Dice que los dedos empiezan recuperarse tras tres años de trabajo y más de 1.600 páginas escritas a mano. El primer tomo, 'Mil ojos esconde la noche' ha requerido un tiempo de investigación y recreación del París ocupado por los nazis a comienzos de los años 40 para ambientar la novela inspirada en la vida de los intelectuales y artistas españoles que se exiliaron y refugiaron en la capital gala tras la Guerra Civil española. El escritor Juan Manuel De Prada asegura que cuando descubrió algunos dosieres policiales sobre la vida pública y menos conocida, la más íntima, de muchos de ellos en aquella sociedad dominada por los nazis supo que tenía ante sí "una bicoca" para escribir.

Revela cómo la mayor parte de ellos no dudó en colaborar con la Falange española, en su imagen cultural. Lo hizo Gregorio Marañón "y la inmensa mayoría", asegura De Prada. Sólo Picasso gozó del salvoconducto "para hacer lo que le diera la gana".

Es escritor vasco no duda en establecer paralelismo entre aquellos artistas e intelectuales y los actuales. "Hoy la inmensa mayoría son estómagos agradecidos que se arriman al poder", afirma. Él se siente al margen, libre de esa dependencia "y sé que eso tiene unos peajes que pagar". Sobre los partidos políticos afirma que están liderados por "demagogos que no les importa conducir a los pueblos al abismo", ni siquiera al precio de que "los pueblos se despedacen".

Pregunta.- ¿Por qué contar ahora la historia de los artistas españoles, muchos de ellos exiliados, en el París de los años 40 ocupado por los nazis?

Respuesta.- Por lealtad a mi universo personal y mis obsesiones. Siempre me han gustado mucho los malditos, los ambientes bohemios, la reconstrucción del mundo literario de épocas privilegiadas o especiales de la historia. Esta comunidad de artistas y escritores españoles que había en París en la Segunda Guerra Mundial es poco conocida y es algo fascinante. El ambiente literario siempre tiene mucho morbo, más en unas circunstancias tan especiales. Aquel París era una golosina. En los archivos policiales de París me di cuenta de que había un material maravilloso sobre muchos exiliados. Pedí dosieres policiales y vi que tenía una materia prima virgen maravillosa. Así me decidí a escribir esta obra que creo que me estaba esperando, era la obra que necesitaba escribir.

P.- ¿Cómo era aquel París con personajes tan particulares y variopintos? 

R.- Era un París donde había una concentración de mal. Están los ocupantes y los ocupados. Alemania impone su dominio e impone muchas veces la injusticia. Luego está la iniquidad pasiva de los franceses, que aceptan esa dominación como si no pasara nada, que dan rienda suelta a su antisemitismo, amparan el mercado negro y otros muchos hábitos censurables. También está el mal en la vida íntima de las personas, la tentación del triunfo a costa del fracaso de otro, la tentación de la riqueza a costa de la pobreza de otros… En unas circunstancias así, con racionamiento de alimento, de fluido eléctrico, con una vida sometida a unas normas de un estado de excepción las pasiones más sórdidas y las más nobles florecen de una manera intensísima. El caldo de cultivo de esas vidas es muy interesante. Era una bicoca para un escritor.

P.- En ‘Mil ojos esconde la noche’ descubrimos a más de una treintena de personajes cuyas vidas sólo conocemos parcialmente. Tras investigar sobre ellos, ¿cuál ha sido el que más le ha sorprendido o del que tenía una imagen más confundida?

Prácticamente todos los artistas españoles que había en París colaboraron con la Falange. Sólo Picasso tenía un salvoconducto para hacer lo que le diera la gana"

R.- El más sorprendente ha sido seguramente Gregorio Marañón. Siempre se nos ha presentado como un personaje de la tercera España y creo que no es así. Fue un miembro de la primera España, un intelectual mimado por la II República y que luego pasa a postularse como intelectual del franquismo sin cambiar sustantivamente sus ideas. Marañón siguió siendo un liberal, quizá más conservador, pero sustancialmente era el mismo. Eso nos invita a reflexionar sobre lo que fue el papel de los intelectuales en la Guerra Civil, en el primer franquismo. Marañón en Francia colaboró activísimamente en las actividades culturales de Falange pero no reniega, no se convierte en un fascista, ni en falangista.

P.- Esa parte de su trayectoria es poco conocida…

R.- Lo que sucede es que sus estudiosos, los depositarios de su legado, han ocultado la colaboración de Marañón con Falange y al hacerlo ocultan la grandeza de su discurso.  Muchas veces la ocultación de la verdad lo que provoca son monstruos, se ocultan algunos de los aspectos más luminosos de una personalidad.

P.- ¿Marañón fue el único que colaboró con el franquismo en aquel grupo numeroso de artistas e intelectuales españoles?

