Las cuentas que se hace Sánchez desde la Moncloa, mientras se prueba estatuas ecuestres con armiños y rapaces como el que se prueba peluquines de presumido, empiezan a no convencer en su partido. El PSOE de la rosa mustia y del obrerismo de pesada pana mojada (incluido el recursivamente escandalizado, horrorizado y encinchado Page), lo había tragado todo con este Caligulilla de ceñido pantalón. Pero ya le están tocando a la vez el dinero y el electorado, como un sensible y definitivo testiculario político, patricio y mercantil. No es tanto que el nuevo fuero catalán, con poderes para recaudar todos los impuestos como el sheriff de Nottingham, sea una negación más o menos teórica o académica de la izquierda, la solidaridad y hasta el verdadero federalismo, sino que es un manotazo recto, tangible y medible a la panera del pobre. El PSOE tendría que dejar de ser el partido guay de los pobres, o el partido de los guais que se preocupan por los pobres, para ser sólo el pobre partido de un guay, llegando así a perder toda su clientela.

Yo no sé si se puede hablar de rebelión, que sólo ha salido Page vestido de Doña Cuaresma o de doña Rogelia, como siempre, y algún otro barón pidiendo una reunioncilla, que tampoco es todavía pedir la pesada y oronda cabeza de Sánchez, cabeza como mesopotámica de oro, realeza, superstición y crueldad. Yo creo que el PSOE está preocupado por el dinero, no por Sánchez, y eso no es todavía una rebelión, sólo un contratiempo. El PSOE de las provincias, los campanarios y las artigas es cierto que podría sobrevivir sin dinero inmediato o sin electorado inmediato, pero no sin ambas cosas a la vez, que es lo que va a ocurrir cuando en las tierras más duras de España vuelvan a ver a los señoritos llevándose el trigo y las mozas. Sin embargo, el PSOE aún no se da cuenta de que el problema no es este pago en libras de carne a los independentistas por colocar a Illa en la Generalitat como en una silla de inválido (no podrá hacer nada sin ellos). El problema es que Sánchez puede volver a vender todo lo que tiene y lo que dice el PSOE en cualquier momento por cualquier cosa, o todo lo que tienen o dicen los pobres o los guais que lo votan, y así van a dejar de votarlos.

Salvo Page y algún otro muerto vivo como Lambán, los demás sólo piensan que esta jugada se le ha ido de las manos al querido líder, pero que la cosa se puede reconducir

Yo no hablaría de rebelión porque la mayoría del PSOE sigue pensando que puede sobrevivir con Sánchez, y aún más, que todavía les presta seguridad y fama de ganador y de guapo (creo que fue Rilke el que dijo, más o menos, que la fama era la colección de todos los malentendidos que se reunían alrededor de una persona). Sí, estoy seguro de que en el PSOE piensan que Sánchez sigue siendo su mejor opción, porque no va a volver Susana del pozo del cortijo, con pelos y camisón de aparición, ni pueden aupar a Page después de que la prensa del Movimiento lo equipare no ya a la derechona del PP sino a la de Clarín. Salvo Page, que tampoco importa mucho porque yo creo que sólo intenta conservar su reducto manchego, su Palmar de Troya de socialismo presanchista o preconciliar; salvo Page, decía, y algún otro muerto vivo como Lambán, los demás sólo piensan que esta jugada se le ha ido de las manos al querido líder, pero que la cosa se puede reconducir. Sin embargo, Sánchez es irreconducible.

Al PSOE le han tocado la mina misma del dinero, que es también la de la ideología y la clientela, esa financiación de las autonomías enrevesada pero aún providente y justiciera, sin la que no podrían hacer sus discursos alpargateros ni sus divisiones agropecuarias entre pobres y ricos, izquierdas y derechas. Esto, sin duda, es mucho más peligroso para el partido que las amnistías, los perdones, el iliberalismo doliente, la colonización institucional o incluso los rodalíes y tal, que al fin y al cabo se percibían como mera teología de la democracia, muy alejada de los problemas cotidianos, o como una mercancía muy acotada de concesiones o privilegios, entendibles en una negociación. Ahora, el dinero es todo el dinero, la concesión es total, como la destrucción del discurso solidario y progresista también es total. Pero es aún algo anecdótico, no sustantivo. Es aún un error de Sánchez, muy lejos de admitir que Sánchez sea el error. El PSOE, que aparte de los esnobs siempre tuvo al pobre medianero de cliente principal (tanto que allí donde más tiempo gobernó, en Andalucía, se dedicó básicamente a fabricar pobres como si fueran botijos típicos); el PSOE, sanchista o presanchista, en fin, puede perder definitivamente a su público con esta última barbaridad de Sánchez, que como ya dije el otro día huye llevándose todo por delante. Y aun así, el PSOE quejándose por esto, quejándose por el dinero, no por Sánchez, no constituye ninguna rebelión. La rebelión vendrá cuando los socialistas hambrientos de dinero, de principios, de historia o de futuro se den cuenta de que la decadencia de Sánchez será una caída cataclísmica que les va a arrastrar a todos, desde el concejal con vara de avellano a las empresas periodísticas que sólo son evangélicas. Y, claro, quieran salvarse.

Los barones miran por el cepillo de la parroquia, pero sobre todo por su propio culo catedralicio. E igual el concejalillo y hasta el obispón mediático. Cuando se den cuenta de que el sagrado culo, con sitial hasta las tripas o hasta las campanas, está en peligro no por un mal día de Sánchez con las cuentas o las ocurrencias, sino porque el guapo ha pasado ya a ser un hortera, y el príncipe un paria, y el ganador un gafe, y el querido líder un despreciable canalla, y el fiel votante un ciudadano herido, estafado y resentido; entonces se pedirán principios y no dinero, coherencia y no manteca, cabezas y no explicaciones. Las cabezas, claro, no serán sólo de Sánchez y su camarilla, y eso retrasa más la inevitable purga. Lo mismo no está tan lejos ese día, pero no es hoy, cuando Sánchez, en la Moncloa como en un spa, se sigue probando tranquilamente batines, turbantes, joyones y tigres de estampado o de verdad, como un rapero o como Sergio Ramos.