Lo que el viernes parecía una salida a ocho meses de guerra ha vuelto a enredarse en la intrincada madeja de la escena política israelí. La propuesta de alto el fuego en tres fases, anunciada por Joe Biden como una iniciativa israelí, ha vuelto a toparse con las tensiones internas del Gobierno de Benjamin Netanyahu y con sus propios cálculos de superviviente nato. Ahora el escenario comienza a parecerse peligrosamente al de hace un mes, cuando tras la luz verde de Hamás, Israel reculó y renunció a la propuesta. Su respuesta fue iniciar el asalto terrestre a Rafah. Este lunes Netanyahu ya advirtió de que "la propuesta que presentó Biden está incompleta".
“No creo que en las actuales circunstancias sea posible un acuerdo”, responde tajante Aviv Bushinsky en conversación con El Independiente. Bushinsky conoce bien a Netanyahu. Fue su portavoz a finales de la década de 1990, durante su primer mandato como jefe del Gobierno. Sabe de sus golpes de efecto y de su capacidad de resistencia.
Los actores regionales implicados reconocen que se trata de “una oportunidad única que deben aprovechar todas las partes del conflicto para poner fin a la guerra"
Fuentes conocedoras de las negociaciones consultadas por El Independiente reconocen que el momento es extremadamente delicado. “Estamos en una fase en la que hablamos con ambas partes, en coordinación con Estados Unidos, para intentar salvar las distancias y conseguir que acepten la propuesta esbozada por Biden”, desliza. Los actores regionales implicados reconocen que se trata de “una oportunidad única que deben aprovechar todas las partes del conflicto para poner fin a la guerra, liberar a los rehenes en Gaza y a los presos palestinos en Israel, aumentar el flujo de ayuda humanitaria a Gaza, especialmente dada la horrible situación humanitaria que allí ha provocado la guerra, e iniciar conversaciones serias sobre 'el día después'”.
¿Iniciativa israelí?
A última hora del viernes Biden anunció solemnemente la propuesta en una alocución televisada desde Washington. “Es hora de poner fin a la guerra”, declaró. Desde entonces la Casa Blanca ha insistido en que es una propuesta israelí, aprobada inicialmente por Tel Aviv, pero el desarrollo de los acontecimientos -con las dudas públicas de Netanyahu y el rechazo rotundo de sus ministros ultra- arrojan dudas. “La pregunta es si Biden se coordinó con Netanyahu. Algunos insisten en que pronunciar el discurso la noche del viernes, cuando los religiosos no ven la televisión, podría indicar que daba cierto margen a Netanyahu para actuar”, replica Bushinsky.
A su juicio, la jugada de Biden -deseoso alejar la contienda de su cita con las urnas. fue tratar de obligar a Netanyahu a retratarse. “Su intención era revelar la sugerencia israelí, para que todo el mundo la supiera, y para que todos entiendan que entre bambalinas Netanyahu estaba de acuerdo con ella. Y ahora que Netanyahu y los responsables de la toma de decisiones le digan al mundo si están o no de acuerdo. Que dejen de esconderse”.
"El esbozo de la propuesta de Biden, en particular en lo que se refiere a la primera fase del acuerdo que llevaría a un alto el fuego y a la liberación de algunos de los rehenes, coincide bastante con la propuesta de Israel, así como con la disposición de Jerusalén a un acuerdo de este tipo. Pone sobre el papel lo que Israel en principio estaría dispuesto a hacer (e incluso lo había hecho durante esta guerra en el pasado), y además creo que a nivel interno la mayoría de la opinión pública estaría dispuesta a respaldar un acuerdo de este tipo", responde a este diario Yonatan Freeman, experto en relaciones internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalén. "En cuanto a las siguientes fases, creo que es demasiado pronto para saberlo. Pero lo que es significativo es que Biden dijo que la política de EE.UU. es que el día después en Gaza no se incluya a Hamás en el poder y subrayó que Israel podrá reanudar las operaciones militares si Hamás no cumple su parte del trato", agrega.
Objetivos contradictorios
Netanyahu insiste en que su objetivo es “derrotar a Hamás y simultáneamente liberar a los rehenes”. Pero, para muchos, ambos propósitos entran en colisión: o se destruye al movimiento islamista palestino -arrasando como hasta ahora Gaza- o se llega a un acuerdo que permita la liberación de los rehenes que quedan con vida, cada vez menos por la propia intensidad de la contienda. Este lunes el ejército anunció la muerte de cuatro rehenes que habían sido capturados vivos y trasladados a Gaza. Y ya van 43 fallecidos entre los 124 que quedan en manos de Hamás.
