La causa palestina ha vuelto con fuerza al primer plano de la escena internacional al alba del pasado 7 de octubre de 2023 en el contexto de la ‘Operación Inundación Al Aqsa’ en la Franja de Gaza. Independientemente de las diferencias de opinión sobre la medida y sus consecuencias, la operación consiguió en poco tiempo abortar de forma abrupta la vergonzosa cascada de normalización de relaciones por parte de algunos países árabes con Israel, que incluso se llegó a hablar de que Arabia Saudí iba a sucumbirse a los cantos de sirena, con lo que conlleva su simbología económica y religiosa en la región, si se hubiera consumado tal reconocimiento.

Nueve meses después, y a pesar del alto precio y de la horrible guerra de exterminio que a diario comete Israel contra la población palestina, el mundo está hoy de acuerdo en que, para que la paz sea duradera, debe ser justa. Por lo que intentar pasar por alto el legítimo derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y a la creación de su Estado independiente mediante el “Proceso de Oslo” no habría impuesto la paz deseada, sino todo lo contrario: más injusticia, asentamientos y matanzas.

El 7 de octubre fue el resultado inevitable de la incapacidad de la Comunidad Internacional para asumir su responsabilidad y cumplir sus obligaciones con el pueblo palestino, incluido un flagrante favoritismo hacia Israel, y su permanente impunidad ante hechos difíciles de defender. Pero afortunadamente, frente a esa defensa ciega, ha surgido un movimiento internacional sin precedentes que busca impulsar el reconocimiento y la plena pertenencia del Estado palestino a las Naciones Unidas. Ese impulso ha evidenciado el aislamiento de los partidarios minoritarios de Israel que quedan en el seno del Consejo de Seguridad y en la Asamblea General de las Naciones Unidas, y como muestra, un botón: las votaciones en el Consejo el pasado 19 de abril de 2024, y en la Asamblea General quince días después.

El eco del diluvio de Al Aqsa se ha notado también en otras latitudes, especialmente en el Sáhara Occidental. A raíz de aquel hecho ahora ha empezado a fraguarse una conciencia gradual entre los actores internacionales sobre el peligro que supone el bloqueo continuado del proceso de solución de la ONU. Este cambio quedó reflejado en el Sáhara Occidental el 13 de noviembre de 2020, el día de la reanudación del conflicto armado en esta última colonia africana, y la consiguiente ruptura del alto el fuego treinta años después. De hecho, el 13 de noviembre no fue más que el 7 de octubre palestino. Ambos hechos fueron consecuencia de una frustración creciente e insostenible en el tiempo, que culminó con el palpable hartazgo de los saharauis hacia la incapacidad del Consejo de Seguridad de la ONU para imponer una solución justa y cumplir con sus obligaciones hacia su tierra.

La similitud entre la lucha de ambos pueblos, el palestino y el saharaui, va más allá en lo simbólico, superando incluso el parecido en los colores de sus insignias nacionales

Y al igual que ocurre con Israel, Marruecos, país ocupante, envalentonado con el favoritismo de las Naciones Unidos, en detrimento del derecho del pueblo saharaui, se sentía amparado en su actitud de rebeldía y actuaba con total impunidad ante las innumerables resoluciones. Antes tales hechos, el 13 de noviembre saharaui, vino a poner coto a esos comportamientos, y frenó en seco, lo mismo que el 7 de octubre palestino, una inexplicable espiral negativa de las Naciones Unidas para enterrar los procesos de referéndum y autodeterminación, que ella mismo había defendido con tanto ahínco, de tal forma, que incluso se favorecía la fórmula marroquí de la autonomía, una propuesta que nació muerta, porque en el papel no es más que la “versión saharaui” del malogrado “Proceso de Oslo” para legitimar y perpetuar la execrable ocupación.

