Hubo un tiempo en el que casi todos miraban al sur o al levante. También los vascos. Allí no llovía y el clima social y político era mucho más tranquilo. En la Euskadi del ‘sirimiri’ veraniego casi constante, -cuando no la lluvia y galerna estival- y del contexto social irrespirable los veranos se convertían en una huida hacia lugares mejores. El turismo español más experimentado sí estaba preparado para descansar, disfrutar del clima y desconectar. En el País Vasco, tierra de industria y acero, este sector apenas estaba desarrollado y representaba una porción minúscula de la economía. Pero llegó la paz… y el cambio climático y en Euskadi ni llovía tanto ni el clima era ya irrespirable.

Hoy el turismo representa ya cerca del 6% del PIB vasco y el número de visitantes crece de año en año. Si en 1998 se contabilizaron 1,49 millones de visitantes, el año pasado la cifra rondó los 4,5 millones, más del triple. Una presencia de visitantes que ha generado un mercado que aportó a la economía vasca 4.737 millones de euros el año pasado.

En los tres últimos lustros la presencia de turistas se ha normalizado en Euskadi. Lo ha hecho tanto en sus tres capitales como en el conjunto de la Comunidad Autónoma a lo largo de la cual se han ido ampliando las infraestructuras propias de una industria turística sólida.

Muestra de ello es el importante crecimiento hotelero experimentado, que en el caso de Bilbao, San Sebastián y Vitoria prácticamente se ha duplicado. En el caso de la capital vizcaína la oferta de alojamiento se ha incrementado en un 89% respecto a la que tenía en 2008. Un crecimiento favorecido no sólo por el incremento de visitantes por motivos de ocio y turismo sino también por un refuerzo de la ciudad como destino de congresos y grandes eventos. En el caso de San Sebastián, la ciudad vasca con mayor trayectoria turística, el aumento de infraestructuras para el alojamiento también ha sido muy importante en los últimos quince años, hasta crecer un 88%.

El Turismo en Euskadi sigue, pese a todo, muy lejos de los niveles del conjunto de España. Actualmente en el conjunto del país este sector representa el 18% del PIB nacional, frente al 5%-6% que viene suponiendo para la economía vasca en los últimos años.

La hostelería, el 54% de la industria

Sin duda, la oferta cultural y gastronómica son los principales atractivos para los visitantes. También el clima más liviano, frente a los incrementos de temperaturas que comienzan a consolidarse en zonas históricamente más visitadas, han favorecido esta evolución.

De los poco más de 22.000 establecimientos que conforman la llamada industria del turismo en Euskadi, más de la mitad corresponden al sector de la hostelería. El 54% de esta industria se engloba en este apartado. En comparación con la oferta de 2008, hoy en el País Vasco existe casi un 12% más de restaurantes o establecimientos de comidas preparadas o similares.

Los servicios de alojamiento, pese a haber aumentado, sólo representan el 6,2% de la infraestructura de la industria turística vasca, de los que la mitad de los 1.402 establecimientos son hoteles o similares y el resto por otro tipo de alojamientos. La industria se completa con casi 2.400 establecimientos dedicados a actividades culturales, el 10% del total, otro 8% a actividades deportivas y recreativas y un 16% al transporte de pasajeros o alquiler de servicios.

Uno de los aspectos que mejor se ha comportado en la última década es la capacidad de atracción de visitantes extranjeros que está logrando la industria turística vasca. En 2011 fueron apenas 870.000 el total de visitantes internacionales que llegaron a Euskadi, mientras que el año pasado supusieron más del doble; 1,97 millones. Supone una cifra que prácticamente se acerca a la de turismo nacional, que si bien también ha aumentado en los últimos diez años lo ha hecho de modo mucho más moderado, pasando de 1,87 millones de visitantes en 2011 a 2,37 el año pasado.  

Una transformación iniciada en los años 90

Además de favorecer un turismo no tan centrado en el sol y playa, las políticas impulsadas en los últimos años han apostado por atraer a visitantes con un perfil más cultural, gastronómico y urbano y huir del riesgo de masificación que ya padecen otros destinos. También se ha procurado la captación de visitantes internacionales de mercados con mayor capacidad adquisitiva, como son los mercados asiáticos o centroeuropeos. Actualmente el gasto medio por visitante ronda los 700 euros.

Es el logro de un camino que se empezó a desbrozar en los años 90. Hasta entonces el turismo no parecía una opción económica a promover en una sociedad en la que se libraba un pulso con la violencia que ahuyentaba inversiones y visitantes. Sin embargo, el entonces gobierno de coalición PNV-PSE liderado por José Antonio Ardanza lo intentó. Lo hizo primero instando a los vascos a quedarse en casa a ‘veranear’. Los municipios costeros, y en menor medida los de interior, fueron poco a poco mejorando infraestructuras y entendiendo que si la industria pesquera de los pueblos costeros empezaba a menguar quizá el turismo doméstico podría compensarlo.

Después, a comienzos de los 90 llegó la campaña del ‘Ven y cuéntalo’, impulsada por la entonces consejera de Turismo, Rosa Díez en un intento por desvincular la imagen del País Vasco del terrorismo y lograr atraer visitantes. El lema estuvo vigente hasta 1998.

Un año antes la inauguración del Museo Guggenheim de Bilbao supuso el impulso definitivo como elemento de atracción de visitantes nacionales e internacionales. El final de las acciones terroristas de ETA, anunciadas por la banda en 2011, supusieron abrir un nuevo ciclo en el País Vasco y en el que la consolidación como destino turístico comenzó a ser una realidad.