Nacional y la Guardia Civil estuvieron perdidos con este caso durante meses, buscando a un asesino sin rostro mientras la presión social aumentaba. Por eso tuvieron que pedir ayuda incluso al FBI estadounidense y acabar tirando de la UCO, casi completamente desconocida por entonces, que se pegó a Ferrándiz durante sus incontables noche de fiesta y borracheras, en las que 'cazaba' a sus víctimas.

Y de repente todo encajó: "Hubo una cuestión de azar importante, porque se cometieron bastantes errores a nivel policial. Y por el camino se detuvo a una persona -un camionero llamado Claudio Alba- cuando desde mi punto de vista nunca se tendría que haber hecho. Pero en febrero de 1998 Ferrándiz intentó asaltar a otra chica, y unos vecinos consiguieron evitarlo. Ahí fue cuando los agentes ataron cabos, porque vieron que el modus operandi era igual", resume Morcillo.

Sin noticias de Ferrándiz

Una vez detenido comenzó el juego del ratón y el gato para que Ferrándiz confesara. Y lo acabó haciendo, aunque a su manera. "Nunca explicó por qué mataba. Sólo dijo que se le activaba algo dentro, como si su inteligencia, que era mucha, se quedara anulada y se convirtiera en un troglodita. Luego le entraba el miedo, pero seguía con su vida", comenta Morcillo, que explica que "aún así, ese chip se le activaba solo con las mujeres. Jamás le tocó el pelo a un hombre. Por eso en el titular le he llamado 'matamujeres', que era un apodo que nunca le habían puesto".

Le cayeron 69 años. Los últimos encarcelado los pasó en la prisión de Herrera de la Mancha (Ciudad Real), reservada para los "malos malísimos", en palabras de Morcillo. No exagera, allí están (o han estado) Miguel Carcaño, asesino confeso de Marta del Castillo; Antonio Ángel Martín Rodríguez, conocido como el pederasta de Ciudad Lineal; o Juvenilson Da Silva, el violador de Pozuelo, entre otros. En su estancia Ferrándiz coincidió con otro célebre asesino, José Bretón, con quién entabló una "estrecha relación de amistad", según el diario Las Provincias.

Pero el verano pasado Ferrándiz cumplió 25 años en la cárcel, el máximo permitido por ley, y quedó finalmente en libertad. Abandonó la cárcel con unas gafas oscuras, una mascarilla y una gorra, asegurando a los periodistas presentes que nunca volvería a Castellón "por respeto a las víctimas" y que se iría al extranjero para no molestar a nadie y rehacer su vida. Su sentencia le impide volver hasta 2028 a los municipios de Vila-real, Onda, Benicàssim y Castelló, donde acabó con la vida de las cinco mujeres. 

Desde entonces su rastro se ha desvanecido. "He preguntado a todo el que he tenido oportunidad, pero nadie sabe dónde está Ferrándiz ahora. Habría que darle una vuelta a por qué la sociedad no tiene manera de controlar a determinados asesinos cuando están en libertad. Es algo que me preocupa, porque en prisión son todos muy buenos. Y yo no soy experta, pero si me preguntas creo que hay determinado tipo de criminales que se pueden rehabilitar, pero otros es muy difícil. Y me cuesta creer que alguien que ha asesinado cinco veces con sus propias manos puede reformarse. Él mismo lo admitió: hay mucha gente que lo pasa mal en la vida y no asesina. No puede ser una excusa", desliza Morcillo.

La autora no es la única que piensa así. En el libro queda claro que todos los que le han tratado tienen la misma sensación. "El capitán José Miguel Hidalgo, de la Guardia Civil, dice que es una bomba de relojería. Ferrándiz tiene ahora 61 años, está bien físicamente, no tiene ningún problema mental y es imprevisible. Yo creo que es un peligro potencial, pero eso no significa que vaya a volver a actuar. En una entrevista con criminólogos dijo que esta vez quería hacerlo mejor. No sabemos si se refería a no cometer los crímenes o a perfeccionar su maldad", remata Morcillo.