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Por qué Caballé fue la gran diva

La soprano Monserrat Caballé, durante una actuación.
La soprano Monserrat Caballé, durante una actuación. | EFE

Se va la mujer, la esposa, la madre, la abuela, pero acaba de nacer el mito. Montserrat Caballé (12 de abril de 1933-6 de octubre de 2018) pasa a formar parte de la Historia y desde el olimpo de la lírica será recordada siempre por su voz prodigiosa. Nacida en Barcelona en el seno de una familia humilde, recibió sus primeras clases de solfeo de la mano de su madre. Más tarde, gracias a una beca, inició sus estudios musicales en el Conservatorio Superior de Música del Liceo. Estudió con Eugenia Kemmeny, Conchita Badía y Napoleone Annovazzi, sus enseñanzas y su capacidad de esfuerzo hicieron que la joven Montserrat progresara rápidamente, hasta el punto de pasar dos cursos por año.

Caballé se graduó en 1954 en una accidentada prueba final en la que llegó a perder el conocimiento. Debutó en el Teatro Principal de Valencia el 27 de junio de 1955 con La serva padrona  dirigida por Napoleone Annovazzi.

La soprano, fallecida este sábado a los 85 años de edad, empezó a forjar su leyenda el 20 de abril de 1965, el día que sustituyó en el Carnegie Hall de Nueva York a Marilyn Horne. Con 32 años recién cumplidos, la joven cantante española conquistó los corazones de la crítica que llegó a comparar aquella interpretación de Lucrecia Borgia con las grandes voces de la época. El crítico de The New York Times tituló: ‘Callas + Tebaldi = Caballé’.

Montserrat Caballé apianaba como nadie y poseía una capacidad de fiato inimaginable

Desde ese día, en más de medio siglo de carrera, la Caballé interpretó cientos de óperas y conciertos en los principales teatros de todo el mundo acompañada por las mejores orquestas y los repartos más increíbles. Su repertorio abarca cerca de 90 papeles correspondientes a más de 40 óperas.

En Madrid debutó en 1967 con La traviata y Manon, en esta última compartió escenario con Alfredo Kraus. Posteriormente vendrían, en el Teatro de la Zarzuela, las interpretaciones de sus grandes roles: Elisabetta, Cio-Cio-San, Norma, Adriana Lecouvreur, Maria Stuarda, Leonora, Semiramide, Ermione, Maddalena, Silvana Elisabetta o la reina protagonista de Sancia di Castiglia, de Donizetti.

Pero, ¿por qué la Caballé es la Caballé? Para empezar porque poseía una voz impresionante y bellísima. Su técnica, fruto del esfuerzo y del trabajo realizado durante sus años de estudio en el Conservatorio Superior de Música del Liceo, era perfecta.

Montserrat Caballé apianaba como nadie y poseía una capacidad de fiato inimaginable. El fiato es la posibilidad de ir dosificando el aire mientras se canta. Supone una técnica y un don natural que no está al alcance de muchos. Ella era capaz de cantar sin necesidad de volver a coger aire durante 25 segundos, parece poco, pero cantando no lo es. “Era única en el filado, en sus agudos finos, este era su principal valor”, explica Jorge de León, que se lamenta no haber tenido la oportunidad de coincidir con ella en el escenario. “Su voz era perfecta, era mágica, de una belleza inabarcable”, continúa el tenor que acaba de estrenar Katiuska en el Teatro de la Zarzuela.

“Se nos va la gran diva. Montserrat Caballé ha puesto el nombre de las voces españolas en el más alto nivel junto con Kraus, Plácido o Teresa Berganza, a ellos les debemos el mantener el nivel en el que lo dejaron”, añade el tinerfeño.

Era una fábrica de hacer sonidos esplendorosos, preciosos, bellísimos", explica José Manuel Zapata

Todos los cantantes coinciden en el valor de su técnica, incluso los que no la admiraban tanto. “El problema es que a mí no me gusta la Caballe, porque a mí me gusta entender el texto cuando oigo a la soprano y a ella no se le entendía nada. ¿Qué tenía? Que era una fábrica de hacer sonidos esplendorosos, preciosos, bellísimos. Su control técnico de la voz era extraordinario, el color y el timbre de su voz eran muy bonitos”, confiesa José Manuel Zapata desde Bogotá.

Soprano de repertorio bel cantista romántico, no se conformó sólo con eso y abordó los roles de heroínas expresionistas como la Salome de Strauss o la Isolda de Wagner. Rehabilitó a compositores como Donizetti, entonces considerado un compositor del montón, y le devolvió la dignidad que merecía. Su versatilidad interpretativa fue tal, que sacó del olvido composiciones que estaban adormecidas y las convirtió en obras de repertorio como la Cleopatra de Massanet. “Cleopatra soy yo”, decía.