Las 16 peñas de Pamplona se han unido con sus pancartas y sus charangas a una marcha por las calles de la ciudad en solidaridad con el pueblo palestino. | EFE

La similitud entre la lucha de ambos pueblos, el palestino y el saharaui, va más allá en lo simbólico, superando incluso el parecido en los colores de sus insignias nacionales, sino que roza un parecido razonable, que intento resumir en los siguientes puntos, sin obviar las resistencias y los dos hitos que hilan este relato, el 7 de octubre 2023 y el 13 de noviembre de 2020:

  1. Supuestas reivindicaciones históricas y religiosas: En ambos casos, el proyecto colonial se basa en un ficticio relato que se ampara en inexistentes derechos históricos y religiosos. En el caso del Estado de Israel, se justifica en “una encarnación de una promesa divina bíblica”; cuando en realidad la esencia mismo de la doctrina sionista afirma sin tapujos que las delimitaciones geográficas de Israel no se detienen en las fronteras reconocidas de Palestina, sino que se extienden más allá, incluyendo toda la geografía ‘histórica’ (el llamado Gran Israel), que llega hasta Medina y Khaybar (Arabia Saudí). Por su parte, Marruecos, en su delirio territorial, basa su proyecto expansionista alegando la soberanía política y religiosa de los sultanes marroquíes sobre el territorio del Sahara Occidental, lo que de plano fue rechazado por la Corte Internacional de Justicia en su opinión consultiva (16 de octubre de 1975). Y aún así, en el imaginario del país magrebí las fronteras se derraman hasta Senegal en el sur de África, pasando por todos los países vecinos (el eterno Gran Magreb).
  2. Ocupación militar: Según el Derecho Internacional, Israel ocupa militarmente los territorios palestinos (fronteras de 1967), y en sus resoluciones, y en particular la 242 (1967), que marcó un hito, el Consejo de Seguridad, exigió la retirada de los mismos. Lo mismo se aplica a Marruecos como potencia ocupante, cuando el máximo órgano de la ONU exigió al reino alauita su inmediata retirada durante la Marcha Verde del territorio saharaui (380/1975); y la posterior resolución 35/19 (1980) de la Asamblea General de la ONU que describe al país magrebí como potencia ocupante en el Sáhara Occidental. Las dos potencias militares ocupantes, Israel y Marruecos, están obligadas a aplicar las exigencias del Derecho Internacional Humanitario en Palestina y en el Sáhara Occidental.
  3. El derecho a la autodeterminación: El ejercicio de este derecho ha sido constante y sistemáticamente reconocido por la comunidad internacional, especialmente desde la resolución 3236 (1974) de la Asamblea General de la ONU sobre los "Derechos del Pueblo Palestino", y desde mediados de los años sesenta para el pueblo saharaui. El derecho a la autodeterminación, y su libre ejercicio, sin injerencias extranjeras es la única vía para alcanzar una solución pacífica, justa y definitiva.
  4. El legítimo y único representante: Por la misma resolución, 3236 (1974) de la Asamblea General de la ONU, se reconoció a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como único representante legítimo del pueblo palestino y se le concedió el estatuto de observador en la ONU. La decisión se basaba en una resolución adoptada ese mismo año por la organización regional, (La Liga Árabe), tal y como estipulan los reglamentos de la ONU. Ese estatus se mantuvo posteriormente, incluso después de que la OLP fuera sustituida por "Palestina" mediante la resolución 177/43 (1988). En cuanto al Frente Polisario, quedó claro para el mundo que el pueblo saharaui se sentía identificado y representado con y por él cuando la Misión de Investigación enviada al territorio del Sahara Occidental por la Asamblea General de la ONU el 12 de octubre de 1975 emitió su informe. Esta posición fue posteriormente, y hasta el día de hoy, confirmada por las resoluciones 37/34 (1979) y 19/35 (1980) de la Asamblea General de la ONU, y por las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, de la Unión Africana y del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, donde se reconoce el estatuto del Frente Polisario como único y legítimo representante del pueblo saharaui.