La propuesta sobre la mesa requerirá complejas negociaciones indirectas. Durante las primeras seis semanas del acuerdo -en las que habría un alto el fuego completo, se retirarían las tropas israelíes y se liberaría parte de rehenes-, Israel y Hamás tendrán que negociar los detalles de la segunda fase que incluiría "el final permanente de las hostilidades", la liberación del resto de rehenes, incluidos soldados, y la retirada del Ejército israelí de la Franja.
“Netanyahu está ante la disyuntiva de 'alto el fuego o fin de la guerra': Quiere poder aceptar un alto el fuego, pero con la condición de continuar con la guerra. Es el principal obstáculo”, reconoce Bushinsky. Un propósito rechazado de plano por Hamás, que exige un alto el fuego permanente y una retirada completa de los soldados israelíes de la Franja.
Sin incentivos
Y es precisamente aquí donde entra en escena la falta de incentivos de Netanyahu, hacedor de un difícil equilibrio entre los miembros centristas de su Ejecutivo y los más ultraderechistas. “Hay muchos flecos sin resolver en la propuesta como, por ejemplo, el número de presos de Hamás que serán liberados. Tampoco se sabe quiénes serían y qué nivel de responsabilidad tendrían en la propia organización”, sostiene su ex portavoz. El segundo componente es que Netanyahu, como buena parte de la opinión pública israelí, “no quiere que acabe la guerra”. “Para Netanyahu, en el fondo de su mente, lo más importante es derrotar a Hamás”, agrega.
Netanyahu no puede permitírselo políticamente y tampoco por su legado
En tal tesitura, el premier israelí carece de incentivos para firmar la tregua y cualquier atisbo de paz. “Si los rehenes retornan a casa, la sociedad israelí estará feliz pero la siguiente pregunta será: '¿Derrotó Netanyahu a Hamás?¿Se acabó su amenaza?' En estos momentos alcanzar un acuerdo significaría el final de la guerra. Y Netanyahu no puede permitírselo”, recalca Bushinsky. Y no puede hacerlo por varias razones: “no puede permitírselo políticamente y tampoco por su legado, porque en ese caso será recordado como el culpable del 7 de octubre y de haber prometido acabar con Hamás sin hacerlo”.
“Netanyahu no tiene la motivación para llegar a un acuerdo pero se enfrenta a una tremenda presión para hacerlo. La principal es la administración Biden y otros aliados. Pero, por otro lado, en su propia estrategia este acuerdo no sirve a su ideología ni a su coalición política ni a su legado. Agradecerá el esfuerzo de Biden pero dirá que no pueden aceptarlo, que no está maduro o que Hamás ha puesto nuevas exigencias que no son aceptables. Netanyahu está esperando al último momento, por si algo surge que le salve. Tampoco quiere que se le vea siendo arrastrado por los derechistas”, arguye Bushinsky.
El primer ministro empezó a abonar este lunes el terreno al rechazo al acuerdo. "La afirmación de que acordamos un alto el fuego sin que se cumplieran nuestras condiciones no es cierta. (…) La propuesta que presentó Biden está incompleta", apuntó Netanyahu ante el Comité de Defensa y Asuntos Exteriores de la Knesset (Parlamento israelí). "La guerra se detendrá para recuperar a los rehenes y después mantendremos conversaciones. Hay detalles que el presidente estadounidense no presentó al público", alegó.
La respuesta del ala más ultra ha sido implacable. El plan de Biden "es una oferta de derrota", denunció este lunes el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, entre amenazas de hacer tumbar el Ejecutivo. El titular de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, aseguró haber ido dos veces a la oficina de Netanyahu para examinar la propuesta sin éxito. "Si firmas un acuerdo irresponsable que ponga fin a la guerra sin el colapso de Hamás, Poder Judío (partido de Ben Gvir) disolverá el Gobierno", alertó.
Con las costuras de su Ejecutivo cada vez más abiertas, algunos no dudan ya de que está esperando el momento oportuno para pulsar el botón que presiona en tiempos difíciles: disolver la Knesset e ir a elecciones anticipadas. Por primera vez desde el inicio de la guerra las encuestas le sonríen.
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