Nació hace más de 2.000 años y aún se mantiene vivo en el imaginario colectivo. Todo el mundo sabe quién fue Julio César, cómo le asesinaron y qué supuso. Muchos se han sentido fascinados por el personaje, por el héroe, tanto que el lugar donde lo incineraron recibe monedas y flores de los miles de turistas que se agolpan para visitarlo. Otros, también deslumbrados por su historia, decidieron indagar sobre su figura y llegaron a la conclusión de que tenía un lado oscuro que tendemos a omitir para poder mitificar al "dictator perpetuo" y al germen de los emperadores romanos.
Este mes de julio, al que llamamos así por él, es el aniversario de su nacimiento. Con está percha intentamos saber un poco más sobre su cara menos conocida e indagar en cómo todavía su forma de hacer política nos parece novedosa y nos invade. Porque muchas de las maneras que hoy se usan vienen de entonces y sin haber cambiado demasiado. Las frases cortas, rotundas: desde el "Sí, se puede" al "Yes, we can" o "Make America Great Again"; no son más que la continuidad de su "Veni, vidi, vinci" o "Alecta iacta est".
O que los reyes, reinas o grandes personajes históricos adornen con su cara las monedas nos viene de su afán por llegar hasta lo más profundo de la vida de los romanos. También, los carteles electorales personalistas fueron un invento suyo e incluso fue el primero en saber que quien controla el relato es el verdadero vencedor.
Tal y como asegura Francisco Uría, abogado del Estado en excedencia, socio de una firma profesional y autor de Julio César. El arte de la política (Editorial Almuzara), "si hubiera tenido X (antes Twitter) lo habría utilizado muchísimo. La crónica de la guerra de las Galias es un síntoma de ello, quiere que sus victorias lleguen de manera concisa y rápida a Roma, quiere controlar la información que reciben los ciudadanos". Y es Mary Beard, la académica inglesa especializada en estudios clásicos, la que enfatiza en un documental de la cadena BBC, dirigido por Russell England y Alexander Leith y dedicado al romano; que cada vez que pagamos, cada vez pensamos en una cesárea, cada vez que vemos la cara de los poderosos en pancartas, asociamos un mes a una estación o incluso cuando hablamos de dictadores modernos; estamos remitiendo a Julio César.
Ambos, tanto el español como la británica, coinciden en que la historia se ha quedado con el lado bueno pero que la sombra que le persigue es alargada. "Yo era un gran fan y a medida que me he acercado a su figura he ido descubriendo otros acontecimientos, aunque siempre he tratado de mantenerme todo lo ecuánime que he podido. El atractivo es muy grande, es un personaje muy interesante, pero tiene facetas tremendamente oscuras. Algunas conocidas, como el genocidio en las Galias con cientos de miles de muertos, incluso hay gente que habla de un millón, pero otras menos. Una de ellas es que durante su ejercicio político en Roma se hacía acompañar de bandas de gladiadores y ejercía la violencia", confiesa Uría.
Algo similar a lo que en el reciente documental Julio César: El ascenso del Imperio romano, que en España se puede ver en Movistar+ y que es originario de la BBC, han puesto el foco. Aquí no hablan de un gran hombre, o también, lo hacen sobre un político "despiadado, brutal y genocida a gran escala". Además de asegurar que era totalmente amoral y un populista que hizo todo lo que estaba en su mano para conseguir el poder absoluto.
Y es el filósofo Javier Gomá el que recupera esta cita, que es de Eurípides pero que Cicerón aseguró que César repetía todo el tiempo: "Si es necesario violar la ley para conseguir el poder supremo, tendrás que violarla; en el resto de las cosas, practica la virtud". Y es así cómo decidió conducirse. Como explica Beard, en aquella época en Roma ser un dictador nada tenía que ver con el significado que le damos actualmente. "Era una figura asumida pero porque era temporal. Se utilizaba en momentos de crisis y durante un periodo limitado pero él lo cambió a diez años, en un primer momento, y luego se convirtió en dictador perpetuo, que es lo que hoy nosotros consideramos como dictador", explica en el citado documental.
También que su llegada hasta allí, hasta ese poder absoluto, no fue casual. Aunque quizás nunca imaginó el alcance que llegaría a tener. "Me gusta compararlo con Alejandro Magno para ver bien esta cuestión. El macedonio nació para ser rey, al contrario que Julio Cesar que venía de una familia patricia pero sin mucho nivel económico. Creo que, en un primer momento, se conformaba con llegar a cónsul y más después de tener que volver de la Galias a Roma sabiendo que podría enfrentarse a un juicio", explica Uría.
"La cerrazón de sus adversarios provocó que llegara a la conclusión de que le iban a juzgar sí o sí. Parte de la decisión de cruzar el Rubicón viene de la desesperación"
FRANCISCO URÍA
Y añade que, pese a su gran ambición, "en ese momento le habría valido con conseguir la impunidad pero la cerrazón de sus adversarios provocó que llegara a la conclusión de que cuando terminase su mandato en las Galias le iban a juzgar sí o sí. Parte de la decisión de cruzar el Rubicón viene de la desesperación, de no tener alternativa".