R.- No, no, colaboraron prácticamente todos los que había en París. El único que no colaboró fue Picasso, pero en realidad no tenía mérito. Él era millonario y tenía una protección especial por parte de los ocupantes. Arno Breker, el escultor de Hitler, le recomendó que no se tocará a Picasso por ser un artista reconocido y celebrado y cualquier molestia o vigilancia lo utilizaría la prensa enemiga para decir que el III Reig reprime el arte. Por eso gozaba de salvoconducto, de un privilegio durante los cuatro años de dominación alemana para hacer lo que le diera la gana. Pero, salvo Picasso y algún caso raro, la mayor parte de los artistas exiliados en París sí colabora en las actividades culturales de Falange. Ya sé que esto suena chocante.

P.- ¿Lo hicieron por necesidad o también hubo casos de colaborar por convencimiento?

R.- No, por convencimiento no. Quizá algún caso dudoso sí hubo, pero en líneas generales lo hacen porque perciben que es la manera de espantar las sospechas sobre su ideología y trayectoria, limpiar su pasado más reciente. Muchos podían ser acusados de cultivar el arte degenerado, aunque en París los alemanes fueron muy permisivos. Lo utilizaron como escaparate de lo que era su dominación. Les interesaba que París diera una imagen de normalidad en el cultivo de las artes. También hubo quien lo hizo por necesidad económica.

P.- En la novela aborda las tensiones internas que se vivieron en la propia Falange. ¿Cómo fueron?

R.- Franco desde el primer momento quiso desactivar la Falange, el mito de José Antonio le molestaba y él quería burocratizar la Falange. Ahí está el decreto de unificación que mete en una ‘albóndiga’ a los falangistas y carlistas… Cuando tenía el control político absoluto trató que se convirtiera en una organización burocrática que sacara adelante todas las labores de organización, social, el adoctrinamiento de los niños y jóvenes, las viviendas de protección facial y que controlara las disidencias. Pero aquello no tenía que ver con el espíritu que José Antonio había creado. Navales, el protagonista de la novela, representa el espíritu José Antoniano pero sin la magnanimidad de José Antonio, sería un Joseantoniano de mala baba, duro, resentido. A él la Falange le parece que se está convirtiendo en una cosa de coros y danzas, en una sucursal de la democracia cristiana que cree que es lo que Franco quiere crear.

P.- Exiliados que colaboran con el franquismo y franquistas que discrepan de Franco… ¿’Mil ojos esconde la noche’, va a disgustar a ambos extremos ideológicos?

R.- No escribo para gente ideologizada, escribo para los amantes de la literatura. Ellos conocen la naturaleza humana y saben que se mueve siempre al borde del abismo, en el filo de la navaja. La naturaleza humana no es azul ni roja, sino que admite una amplia gama de matices. Esas personas no leen, tienen la mente moldeada por los estereotipos maniqueos. Esta novela lo que busca es un lector que no se conforma con esos relatos maniqueos de la realidad, que quiere leer algo provocador y distinto sobre una época sobre la que se han creado unos relatos dementes y maniqueos. Sí es una novela incómoda, pero creo que los lectores inteligentes de izquierdas y de derechas disfrutarán de la novela. Les interpela, les hace sentirse incómodos, reírse de si mismos. Trata de ser una novela terrorista de ciertas convenciones ideológicas establecidas. Ha llegado la hora de tratar estas épocas con un poco de humor, incluso humor macabro, negro, que es bastante sano.

P.- Estamos en víspera de unas elecciones europeas y de nuevo la polarización ha irrumpido con fuerza. Vista aquella época y la actual, ¿Cómo ve el panorama político actual? ¿En algunos aspectos diría que no hemos avanzado mucho?

No escribo para gente ideologizada, sino para amantes de la literatura que saben que la naturaleza humana se mueve al borde del abismo, no es azul ni roja"

R.- Creo que vivimos una fase de agotamiento de las democracias occidentales. Cada vez hay más desafección por parte de los pueblos europeos y esto se traduce en una necesidad por parte de las organizaciones partidistas, o de las oligarquías partidistas por exacerbar los antagonismos. Si no se hace, la gente se queda en casa. Hay una especie de pereza, de desidia democrática. Desde las oligarquías partidistas se exacerban los antagonismos, en la derecha y en la izquierda, se retroalimentan. El hecho de que movilices a tu electorado más fanático de tu facción ideológica hace que se movilice el electorado más fanático de la contraria. Son dos antagonismos que chocan entre sí, provocan gran estruendo, impiden pensar y provocan que la gente vaya a votar exaltada y aturdida. En nuestro época, lo que ocurre es que los partidos políticos están dirigidos por demagogos que no les importa conducir a los pueblos al abismo con tal de fortalecerse ellos y para ello necesitan que los pueblos se despedacen, que esos antagonismos sean cada vez más virulentos.

