Es una suerte de vecino tóxico, de ‘polvorín’ con el que aprender a convivir consciente de que es una peligrosa amenaza. Nadie los quiere cerca. A quienes no les queda más remedio que asumir el riesgo sólo les resta resignarse o protestar. En Euskadi son algo más de 85.000 personas las que viven cerca de alguna empresa química altamente peligrosa. Industrias petroquímicas, terminales portuarias o empresas que emplean productos altamente tóxicos. Están concentradas en apenas media docena de localidades, fundamentalmente vizcaínas. Entre los próximos 14 y 18 de junio sus vecinos recibirán un ‘entrenamiento’ básico para actuar en caso de peligro: aprender a interpretar las sirenas.

El Gobierno vasco y la Asociación vasca de Empresas Químicas (AVEQ-KIMIKA) han previsto cinco ejercicios de simulación y alerta ante una posible fuga tóxica. Se llevarán a cabo por la mañana en las localidades de Muskiz, Santurtzi, Hernani, Zierbena y Lantaron y están llamadas a seguirlas también algunos de los municipios colindantes. Se trata de las empresas de mayor riesgo potencial. La preparación que se brinda a la población apenas pasa por saber interpretar el sonido de las sirenas que se activarán “en la zona de riesgo”: la primera señal alertará de una nube tóxica, la segunda, de su finalización.  

“Lo de las sirenas no vale de mucho. Nunca han organizado planes o simulacros por si ocurre algo muy grave. Cuando ha habido incidentes importantes las sirenas nunca han sonado, sólo lo hacen en estos simulacros. En cambio, simulacros importantes de posibles evacuaciones de población o algo similar nunca los han hecho”, asegura Sara Ibáñez, doctora y vecina de Muskiz, municipio en el que se insertan las 220 hectáreas de la refinería de Petronor, la más grande de España.

El plan de sirenas anunciado por el Gobierno vasco a la población de estas localidades que conviven con alguna planta o empresa con riesgo de emisiones peligrosas se aplica de acuerdo a la normativa europea, conocida como Seveso. El nombre lleva la memoria del desastre químico que ocurrió en la ciudad italiana de Seveso en 1976. El 10 de julio de ese año se produjo una explosión en un reactor de la planta química de la empresa ICMESA, emitiendo 3.000 kilos de componentes tóxicos. Alrededor de 37.000 personas resultaron directamente afectadas por enfermedades de la piel, malformaciones en los fetos y toda una serie de secuelas que se fueron produciendo en los años posteriores.

"Familiarizar a la población"

El plan del Ejecutivo vasco y de las empresas del sector relativo al control de riesgos inherentes a los accidentes graves en los que intervengan sustancias peligrosas aspira a “familiarizar a la población” ante posibles hechos químicamente peligrosos y lograr así una “alerta inmediata para que los habitantes afectados pongan en marcha los consejos básicos de autoprotección en caso de accidente”.

Desde seguridad KIMIKA (el proyecto de información y divulgación de AVEQ-KIMIKA), se recuerda que este tipo de simulacros se realizan dos veces al año para que la ciudadanía que se encuentre en un área cercana a industrias que puedan generar accidentes graves con sustancias peligrosas conozca cómo debe actuar. Recuerdan que cada una de las empresas sujetas a normativa europea SEVESO cuenta con su propio Plan de Emergencia Exterior en el que establece la organización y los mecanismos de coordinación de los recursos humanos y materiales en caso de emergencia con repercusión en el exterior de la fábrica. Añaden que la autoprotección es importante y que trabajan en divulgar los consejos principales a través de sus redes sociales y paneles específicos en los municipios afectados.

Sólo en el País vasco existen 46 empresas o instalaciones afectadas por esta normativa. 32 de ellas son de “afección superior”, la mayor parte de ellas -20- situadas en Bizkaia. Dentro de la Asociación Vasca de Empresas Químicas figuran 130 compañías que se autodefinen como “comprometidas con la promoción de una industria química sostenible e inclusiva”. Entre ellas figuran Repsol, Krafft, Juno, Faes Farma o Bridgestone, entre otras.