Aunque antes de aquello ya había mostrado sus ansias de poder. Y para conseguirlo utilizó el relato, del que era un maestro. En el último documental de la BBC apuntan que era capaz de desatar el caos para ser "la salvación" posterior. También que convenció a los romanos de que estaba contra las élites, "aunque los más beneficiados siempre fueron ellas". "Fue un populista capaz de corromper un Estado entero", añaden y comienzan a comparar su actitud, tal y como hace también Mary Beard, con la de Donald Trump, Bolsonaro, Putin o Kim Jong-un.
Y, por su parte, Uría destaca cómo podía pasar de la crueldad extrema a la misericordia absoluta sólo por intereses políticos. "Siempre pienso en lo que escribió Maquiavelo sobre el otro César, Borgia, que admiraba la frialdad con la que podía ser cruel o magnánimo, esto es lo mismo. Si perdonaba, lo hacía porque conseguía rédito político y si ejecutaba, también", asegura y pone como ejemplo que tras ganar la guerra civil decidió indultar a todos "como en una amnistía general". "Ese tipo de misericordia es casi autoritaria, sólo los poderosos pueden perdonar así. No era amable, estaba colosalmente seguro de sí mismo", añade.
Y explica que aunque dedicó mucho tiempo e invirtió mucho dinero en sus campañas electorales al final "tuvo que ganar una guerra para hacerse con el poder, por lo que su historia fue bastante tradicional". Porque César fue, como le definen todos, un gran "populista" y vuelven a la expresión de "pan y circo". "Invierte auténticas fortunas de la época para organizar juegos con 300 parejas de gladiadores, él quería 500 e hicieron una ley especial para limitarlos. Además de muchas obras públicas. Hay que tener en cuenta que él necesita el apoyo del pueblo y en eso es bastante moderno", explica.
Además, añade que sus campañas electorales fueron muy novedosas. "Es un político muy preocupado por su imagen y por el relato. Mandaba unas 60 notas al día y escribió sus campañas militares porque le daba muchísima importancia a cómo se contaban las cosas. No hace nada, por ejemplo en las Galias, sin estar pensando en cómo se ve desde Roma. Es tremendamente moderno en ese aspecto, un político de verdad, porque Pompeyo era militar y Craso financiero pero no eran animales políticos como él".
"Los romanos le llevaban literalmente en el bolsillo y lo tenían que ver todo el rato, era omnipresente"
MARY BEARD
Por eso, cuando se hizo con el poder decidió hacerse ver por toda la ciudad. "Puso una escultura suya en todos los templos y debieron de pintarle muchos retratos pero no han permanecido en el tiempo", asegura Beard que incide en que también puso su rostro en las monedas. "Los romanos lo llevaban literalmente en el bolsillo y lo tenían que ver todo el rato, era omnipresente", añade.
Y cuenta cómo, dentro de ese populismo, de intentar atraer a las masas, organizó una cena para todo Roma donde colocó 22.000 mesas y dio de comer un "pescado de lujo". Y que este tipo de cenas eran habituales y duraban horas y horas, aunque él no participó nunca del todo en ninguna. "Era muy comedido, algo que no era habitual en la época. Comía muy moderadamente y no bebía casi nada, incluso en esas largas sobremesas se iba a escribir cartas o notas. Su autodisciplina era brutal desde muy pequeño", confiesa Uría, lo que da pistas sobre cómo mantenía su buena forma.
Y es este abogado y escritor el que nos explica cómo de importante era para él el aspecto. "Llevaba la toga de una manera distinta a las demás, también con colores más llamativos. Los senadores mayores se lo reprochaban porque los jóvenes le imitaban, era una especie de influencer. Él tenía una preocupación estética que conecta con otra de sus facetas: la de seductor", asegura.
Porque no sólo lo era con los hombres y mujeres que quería cortejar, sino de una manera generalizada. "Por eso, cuando empezó a quedarse calvo lo llevó fatal. Para él, poder llevar la corona de laurel constantemente no solo fue un logro como político sino también a nivel físico, para poder tapar su calvicie", continúa y Beard, en su documental, lo define como "el maestro de la cortinilla".
Le adivinamos cercano, tiene rasgos que son muy modernos y es realmente muy llamativo. Su vida en el fondo es muy teatral, el propio asesinato, todo lo que consiguió"
FRANCISCO URÍA
Pero consiguió su propósito, el de encandilar a todos, incluso veinte siglos después. "Es verdaderamente sorprendente, es un caso único en la historia. A día de hoy se venden millones de ejemplares de libros sobre Julio César... Supongo que le adivinamos cercano, tiene rasgos que son muy modernos y es realmente muy llamativo. Su vida en el fondo es muy teatral, el propio asesinato, todo lo que consiguió", afirma Uría.
Y no quiere dejar de mencionar un elemento que tiene en común con Alejandro Magno y Napoleón. "La forja de los tres personajes viene de sus madres. Son ellas las que les dicen que son especiales, que son únicos. En la época de Julio César la mujer tenía, durante los primeros años de vida de su hijo, un papel muy relevante en su educación. Aquí le haría pensar en semejanzas con Alejandro Magno y además tuvo educadores griegos", sentencia sobre por qué se imaginó siempre en la cima del poder.
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