Estamos abocados al fracaso. La crisis climática es la crisis definitoria de nuestro tiempo, una amenaza global que barre con todo lo que tiene por delante. Estamos hartos de verlo. El calentamiento global derrite los glaciares, seca el hábitat de los animales que luchan por sobrevivir en un mundo que está herido. Según datos del Servicio de Cambio Climático de Copernicus, en 2023 la Unión Europea sufrió su año más caluroso desde que empezó el registro en 1850. Y, ahora, la punta de la bota italiana sufre la peor sequía de su historia.

En 2021, Sicilia batió récord de temperaturas con 48,8 grados y, esta semana, la isla podría alcanzar los 43 en otra sofocante ola de calor. Tras un año sin precipitaciones, la desertificación de esta ínsula italiana podrá hacer que pase a ser territorio yermo en 2030. De hecho, el lago Pergusa, la única laguna natural de Sicilia, se ha secado casi en su totalidad.

Antonio Parrinello, agrónomo y exdiputado del Parlamento siciliano, no recuerda una sequía "tan grave y compleja" en la isla, y estima una pérdida de hasta la mitad de producción de cítricos y hortalizas, así como una caída del trigo que puede llegar al 75%.

Los agricultores y ganaderos, los verdaderos afectados

"Si el clima sigue así, no sé cuánto resistiremos", se lamenta Giovanni Impiccichè, un ganadero de la región. Observa los pastos secos. A su lado, las más de 700 ovejas que tiene a su cargo. "Por la noche, uno se despierta y se pregunta: '¿Cómo haré mañana?'".

Los ganaderos se enfrentan a una lucha diaria por una mejoría. Una obtención de forraje u otros recursos hídricos que auguren la supervivencia de sus animales. El agua se traslada en barriles, a 20 kilómetros de distancia, y menos pasto implica la compra de heno y cereales que alimenten el ganado. Los costes no hacen otra cosa sino subir.

El granjero protesta la "poca atención" que tanto el Estado central como el Gobierno regional de Sicilia prestan al problema, y denuncia una falta de planificación hídrica que optimice la irrigación mediante los embalses de la isla, casi vacíos y en un estado que no permite la conservación de grandes cantidades de agua en su interior.

Tirar la toalla

Impiccichè gimotea sobre el colapso del sistema económico siciliano, "propio de un territorio ya empobrecido", donde "más de la mitad de haciendas tienen más pérdidas que beneficios". La única solución es tirar la toalla. Cambiar de oficio e incluso emigrar.

En la provincia de Trapani, en Sicilia Occidental, la agricultura vitícola dominó la economía por décadas, llegando a ser la provincia con más viñas y producción de vino por cápita en Italia. Pero la sequía deja a muchos al dique seco, como a Gian Paolo de Vita, uno de los muchos viticultores del área que ahora no logra llegar a fin de mes. En 2023, un exceso de lluvias produjo que se enfermara la uva y, poco después, un tórrido calor ha hecho que las uvas se sequen "en la propia planta, acabando incluso hervidas en algunas zonas del interior", observa el viticultor.

De Vita pasea por el campo. Los viñedos no son sanos, sufren los estragos del año pasado y se enfrentan a los de este. Pretende resistir, pero la situación ha hecho que comience a pensar en un plan B: "irme a trabajar al norte de Italia. Si no hay alternativa y tengo que ser un migrante con 50 años, lo seré".