Los pilares hace tiempo que se resienten y que las bases muestran cierta fatiga. La estructura del edificio acaba de cumplir 129 años y nadie duda de que requiere ser apuntalada. El PNV lo sabe. En el curso político que acaba de cerrar ha sufrido como hacía mucho tiempo que no recordaba. Por primera vez ha sentido cerca, muy cerca, el aliento de la izquierda abertzale, el riesgo de ‘sorpasso’ y de pérdida de la primacía que aún ostenta en Euskadi. La sangría de votos, el desgaste y el haber perdido el otrora preciso termómetro social del que hacía gala preocupa en Sabin Etxea. El partido afrontará tras el verano lo que se aventura como un profundo proceso de renovación interna. Tendrá que decidir si es sólo generacional o más profundo; programático, ideológico. Lo deberá plasmar en sus órganos de dirección y en la ponencia política que tendrá que fijar el rumbo político para volver a sintonizar con la parte de la sociedad vasca que ha desconectado del partido o que ni siquiera se plantea hacerlo.
El presidente del PNV, Andoni Ortuzar anunció este miércoles que el pistoletazo de salida se dará el 29 de septiembre próximo durante el ‘Alderdi Eguna’ (Día del partido). Será entonces cuando se inicie el proceso a doble vuelta en el que las asambleas locales deberán elegir a quienes quieren que ocupen los órganos de dirección de la formación los próximos cuatro años. La generación que representa Ortuzar, los llamados ‘Jobuvis’, relevó a la de Xabier Arzalluz. A ella pertenece el exlehendakari, Iñigo Urkullu o el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban. Funcionaban casi como una ‘cuadrilla’ de amigos dispuestos a imprimir su sello generacional y reivindicaban otro modo de entender y hacer política en Euskadi.
Ahora, el propio Ortuzar aseguró que a Urkullu (63 años) le había llegado la hora de ceder el testigo tras tres mandatos como lehendakari. El presidente del EBB también tiene 63 años y tres mandatos en la dirección del partido a sus espaldas. En un primer momento abogó por dar un paso atrás y planteó su posible relevo en el proceso de renovación que se iniciará en septiembre y culminará la próxima primavera. Sin embargo, en las últimas semanas ha apostado por la ambigüedad y por dejar la puerta abierta a seguir si las bases le proponen y le apoyan.
La 'tecla' de conexión social
Ortuzar sabe que es complicado pensar en él para cuatro años más. El proceso de renovación llega tras dos duros reveses electorales y un desgaste social importante para el PNV. El miércoles pedía a sus militantes “volver a acertar” en este proceso hacia “una nueva etapa”: “Toca volver a tocar la tecla que reactive a nuestro partido y fortalezca su nexo de unión con la sociedad vasca”, aseguraba. De su futuro inmediato no desveló nada, sólo insinuaciones que sonaban más a despedida que a continuidad: “Es un orgullo haberlo traído (al partido) hasta aquí y es una gran responsabilidad llevarlo hacia el futuro”, decía antes de pedir a la militancia del PNV a “mojarse” para elegir a las personas que deberán “conducirnos a ese viaje al futuro”.
Un viaje de seis meses que el PNV arrancará tras su ‘Alderdi Eguna’ y del que deberá salir una renovación orgánica y política capaz de resolver los graves problemas que el propio Ortuzar reconoce. En su opinión, el PNV ha demostrado este curso político que tiene “más problemas y menos fortalezas de las que pensábamos”.
El líder del PNV puede enarbolar el logro de que bajo su mandato el partido obtuvo la mayor cuota de poder jamás gestionada: el Gobierno vasco, las tres diputaciones, las tres capitales y decenas de ayuntamientos. Sin embargo, sus críticos también podrán reprobarle que en la década que acumula al frente del PNV la izquierda abertzale no ha dejado de crecer. Hoy EH Bildu tiene más alcaldías que el PNV, 107 frente a 92.
