Cada vez que un novillero montaba la espada para entrar a matar, el siseo pidiendo silencio amortiguaba todo ruido y, créanme, Las Ventas parecía La Maestranza. Así, un novillo tras otro. En el sexto, en ese momento de suerte final, fue sajado al instante uno que se acordó del presidente del Gobierno. Cállate, siseo y la estocada.
Al reclamo de Cénate Las Ventas, nadie podía llevarse a engaño de enfrentarse a un ambiente verbenero la noche del jueves en Madrid. En más de una docena de corridas de San Isidro seguro que hubo más bullicio y falta de respeto que en la nocturna, nueve de la noche, más de un tercio de entrada -casi diez mil personas- para ver a tres novilleros, cada uno con su aquel, pero sin rastro de tirón VIP por ningún lado.
Manolo Vázquez -oro viejo todo- pasó sin pena ni gloria, apenas una tanda de naturales; a Fabio Jiménez se le vio muy puesto, con aires de muletero capaz; y Mario Navas, un pequeño gran torero, con alternativa a la vista en menos de dos meses, resuelto con los trastos como si ya la hubiera tomado hace años y resolviendo muy por encima de un mal lote de El Cotillo. Manejar los trastos así de resuelto, con ese amplio capote con el que encumbró las medias verónicas, con la muleta por ayudados por alto o suelta más enfrontilado, o con ese doblón final categórico que le costó que el novillo se aculara en tablas sin remedio, con todo eso junto, sin dar una vuelta al ruedo, Mario Navas está para no perdérselo. El jueves repite junto a Fabio Jiménez y Valentín Hoyos en la final.
Pasadas las ocho y media, antes del paseíllo, las galerías interiores de los tendidos altos estaban dispuestas y ya en máxima ocupación las mesas bajas, las mesas altas, los taburetes y demás resto de mobiliario de hostelería, incluso en la terraza con aires más románticos y vistas singulares a La Conce.
En cuanto al alpiste servido en luminosos stands, un homenaje a la cocina patria -el jamón, el torrezno con tintes madrileños- y por extensión a la centro y suramericana, frijoles, quesadillas, tacos, una pomposa barbecue acompañada de su inmarcesible aroma. Cénate Las Ventas.
Gran mayoría de público joven, con una inesperada disposición al respeto sobre todo lo que se hacía en el ruedo, antes y después de los percances de los banderilleros heridos. Sólo en el sexto, tres horas después del inicio del banquete, alguna reiteración de vivas a España sin más, comprensible ya cercana la medianoche.
Siseo, silencio y a matar.
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