La palabra con la que muchos corresponsales en Estados Unidos vienen describiendo su estado de los últimos días es ciclotímico. Según el día que sea, parece que Joe Biden va a retirarse de la carrera presidencial o que está claro que se queda. Los acontecimientos se superponen, el ritmo es de montaña rusa, y nadie tiene claro qué nos esperará mañana, ni tan siquiera dentro de media hora. Esa sensación también la ha transmitido el discurso de Donald Trump en la noche de este jueves.

El esperadísimo cierre de la Convención Republicana comenzó como un canto a la unidad, a la concordia, a dejar atrás las rencillas y las diferencias y darse la mano para volver a hacer América grande de nuevo. Pero la paz no duró demasiado y pronto Trump abrazó sus mensajes tradicionales: culpó al resto de países del mundo de estar llenando EEUU de criminales y violadores de niñas que han matado "a cientos de miles de personas", los llamó "alienígenas ilegales" que se están llevando los empleos de los estadounidenses y prometió cerrar la frontera tan pronto como sea presidente.

También juró terminar "el mandato del vehículo eléctrico" desde su primer día de nuevo en el cargo y acabar con "la ridícula estafa verde" que está provocando "precios inflacionarios"; bajar los impuestos; encargarse de que los jóvenes puedan comprar viviendas; hacer el país asequible para los bolsillos de la clase media, al mismo tiempo, mejorar la sanidad y acabar con, en esencia, todos los problemas de los norteamericanos. "Esta noche espero que me apoyéis [en las elecciones], porque volveré a traer el sueño americano", aseguró. "Pronto seremos una gran nación de nuevo".

Pero el expresidente no comenzó así. Los primeros minutos de su discurso fueron una narración a ratos casi lacrimógena del intento de asesinato que sufrió el pasado sábado, minuto por minuto. Aseguró que él no debería estar aquí, en la reunión de su partido, y que si lo está "es solo por la gracia de Dios". Alabó a la multitud que en el mitin de ese día no provocó una avalancha, no huyó, porque no querían dejarlo solo, y aplaudió al Servicio Secreto, que terminaron con la vida del "asesino" y le "protegieron", y también dedicó un momento al bombero fallecido. Relató el momento en el que la bala silbó al pasar por su oreja, cuando se llevó la mano a la zona de la herida y se llenó de sangre, y cuando levantó el puño para gritar fight, fight, fight y la muchedumbre "gritó como nunca he visto a una multitud gritar".

"Estas elecciones deberían ser sobre los problemas del país, y sobre cómo conseguir que América sea más rica, más fuerte, más segura y más grande otra vez. Tenemos que recordar que todos somos ciudadanos", continuó el, ahora sí, candidato del Partido Republicano a las elecciones. "No debemos demonizar ni criminalizar disidencia (...) yo estoy aquí para todos los ciudadanos del país, da igual que seas un hombre joven o mayor, una mujer;  demócrata, republicano, independiente; negro o blanco o asiático o hispano, te tiendo una mano de lealtad y amistad, juntos llevaremos a América a nuevas cimas como el mundo nunca ha visto antes", aclamó.

"Estoy aquí para todos los ciudadanos del país, da igual que seas un hombre joven o mayor, una mujer; demócrata, republicano o independiente, te tiendo una mano de lealtad y amistad"

Trump parecía abrazar el mismo mensaje que tanto Biden como su equipo trató de transmitir tras el atentado del sábado, un mensaje de serenidad, de volver al cauce de la calma y del respeto. Su propia esposa, Melania Trump, que este jueves ha asistido por primera vez a la Convención Republicana, publicó una carta en X -antes Twitter- pidiendo paz que su marido ha alabado hoy desde el escenario. "Melania, gracias", le ha dicho el expresidente, recalcando que su mensaje de unidad nacional "cogió al partido partido por sorpresa. Fue muy bonito".

Promete llevar a cabo "la mayor deportación de la historia"

Pero hasta ahí. Entonces se terminaron los agradecimientos y Trump volvió a la carga, asegurando, entre otros, que con Biden la inflación ha sido peor que nunca en el país. Que durante su mandato la economía creció "como nadie había visto nunca", que su hijo Eric ha sido citado a declarar "más que ningún otro hombre de todo Estados Unidos", "loca Nancy Pelosi", dijo, culpando a la presidenta de la Cámara de Representantes del país. "Las ciudades están llenas de alienígenas ilegales, que se llevan el 1,7% de los empleos de los estadounidenses, y los que más perjudicados salen son la población negra y la hispana", ha dicho el expresidente.

Otro momento ha estado dedicado a todo lo que no habría sucedido bajo su mandato. "Conmigo Rusia no invadió ningún país", se ha jactado, al tiempo que ha mostrado gráficos -los mismos que le salvaron la vida el sábado en el mitin de Butler, en Pensilvania- que en teoría muestran cómo la criminalidad ha subido como nunca durante el mandato de Biden. En este momento ha relatado los nombres y las historias de varias mujeres y niñas que fueron violadas y asesinadas por, según su relato, migrantes latinos. "No dejaré que estos criminales entren al país", ha prometido, insistiendo en que llevará a cabo "la mayor deportación de la historia", mayor que "la que hizo [el expresidente] Dwight Eisenhower".

Pero son muchos los temas que Trump se ha dejado en el tintero. No ha mencionado el aborto, uno de los temas que los republicanos saben que puede quitarles más votos, ni tampoco el control de las armas, para expresarse ni a favor ni en contra. Durante el resto de intervenciones de gobernadores, congresistas, senadores y personalidades del entorno republicano que han tenido lugar durante toda la semana, dichos temas han quedado al margen: lo más importante para el partido era dar imagen de unidad frente al caos del Partido Demócrata, y lo han conseguido.