Un ejemplo de lo que supone convivir junto a una instalación de estas características es la refinería de Petronor, en la localidad vizcaína de Muskiz. En torno a la planta el Gobierno vasco ha colocado  cuatro cabinas que miden la calidad del aire pero que sólo registran las partículas por encima de 10 micras que se emiten al aire, pero no las más pequeñas: “En realidad esas son las menos peligrosas porque entran menos en el cuerpo. Las más pequeñas son las que atraviesan todos los filtros del cuerpo cuando respiras. Pueden llegar al cerebro o incluso a la placenta de una mujer embarazada”, asegura Ibáñez. Destaca que un medidor instalado por su plataforma, capaz de detectar partículas pequeñas, registra picos de actividad constantemente, “los detecta cada día”: “Son un vehículo para llevar contaminantes al aire que respiramos”.

Riesgos tóxicos

Las recomendaciones en caso de accidente tóxico pasan, además de por cerrar puertas y ventanas, por otras muchas medidas como la de no emplear sistemas de ventilación ni calefacción, no fumar ni hacer fuego, no utilizar el teléfono, no ir a buscar a los niños al colegio –son los centros los que deben responsabilizarse de su protección-, no beber agua de los grifos, alejarse de ventanas en caso de riesgo de explosión p proveerse en el hogar de una radio, pilas, cinta aislante y una linterna y tener localizados los sistemas de corriente eléctrica y paso del agua y gas de la vivienda.

La normativa europea determina que son las propias compañías las que deben informar con “regularidad suficiente a los ciudadanos potencialmente afectados acerca de los riesgos y las medidas de prevención adoptadas”. Así se recoge en la Ley del Sistema Nacional de Protección civil. En sus planes de información a la ciudadanía aseguran que los riesgos más frecuentes pueden ser de incendios con humos tóxicos o la fuga de gases tóxicos o inflamables y cuya evolución dependerá del comportamiento del viento. Apuntan que en los lugares donde exista un riesgo de nube tóxica se instalarán sistemas de alarma, como los que se activarán a modo de simulacro entre el viernes y lunes próximo.

Las recomendaciones pasan por protegerse las vías respiratorias, cerrar puertas y ventanas, ponerse a refugio en un lugar cerrado e informarse a través de los medios de comunicación de la evolución del incidente.  

Contaminación crónica

Ibáñez afirma que en el caso de Muskiz, las sirenas suenan con frecuencia, pero en episodios especialmente graves, “como en el ocurrido en 2001 no alertaron nada”: “Estábamos todos en la calle viendo salir el fuego por la chimenea. Fue después cuando nos buzonearon trípticos con información de qué debíamos hacer. Al año siguiente hubo una explosión muy fuerte y tampoco nos dieron indicaciones específicas”, recuerda. En el caso de Petronor, el registro de empresas potencialmente peligrosas la compañía detalla hasta 25 componentes especialmente peligrosos con los que trabaja –gases, líquidos y vapores-, entre ellos queroseno, nafta, propileno, metanol, sulfuro de hidrógeno…

Implicada en la lucha contra la refinería y en especial desde la creación en 2013 de su planta de coke, que asegura que aumentó los incidentes, Ibañez cree que el mayor problema no son los incidentes más relevantes sino la realidad del día adía: “La contaminación continua es peor, es algo crónico. El incidente grave es puntual, peligroso, sí, pero puntual. En cambio, una contaminación más leve pero continuada durante años…”.

Como doctora, señala que la incidencia en la salud la ha visto en consulta durante muchos años. También que lo demuestran los indicadores más elevados de incidencia de enfermedades mortales en toda la zona: “No tengo la sensación de que a lo largo de los años la situación haya cambiado mucho. En nuestro caso, la planta de coke aumentó las emisiones, incluso ellos lo han reconocido. Ahora quieren ampliar sus proyectos y la actividad crecerá”.