"Su sensibilidad y su intuición musical la llevaron por el camino adecuado para poder mantener una carrera de casi medio siglo, pero la Caballé pasará a la historia por su pasión y dedicación, por sacar del olvido composiciones románticas que los musicólogos sabían que existían, pero permanecían en el olvido", recalca Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real.

Caballé pasará a la historia por su pasión para sacar del olvido composiciones y devolverlas al repertorio

Cleopatra surgió por su afán de encontrar nuevas obras que se adaptaran a la evolución de su voz. La partitura apareció en el archivo de la Biblioteca de París. Caballé confesó en 2004 que le pareció una composición bellísima e ideal para una soprano falcon, una voz dramática de grave y poderoso agudo, rango vocal utilizado exclusivamente en Francia y que debe su nombre a Marie Cornélie Falcon (1814-897). “Me iba como anillo al dedo”, escribió en su día. La sacó del olvidó y con 71 años, sin pensar en la jubilación, arrasó en su estreno en el Liceu acompañada en el reparto por su hija Montserrat Martí y el barítono Carlos Álvarez. “Creamos un triángulo amoroso perfecto con la connivencia de Bernabé Martí y mi mujer”, confiesa el malagueño.

“La mayor aportación que deja Montserrat Caballe es la adecuación de la voz al repertorio. De hecho, se encontró en alguna situación en la que algún maestro le dijo que abandonara, que no se tenía que dedicar a esto del canto. Su trabajo y su honestidad con las partituras le permitieron ser la mejor”, añade.

Joan Matabosch define su voz como una joya, pero recuerda que este país estará siempre en deuda con ella, puesto que no dejó de actuar en España incluso cuando ya era una estrella. "Cantó en todas las temporadas y su lealtad al Liceu fue legendaria. Fue un pilar de supervivencia para la ópera en España durante los años 60 y 70 que fueron muy difíciles. No faltó nunca a su cita con el Liceu, incluso durante la crisis de los 70 cuando el régimen privado ya no pudo soportar los gastos hasta que se creó el consorcio. Cuando las estrellas abandonaron al Liceu, ella estuvo allí siempre".

Fue un pilar de supervivencia para la ópera en España durante los años 60 y 70 que fueron muy difíciles"

Sostiene Álvarez que sus interpretaciones eran de una fineza que hacían olvidar todo lo demás”, refiriéndose solapadamente a su físico y a su control del espacio escénico. “Ella se subía al escenario y hacía que su voz representara a los personajes, siempre supo sacar el mayor partido a su presencia en el escenario. En el teatro todo es convencional y permite abordar todo lo que en la vida real se puede cuestionar. Esa es la maravilla del teatro”, matiza Álvarez.

Por su parte y recordando cómo ha cambiado la ópera desde entonces, consciente de las exigencias de los directores artísticos en el siglo XXI, Jorge de León sostiene que, hoy por hoy, Monserrat Caballé de haber nacido a finales del siglo XX sería la misma diva que fue. “No olvidemos que lo que prima es la música. Un ciego puede disfrutar de la ópera, pero un sordo no”.

Carlos Álvarez recuerda a la diva como una mujer excepcional en el trato y siempre con una sonrisa en el rostro

Carlos Álvarez recuerda a la diva como una mujer excepcional en el trato y siempre con una sonrisa en el rostro. En 2007, el barítono compartió con Montserrat Caballé el Kammersänger, una de las mayores distinciones que otorga la república austriaca a los artistas en el campo de la música. Un galardón que mantiene su nombre desde la época del Imperio Austro-Húngaro, cuando significaba Cantante de cámara de la Corte.

Compartían por entonces escenario en la ópera de Viena interpretando La hija del regimiento de Gaetano Donizetti. “Nos acogieron como si fuéramos de la familia. Salir con ella por la calle era una algarabía, de manera que la invitamos a comer en casa. Yo le pregunté qué quería comer y ella me dijo que garbanzos. Ahí me ves, como loco, buscando garbanzos en Viena para hacerle un puchero andaluz a Montserrat Caballé”, desvela el cantante.

Matabosch, en nombre del Teatro Real, desvela que esta noche dedicarán la función de Faust a Montserrat Caballé como homenaje simbólico a su grandeza. No en vano la última gran Gala de homenaje a Montserrat Caballé tuvo lugar en el Teatro Real el 9 de diciembre de 2014. Aquella noche en seis sopranos vinculadas, de alguna manera, con la cantante barcelonesa interpretaron piezas que recordaban sus triunfos en Madrid y sus interpretaciones del repertorio belcantista romántico. Ella no cantó pero estuvo parapetada por su gran Casta diva de Norma.

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