Relevo generacional y político
Nuevos liderazgos. Relevo generacional. La ha aplicado la dirección actual de la formación tanto en las elecciones municipales como las autonómicas. La renovación de candidaturas se ha basado en la idea de reforzar la conexión con la sociedad, con las nuevas generaciones. Algunos de los presidentes territoriales, como el del PNV en Alava, José Antonio Suso (66 años), y Joseba Egibar (65 años) ya han anunciado que no continuarán. Ni Ortuzar (62 años) ni la presidenta del PNV en Bizkaia, Itxaso Atutxa (57 años) han develado si desean optar a un nuevo mandato.
Pérdida de peso territorial. El PNV ha perdido peso e implantación territorial. El empuje de EH Bildu en los tres territorios vascos ha hecho que incluso en Bizkaia, su histórico feudo, la implantación del PNV se haya debilitado tras las dos elecciones celebradas este año. La izquierda abertzale no sólo ha absorbido el voto de Podemos sino también parte de los simpatizantes coyunturales del PNV. En las últimas elecciones autonómicas sólo mantuvo el liderazgo en Bizkaia, lo perdió en Alava y Gipuzkoa. La nueva dirección deberá recuperar la penetración territorial y la sintonía social con los sectores más decepcionados con el PNV.
Menor penetración social. El voto fiel al partido de otros tiempos se ha debilitado sobremanera. Hoy, los viejos votantes del partido no temen quedarse en casa como muestra de castigo y las nuevas generaciones miran hacia otro lado. La realidad municipal lo refleja bien. Mientras la izquierda abertzale gana terreno, el PNV lo pierde. EH Bildu ostenta hoy muchas más alcaldías que los jeltzales, 107 frente a las 92 del PNV. Incluso en Bizkaia, siempre feudo del PNV, los de Arnaldo Otegi le han ganado espacio social hasta lograr gobernar en 41 de las 112 localidades de este territorio histórico. El PNV gobuierna en 55. En Gipuzkoa, el poder municipal de Bildu alcanza a 51 de las 88 localidades mientras que el PNV sólo gobierna en nueve, entre ellas San Sebastián gracias a la coalición con el PSE. En Alava la formación de Ortuzar aún domina con diferencia el poder municipal, con 32 ayuntamientos frente a 11 de la izquierda abertzale.
Pérdida de influencia
Pulso con Bildu en Madrid y pérdida de influencia. Hubo un tiempo en el que el PNV era el único partido que reportaba acuerdos y réditos para Euskadi de su política en Madrid. Hoy esa posición la compite con EH Bildu. El foco de partido relevante se ha rebajado y su capacidad de influencia ya no es tan determinante. A ello suma la incomodidad en la que en muchos casos ha tenido que navegar en un enjambre de partidos, mayoritariamente de izquierdas, y en la que no siempre se ha sentido cómodo. Tampoco parte de su electorado ha compartido algunas de sus posiciones defendidas en Madrid y forzadas por la necesidad de no romper la ajustada mayoría que apoya al Gobierno, incluso pese a los incumplimientos de muchos de los acuerdos alcanzados con Sánchez y el PSOE.
Mayor dependencia del PSE. El PNV ha visto cómo mientras perdía uno de cada cinco votos, no sólo EH Bildu le pisaba los talones sino que incluso su socio de coalición ha ganado influencia y apoyo. Hace un año, en las últimas elecciones generales, los socialistas fueron la formación más votada. En las autonómicas vascas de abril, el margen con EH Bildu fue de apenas 30.000 votos y en las municipales de sólo 26.000. El PNV ha tenido incluso que necesitar del PP para poder reeditar sus coaliciones con el PSE en instituciones importantes como la Diputación de Gipuzkoa o el Ayuntamiento de Durango y evitar que Bildu gobierne.
Nuevo ciclo político. La izquierda abertzale lo ha reiterado; estamos ante un nuevo ciclo político. En el PNV han intentado llegar a esa conclusión, si bien esta semana el propio Ortuzar habló de enfilar “un nuevo ciclo”. El desgaste de gobernar Euskadi desde hace casi 40 años es evidente. El reto de la futura nueva dirección del partido pasará por acertar en cómo situarse en este nuevo ciclo; cómo gestionar su bicefalia orgánica e institucional. Sin duda es el mensaje social dónde la penetración del discurso del PNV se ha visto más resentida, en particular entre las nuevas generaciones, con las que EH Bildu ha logrado sintonizar.
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