  5. Refugiados y asentamientos: En ambos casos, gran parte de los pueblos palestino y saharaui, se vieron obligados a abandonar sus tierras para escapar de la campaña de represión y exterminio que acompañó a la invasión. Hoy, desgraciadamente, miles de palestinos y saharauis son refugiados en todo el mundo, especialmente en los países vecinos. Su regreso digno a su patria es un punto esencial en cualquier proceso de solución pacífica. Sin embargo, y desde el primer día, Israel y el Reino de Marruecos, han tenido un evidente afán de cambiar la composición demográfica de los dos territorios adoptando una brutal política de colonización y apropiación forzosa de las tierras de los dos pueblos sometidos. Conforme al Derecho Internacional Humanitario, la colonización es un crimen, y sin embargo, las dos potencias ocupantes siguen ampliando y fomentando esta política. En lo que respecta al Sáhara Occidental en particular, en los últimos cinco años, Marruecos ha aumentado el ritmo de esta ilegal práctica, expropiando por las fuerzas las tierras a los saharauis, promocionando grandes proyectos de inversión para fomentar la colonización demográfica, y vinculando la economía de algunos países europeos, especialmente en lo que respecta a las energías renovables, a la ocupación como una realidad. En ambos casos, los pueblos saharaui y palestino, fueron sometidos a una política de discriminación, segregación racial y empobrecimiento sistemático.
  6. El muro de separación: En el Sáhara Occidental, el Reino de Marruecos construyó un muro a principios de los años ochenta para proteger las ciudades ocupadas en respuesta a la capacidad del ejército saharaui de trasladar la guerra al interior de Marruecos. Un muro militar de más de dos mil kilómetros de longitud, custodiado por unos 160.000 militares, con fosos, alambradas y radares de vigilancia, colocando al Sáhara Occidental en la lista de los diez países más contaminados por minas, debido a que Marruecos sembró a lo largo de este cinturón unos 10 millones de minas de diversos tipos. Ahora, la berma divide el territorio y a su población en dos partes y constituye, en sí misma, un crimen humanitario en toda regla. Por su parte en Palestina, Israel empezó a construir el muro en 2002, durante la Intifada de Al-Aqsa, y a finales de 2006, había alcanzado los 402 kilómetros de vallas y caminos de patrulla. El vergonzoso muro recorre un camino en forma de zigzag que rodea la mayor parte de Cisjordania para obstaculizar la vida de los palestinos y asegurar los asentamientos. La Corte Internacional de Justicia (CIJ) emitió una opinión consultiva el 9 de julio de 2004 declarando ilegal el muro, al igual que el mismo Tribunal había emitido una opinión consultiva invalidando las reclamaciones marroquíes sobre el Sáhara Occidental el 16 de octubre de 1975.
  7. Soberanía sobre los recursos naturales: El Derecho Internacional reconoce la soberanía de los pueblos saharaui y palestino sobre sus recursos naturales en virtud del derecho a la autodeterminación, en cuyos cuatro componentes principales se encuentra la soberanía. La sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas (TJCE) de 25 de febrero de 2010 (Caso Brita), que confirmó que el acuerdo marco entre Israel y la Unión Europea sobre preferencias aduaneras no debía incluir los productos procedentes de la Cisjordania ocupada, proporcionó el marco y el precedente jurídico que animó al Frente Polisario a iniciar un litigio ante el TJCE para invalidar los acuerdos firmados entre la UE y el Reino de Marruecos que incluyen el Sáhara Occidental ocupado. Posteriormente, las sentencias históricas del Tribunal sobre el Sáhara Occidental en 2016, 2017, 2018 y 2021 supusieron un importante triunfo también para los palestinos, que aprovecharon para consolidar el éxito de prohibir los productos procedentes de los territorios ocupados y los asentamientos.
  8. Proclamación del Estado: Para fortalecer la resistencia, consolidar sus éxitos diplomáticos y enfatizar la independencia nacional como un imperativo histórico, los movimientos de liberación del Sáhara Occidental (Frente Polisario) y Palestina (Organización para la Liberación de Palestina) proclamaron dos Estados desde el exilio. El Frente Polisario declaró la República Saharaui el 27 de febrero de 1976, un día después de la evacuación del último soldado español del territorio, mientras que la OLP declaró el Estado Palestino el 15 de noviembre de 1988, durante la 19ª sesión del Consejo Nacional Palestino. Ambos Estados fueron declarados desde Argel y, hasta el día de hoy, Argelia desempeña un papel de liderazgo regional e internacional en la defensa del derecho de los dos pueblos a establecer sus Estados. Los dos estados comparten el elemento del reconocimiento internacional parcial hasta la fecha, aunque han conseguido ser miembros de pleno derecho en sus organizaciones regionales: la Unión Africana para la República Saharaui, y la Liga de Estados Árabes para el Estado de Palestina.
  9. Potencias hostiles y potencias aliadas: Aunque existen diferencias en los detalles, el panorama geopolítico general sugiere una actitud negativa de la mayoría de las potencias occidentales influyentes hacia la lucha de los dos pueblos. Al mismo tiempo, los dos pueblos gozan de un fuere e incondicional apoyo por parte de países con un férreo arraigo de liberación, como muchos países africanos, especialmente Argelia y Sudáfrica, así como varios países latinoamericanos gobernados por líderes progresistas, tal es el caso como Cuba, Venezuela, Colombia, Bolivia, etc.

