La transición ecológica es uno de los retos económicos más importantes de la próxima década. Aunque ya estamos transitando hacia ella, el papel que juegan las energías fósiles y las empresas petroleras sigue siendo muy relevante. Por ello, un informe publicado por el Banco Central Europeo (BCE) estudia cómo evolucionaron las inversiones de las compañías vinculadas a las energías fósiles y demuestra que estas incrementaron el gasto en mantener su negocio antes de que entrasen en vigor nuevas restricciones: la paradoja verde.

La paradoja verde es también el título de un libro escrito por el economista alemán Hans-Werner Sinn que argumenta que ante las políticas que buscan amortiguar la crisis climática, las empresas más contaminantes buscan acelerar la explotación de recursos antes de que se acabe su negocio, pero esta práctica no hace más que acelerar las consecuencias del calentamiento global. Hay más literatura económica en esta línea, entre la que se incluye el documento ¿Quemar ahora o nunca? La exposición al cambio climático y la inversión de las empresas de combustibles fósiles (Burn now or never? Climate change exposure and investment of fossil fuel firms, en inglés).

El informe toma como muestra una serie de empresas de todo el mundo, que representan un tercio de los ingresos totales de petroleras que cotizan en bolsa, y entre las que se encuentra la española Repsol. Señala que después del Acuerdo de París, las inversiones continuaron hacia la extracción de combustibles y no hacia otros modelos de negocio. Esto se refleja más en compañías más expuestas al cambio climático que aquellas que lo están menos.

De hecho, las inversiones después del pacto climático de 2015 aumentaron entre un 30 y un 40% más en las empresas más expuestas a la crisis climáticas que en aquellas menos vinculadas al calentamiento global. Estas mismas compañías incrementaron sus emisiones en comparación con otras empresas menos expuestas a las consecuencias del cambio climático, algo que para los investigadores “refuerza la idea de que estas compañías no invirtieron con el objetivo de reducir la intensidad de carbono de sus procesos de producción como respuesta al acuerdo de París”.

Cabe recordar que en la cumbre climática de la capital francesa, celebrada en 2015, los países que forman parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acordaron limitar el calentamiento mundial a muy por debajo de 2, preferiblemente a 1,5 grados centígrados, en comparación con los niveles preindustriales.

Es decir, los países fijaron el objetivo pero no se acordaron medidas concretas para conseguirlo, y esta es una de las críticas del documento firmado por Jakob Feveile Adolfsen, Malte Heissel, Ana-Simona Manu, Francesca Vinci, que señalan que “los acuerdos multilaterales como el Acuerdo de París deberían ir acompañados de políticas concretas y diseñadas al detalle que se pongan en marcha en un tiempo determinado para evitar consecuencias injustificadas en el medioambiente”. Además, añaden que “en ausencia de estos elementos, la economía mundial puede encontrarse siendo cada vez más dependiente de energías fósiles durante algunas fases de la transición verde”.

Greenwashing

El informe también hace una crítica al desacople entre la estrategia de comunicación de estas empresas y sus planes de inversiones, a las que acusa de greenwashing. “Mientras que las estrategias de comunicación de las empresas de combustibles fósiles que están más expuestas a los riesgos de la política climática podrían adoptar tonos positivos para tranquilizar a los inversores y señalar los esfuerzos de transición, estas empresas persiguen activamente la maximización de beneficios a corto plazo, en línea con sus actuales modelos de negocio”, aseguran.

Además, no hay una correlación sobre un discurso más comprometido con el clima y una mayor inversión. “Los resultados del análisis del sentimiento demuestran que el tono de la comunicación sobre el cambio climático no se refleja necesariamente en las decisiones de inversión futuras de las empresas”, explican.

“Una comunicación positiva debería indicar el compromiso de las empresas con la transición ecológica, que a la larga debería reflejarse en una diversificación que las alejara de la energía marrón tradicional. Nuestros resultados empíricos sugieren lo contrario. Esto podría reflejar que la estrategia de comunicación positiva sobre el cambio climático sólo pretende tranquilizar a los inversores preocupados por las ESG sobre los objetivos climáticos de las empresas (greenwashing)”, concluyen.