P.- En su novela analiza el papel jugado por la clase intelectual, artística, en aquellos años de ocupación alemana. ¿Cómo diría que es el papel que juega hoy?

R.- Diría que básicamente el papel que juega es el mismo. En contra de lo que la gente se piensa, con una imagen romántica del intelectual, el artista como alguien insobornable. Es falso. La inmensa mayoría de los intelectuales y artistas son estómagos agradecidos que se arriman al poder o a la facción donde creen que pueden sacar tajada. Esto es así. El llamado intelectual, el artista suele arrimarse a un árbol de sombra próvida que le garantice la turné de los Institutos Cervantes o la mamandurria de la autonómica correspondiente. Esta es la dura realidad.

P.- Pero usted también pertenece a ese ‘mundo de los intelectuales’, ¿no?

R.- Soy una persona que arrastra un ‘Sanbenito’ desde hace tiempo, alguien que está al margen de las facciones literarias. He sacado esta novela que, modestamente, se está convirtiendo en una novela con mucho ruido y de toda España sólo me han llama de una feria del libro, de Badajoz, cosa que les honra. Estoy al margen del cotarrito literario, cosa que me honra y de la que estoy muy contento. He desarrollado mi carrera al margen de todo esto. Creo que me he ganado a pulso lo de no estar metido en las ‘camarillas’ y así voy a seguir.

P.- ¿Cree que le desplazan por ser un escritor incómodo?

R.- 23.00 Decidí no estar adscrito, decir lo que pienso. Eso tiene unos peajes. Las oligarquías partidistas ven la debilidad del escritor. Hoy día cada vez hay más escritores que trabajan para los partidos políticos. Están de asesores, escribiendo discursos, de manera declarada o clandestina, pero están recibiendo sueldos y sobresueldos de los negociados políticos. Desarrollan animadversión hacia el escritor que vive al margen de su influencia y tratan, en un régimen corrupto, como el que desgraciadamente tenemos en España, de estrangularlo.

P.- ¿Un escritor vive mejor o peor con un gobierno del PP o con uno del PSOE? ¿O depende de qué escritor? 

R.- Depende qué escritores. Cada facción partitocrática genera su cohorte de escritores áulicos. Normalmente la izquierda destina más dinero, suele tener una cohorte más numerosa. Pero esto siempre se dice desde la derecha, que también tiene sus intelectuales de cabecera. 

P.- ¿No es cierto que el mundo de la cultura no ha sido siempre más de izquierdas?

Cuando escribes a mano se enriquece la escritura, hay más pensamiento, más imágenes literarias, eliges mejor un epíteto, afinas más"

R.- La cultura como instrumento para encauzar las sociedades que le conviene a la izquierda sí lo ha desarrollado de modo mucho más consciente y profesional. La derecha arrastra una serie de complejos, desprecia más la cultura y tiende a adular al intelectual de izquierdas de modo un poco grotesco. En general es menos sistemática. La izquierda es más organizada en su captación del elemento intelectual y artístico.

P.- ¿Cómo tiene los dedos? ¡Ha escrito 1.600 páginas a mano!

R.- Ahora los tengo mejor. Cuando escribes a mano te nacen callos, se te tuerce el dedo índice. La yema del pulgar la tengo reventada. Son heridas de guerra. Llevo toda la vida escribiendo a mano. Salvo los artículos de prensa, que resultaba difícil porque debía escribirlos rápidamente. Pero la novela no, y me alegro. Hay una gran diferencia. La escritura a mano es más lenta y la cantidad de sinapsis cerebrales que generales mientras escribes es mayor, simplemente por tener más tiempo al escribir una frase. Eso enriquece la escritura, hay más pensamiento, más imágenes literarias, eliges mejor un epíteto, afinas más lo que quieres decir, ocultar o insinuar. La escritura a mano es más matizada.

P.- La segunda parte de la novela ya está terminada, en fase de correcciones. ¿Tiene ya pensado el tema de su próximo trabajo?

R.- Han sido tres años de trabajo. El trabajo anterior, ‘El derecho de soñar’, también fueron tres años. Han sido las obras más ambiciosas y difíciles. Ahora me gustaría escribir algo más modesto, más liviano. Y me gustaría abordar la Guerra Civil desde el punto de vista de Navales, el protagonista, que desde el punto de vista de un Falangista encendido y brutal puede ser incendiaria. Quizá esa debo publicarla con seudónimo o en el exilio… Me tienta esa novela. Sería desgarradora y me impone respeto. Pero no lo sé, San Ignacio de Loyola cuando le iban con proyectos que iban más allá de los 15 días les decía “¿Pero tanto pensáis vivir?”. A cada día con su afán le basta.