Puestos a ceder, Pedro Sánchez y Salvador Illa le han cedido a ERC hasta el relato del acuerdo que permitirá, si las bases republicanas no lo impiden, la investidura del candidato del PSC.

Sólo ha hablado ERC y nadie del gobierno, ni del PSC, ha desmentido o matizado lo dicho por los republicanos. Habrá que colegir, pues, que lo que han contado se ciñe al pacto sin ninguna duda.

El acuerdo consiste en resumidas cuentas en situar a Cataluña al mismo nivel de autonomía fiscal que el País Vasco o Navarra, comunidades a las que la Constitución les reconoce esa peculiaridad. Se rompe el régimen común de las comunidades autónomas y, por tanto, habrá que reformar la LOFCA (ley orgánica de financiación de las comunidades autónomas).

Cataluña, a partir del año próximo, recaudará, gestionará y tendrá capacidad inspectora para todos los impuestos, fundamentalmente el IRPF. el IVA y el Impuesto de Sociedades. Posteriormente, la Generalitat pagará al Estado una "cuota de solidaridad", similar al cupo vasco, por los servicios que le presta.

Como Cataluña es, junto con Baleares, y, sobre todo, Madrid, una de las comunidades que aporta más de lo que recibe al sistema, eso significa que, a partir de 2026, las autonomías con menos recursos recibirán menos dinero de la caja común de la financiación autonómica.

Hasta hace dos semanas, tanto Illa como distintos miembros del Gobierno se negaban a aceptar la cesión que ahora se ha pactado. Lo que recuerda mucho a lo que sucedió con la amnistía. Hasta la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, negó que esa petición de los independentistas se fuera a aceptar tras la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera que se celebró ¡el pasado 15 de julio!

El revuelo que generó en las filas socialistas el conocimiento del pacto con ERC ha obligado a la dirección del partido a convocar un Comité Federal de urgencia para este mismo martes.

El pacto con ERC implica situar a Cataluña al mismo nivel de autonomía fiscal que el País Vasco y Navarra. El sistema de financiación común de las autonomías ha saltado por los aires

Al final, ERC ha conseguido que la Generalitat tenga "la llave de la caja" a cambio de apoyar un gobierno de Salvador Illa.

Pero el precio también implica la creación de una "convención nacional", presidida por ERC, y dependiente del Parlament, que gestionará, nada más y nada menos que el "conflicto político" entre España y Cataluña; además, se creará una consejería lingüística para blindar el catalán y dejar sin efecto la obligatoriedad de aplicar el 25% de enseñanza en castellano. O sea, incumplir normas y resoluciones judiciales se convierte en práctica común y aceptada por el PSC en Cataluña.

Por si esto fuera poco, Marta Rovira, la líder de ERC que ha pilotado el pacto, advirtió que esta cesión es otro paso más para conseguir el objetivo irrenunciable de la "independencia de Cataluña". Es decir, que la bajada de pantalones del gobierno y de Illa no se hace a cambio de la renuncia a la llamada vía unilateral, sino tan sólo a cambio del apoyo de los diputados de ERC a la investidura del candidato del PSC.

A la vergüenza de todo lo entregado a cambio de tan poco se suma el oprobio de que no haya ni un sólo papel en el que figure negro sobre blanco la lista de cesiones a los independentistas. La excusa para esa ocultación de detalles a la ciudadanía es no enfadar a los poco más de 8.000 militantes de ERC que tienen que votar si aceptan el pacto el próximo sábado. No se puede caer más bajo.

Sánchez ha aprovechado que la mayoría de los españoles está ya con un pie en la playa para dar otra estocada a la soberanía nacional. Cree que en septiembre ya todo estará olvidado y con Illa en la Generalitat llegará la felicidad completa a Cataluña.

Sin embargo, todo tiene un límite. El presidente está rompiendo con fines absolutamente espurios consensos que han sido la base de la democracia construida a partir de la Constitución del 78. Primero fue la amnistía, ahora el pacto fiscal. Si hubiera en España un partido pro marroquí que contara con los votos necesarios para su continuidad en Moncloa, Sánchez no dudaría en cederle Ceuta y Melilla al régimen de Mohamed VI si así se garantizara su permanencia en el poder.

Esperemos que en el PSOE todavía quede suficiente gente con dignidad y arrestos para frenar este dislate. No vaya a ser que, al final, sea Puigdemont el que, por un ataque de soberbia, termine por abortar lo que nunca debió aceptarse.