Lo mismo ocurre en el plano de la solidaridad popular en todo el mundo, simbolizada en como los rostros destacados en el movimiento de apoyo con el pueblo palestino en todo el mundo son los mismos que se solidarizan con el pueblo saharaui.

Esta similitud entre las dos causas ha llevado a la intersección de las luchas de los dos pueblos en muchas etapas. La más notoria es la actual, y también condujo a la aceleración del abrazo entre las dos potencias ocupantes, consagrado por el humillante proceso de normalización en el marco de los ‘Acuerdos de Abraham’. Una maniobra urdida por el expresidente estadounidense Donald Trump, que, en una artimaña de trueque, y en evidente atropello a la Legalidad Internacional, redactó, con premeditación y alevosía, aquel tweet donde ‘reconocía’ la ilegal soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, mientras allanaba el camino para que el país alauita retome sus relaciones diplomáticas con Israel, profundizando aún más la traición hacia los hermanos palestinos. Meses después, Tel Aviv, en una embriaguez por aquellos acuerdos, y en un movimiento de non-événement, reconocía la supuesta soberanía del reino marroquí sobre el Sáhara Occidental.

Las dos potencias de ocupación militar, Israel y Marruecos, atraviesan contradicciones internas históricas

Los retos actuales y la presión de la coyuntura crucial que atraviesan las dos causas, y la profundización y diversificación de los aspectos de la alianza y la conspiración conjunta entre Israel y Marruecos, exigen que palestinos y saharauis aúnan sus esfuerzos y en un ejercicio de hermandad marchen conjuntamente hacia la consecución de la libertad y la independencia. En solo en unión podremos aprovechar las oportunidades que existen en el campo del enemigo común.

En Israel, el Estado está perdiendo su prestigio y la ilusión de ser la superpotencia regional. El contrato político-religioso se está erosionando como nunca, la coalición gobernante está desgarrada, y el primer ministro Benjamin Netanyahu se tambalea entre caer por la presión en la calle, o por la orden de detención internacional.

En Marruecos, los indicadores económicos y de desarrollo humano, la magnitud del endeudamiento externo e interno, y el déficit presupuestario que supera todas las líneas rojas, están creando una fractura económica entre el pueblo y el gobierno dirigido por la oligarquía del Majzen, pilotado por el primer ministro Aziz Akhannouch. Paralelamente crece el divorcio político con el régimen por la normalización con Israel y la traición al pueblo palestino, evidenciado ahora tras las masacres cometidas en Gaza.

Las dos potencias de ocupación militar, Israel y Marruecos, atraviesan contradicciones internas históricas. El momento histórico es similar al que atravesó Francia a finales de los años cincuenta antes de reconocer inevitablemente la independencia argelina. El mismo patrón de agitación interna se podía palpar también en el régimen del Apartheid de Sudáfrica en los años ochenta, antes de la liberación de Nelson Mandela, y su aquiescencia a la voluntad de la mayoría oprimida.

Para que la historia se repita en Palestina y el Sáhara Occidental, los dos pueblos deben ser plenamente conscientes de la delicadeza de la circunstancia con sus grandes peligros y oportunidades para adoptar la hoja de ruta renovada que acelere el camino hacia la inevitabilidad histórica de la derrota de la ocupación y la victoria de la voluntad de los pueblos.


Ubbi Buchraya es representante del Frente Polisario en Suiza y ante las Naciones Unidas y organizaciones internacionales en Ginebra.