En 2019, cuando era vigente campeona olímpica, mundial y europea, Carolina Marín se rompió el ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha. Su primera lesión grave, su primera losa mental, agravada por la muerte de su padre un año después como consecuencia de un accidente laboral. Estuvo siete meses parada, pero consiguió recuperarse y seguir ganando.
En 2021, cuando acababa de conquistar su quinto campeonato europeo, se volvió a lesionar, pero en esta ocasión de la otra pierna. Rotura del ligamento cruzado y de dos meniscos. Tuvo que decir adiós a los JJOO de Tokio, en los que defendía título. Otra vez a parar y otra vez a recuperarse antes de seguir ganando. Llegamos así a París, donde el domingo Marín nos dejó una de las imágenes de los JJOO: su llanto desconsolado por una nueva lesión -que parece ser la misma que la que sufrió en 2019- justo cuando acariciaba una nueva final olímpica.
La rotura del cruzado es una lesión habitual en los deportistas de élite. "Desde el punto de vista numérico los que más la sufren son los que practican rugby, esquí y fútbol. Aunque el bádminton también es un deporte en el que suele verse", relata el doctor Pedro Luis Ripoll, director de la Clínica Ripoll y De Prado, Centro de Excelencia FIFA. "Las mujeres tienen más predisposición a tener esta lesión. Muchas veces, de hecho, se la producen ellas solas, sin un choque de ningún tipo, lo que nos hace pensar que hay factores hormonales que intervienen. Por eso siempre decimos que las mujeres, aunque jueguen a los mismos deportes que los hombres, deben entrenar de manera distinta", añade.
Pero más allá del sexo, también hay personas que por la estructura ósea de su rodilla son más vulnerables. Estos dos factores son los que explican algo que desde fuera llama mucho la atención: la cantidad de deportistas que se rompen el cruzado en varias ocasiones, incluso en piernas distintas, como le ha sucedido a Marín. Célebre es el caso de Sergio Asenjo, exportero del Valladolid, Atlético, Málaga y Villarreal, que se rompió tres veces el de su rodilla derecha y una más el de la izquierda.
La otra gran duda que surge al ver estas lesiones es cómo se recuperará el deportista. Cada año tenemos decenas de ejemplos de todo tipo. Tom Brady se lo rompió en 2008, cuando ya había ganado tres títulos de la NFL. Pero eso no le impidió ganar cuatro más a su vuelta, acumular siete trofeos (el que más en la historia) y retirarse siendo considerado el mejor quarterback de todos los tiempos. Por contra, otros, como Víctor Valdés, jamás volvieron a rendir igual. ¿Por qué?
"Es un conjunto de factores. Primero hay que ver que la técnica quirúrgica empleada haya sido correctamente ejecutada. Hoy en día los médicos que operan a los deportistas están muy preparados técnicamente, pero es una operación que requiere mucha precisión y experiencia, porque es muy seria. Y luego hay que hacer una buena rehabilitación y readaptación desde que se le da el alta hasta que vuelve a competir. Y ya lo último es que el deportista recobre la confianza en su rodilla y en sí mismo. Es un factor complejo, porque más allá de lo estrictamente psicológico tiene que adaptar su técnica a la nueva situación rodilla", asegura Ripoll.
Más allá de eso, el experto considera que hay otros factores, como un cambio de entrenador o de rol dentro de un equipo, que producen que los deportistas se "desorienten" un poco al volver de lesiones como esta. Con todo, el doctor apunta que en la NBA hay datos que hablan de que solo el 30% de los jugadores que se rompen el cruzado vuelven a recuperar su nivel anterior a la lesión. Pero la FIFA estima que en el fútbol europeo esa cifra se eleva hasta el 80% o el 85%.
En todo este proceso la mente juega un papel clave. "Cuando Carolina rechaza salir de la pista en silla de ruedas demuestra quién es como deportista. Tenía la medalla en el bolsillo, es una lesión recuperable, porque tiene 31 años... Pero su instinto le hace rechazar la silla sin pensarlo. Ese gen competitivo, que se tiene o no, y ese hambre insaciable de ganar es lo que hace a un deportista campeón. Se trata de aguantar el dolor, el sufrimiento y la presión. En definitiva, de lidiar con la adversidad. Y ayer Carolina nos dio una clase magistral", sostiene Ripoll.
El papel del cerebro
El cerebro, de manera natural y automática, activa unos mecanismos dentro y fuera de la articulación para proteger al ligamento y darle estabilidad mientras los deportistas saltan, giran y se mueven. Técnicamente a esto se le llama propiocepción. Sin embargo, en ocasiones ese mecanismo falla, y si en ese momento se sufre un estrés mecánico sobre la estructura del ligamento... Este no puede resistir la tensión y llega la lesión.
"Lo que notan los deportistas es muy variable. A veces es un chasquido, pero otras puede pasar desapercibida hasta que ven que la rodilla no está firme y estable", continúa Ripoll, que considera que se trata de una lesión grave: "En sí misma lo es, aunque el pronóstico hoy en día es bueno porque las técnicas quirúrgicas han avanzado mucho". El tiempo estimado de baja es en torno a los diez meses, y lo habitual es que se realice una plastia para sustituir ese ligamento roto por un tendón, que puede ser del propio paciente o de un banco de tejidos.
Aún así, el doctor recalca que las roturas de este tipo pueden generan consecuencias graves: "Los ligamentos en general, y el cruzado en particular, proporcionan estabilidad a la rodilla. Y esto hace que los elementos que hay en el interior de la propia rodilla, como los cartílagos, no se deterioren. Es como si fuera un cinturón de seguridad. Pero si todo esto falla, esos elementos, que proporcionan amortiguación y resistencia respecto al roce con el hueso, se deterioran. Y el hueso acaba sufriendo lesiones irreversibles, porque se produce osteoartritis. En individuos jóvenes, de en torno a los 30 años, supone un problema porque no hay una buena solución médica: ya es tarde para replicar esos ligamentos y es demasiado pronto para poner una prótesis".
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