Es casi lo primero que leemos, aparte de la contraportada. "A Fulanito", "Para Menganito, por...", "A mis padres" o directamente "A ti", seas quien seas tú. No sabemos exactamente quiénes son Pablo, Marta, Celia o Ricardo, pero sí que forman parte de la dedicatoria del libro de su autor, así que deben de ser importantes.

No son los agradecimientos, que en ocasiones pueden extenderse páginas y páginas. Las dedicatorias suelen ser tres líneas, cuatro a lo sumo, en las que el autor tiene la licencia de no desarrollar nada. Puede mencionar una broma privada compartida con su editora o su marido y no explicar nada más porque son, probablemente, las únicas palabras que no van dirigidas al lector.

Pero es imposible que nuestra parte cotilla no se ponga en alerta al leerlas. ¿De quién se acuerdan los escritores cuando llega el trance de dedicar su libro, de brindar el resultado de su arduo trabajo?

Dedicar y "antidedicar"

"Para Laura, siempre al lado de la luz". "Para Tomás Benavent, papá, por las cosas que de verdad importan". "Para Neïra, Abril y Saray, gracias por estar... y por todo lo demás". "A Mama El". Son las dedicatorias de algunos de los libros más vistos y leídos este verano: Púa, de Lorenzo Silva, Esnob, de Elísabet Benavent, Todo lo que nunca fuimos, de Alice Kellen, o el aclamado Blackwater de Michael McDowell, respectivamente. Padres, madres, parejas y amigos. ¿Pero qué hay detrás de estas palabras?

En el caso de la escritora de fantasía y ciencia ficción África Vázquez, pensar en la dedicatoria es uno de sus momentos favoritos. Pero también de los más difíciles: "Hay dedicatorias que me vienen a la mente desde el principio y otras a las que doy muchas vueltas porque quiero escoger bien las palabras".

Con catorce libros publicados, títulos como El silencio de Berlín o La estrella y el vacío, Vázquez asegura a El Independiente que sus dedicatorias suelen ir dirigidas a personas que la han acompañado durante el proceso de escritura, que son importantes en su vida o a las que cree que esa historia en concreto les gustará. En su caso, reconoce que hay un nombre recurrente. "Cuando empecé a publicar, le dedicaba casi todos mis libros a mi novio. Luego senté la cabeza y empecé a dedicárselos a mi marido, ¡que es la misma persona!", bromea. Habla de su "fe inquebrantable" en ella y de cómo por eso "él siempre aparece, ya sea en la dedicatoria o en los agradecimientos". Y es que las parejas suelen ser figuras clave en la creación literaria. Son los que apoyan, animan y con frecuencia soportan las ausencias y los sacrificios de los autores.

Pero las dedicatorias no siempre son abrazos literarios a quienes han estado presentes cuando venía el yo ya no puedo más. También pueden funcionar como venganzas o, en el caso de E. E. Cummings, antidedicatorias. Es lo que el laureado poeta norteamericano hizo con su libro No Thanks. Después de haber sido rechazado por varias editoriales, pidió prestados a su madre 300 dólares para poder publicarlo. ¿Su dedicatoria? "No thanks to –no gracias a–" y, a continuación, el nombre de las catorce editoriales que habían rechazado el libro, ordenadas en la primera página.

Familia, amigos y anónimos: ceder (o no) a la presión

Igual que invitar a tu boda a ese primo tercero con el que no te hablas, ¿hay alguna especie de compromiso o presión por mencionar a una persona determinada? África Vázquez confiesa que en su caso sí lo hubo al principio.

"Y es fácil ceder a la presión cuando eres más joven. La familia, sobre todo, espera aparecer en los agradecimientos, al margen de su implicación en el libro. '¿Qué va a pensar la gente si no?'. Esas cosas", confiesa. Reconoce que también suele ocurrir con los grupos de amigos: "A lo mejor hay tres que te apoyan muchísimo y otro que no tanto, pero te parece feo excluir a este último. Con el tiempo, vas aprendiendo a ser sincero al dedicar una historia".

Un libro no deja de ser un pedazo de mí, y no se lo puedo "entregar" a alguien sólo porque creo que es lo que se espera de mí en ese momento

África Vázquez, autora de fantasía y ciencia ficción

A otros les puede la presión y deciden curarse en salud, o resolverlo de manera tan ingeniosa como Neil Gaiman en su famosa dedicatoria en Los hijos de Anansi: "Ya sabes lo que pasa, coges un libro, lo abres por la dedicatoria, y descubres que, una vez más, el autor le ha dedicado el libro a otro que no eres tú. Esta vez no", comienza. "Porque todavía no nos conocemos / nos conocemos de vista / estamos locos el uno por el otro / no nos vemos desde hace tiempo / estamos de algún modo emparentados / nunca llegaremos a conocernos, pero a pesar de ello, espero, pensaremos siempre con cariño el uno en el otro… Éste es para ti. Con lo que tú ya sabes y por lo que probablemente ya sabes".

Pero igual que un tatuaje, el tiempo pasa y las dedicatorias permanecen en el libro. Cuando preguntamos a Vázquez si hay alguna de la que se haya arrepentido o si hay libros que preferiría haber dedicado a otra persona, reconoce que su mentalidad al respecto ha cambiado con el tiempo: "Cuando empecé solía incluir en mis dedicatorias y agradecimientos a gente que a lo mejor luego no es que no se leyera el libro, ¡es que no se leía ni esas páginas! Pero, aun así, yo consideraba que no podía dejarla fuera. Ahora me parece una tontería".

Vázquez habla de sus libros como algo más que meros objetos. "No deja de ser un pedazo de mí, y no se lo puedo entregar a alguien sólo porque creo que es lo que se espera de mí en ese momento. Mis últimos libros son los más honestos en ese sentido", reconoce.

Al fin y al cabo esa dedicatoria va a estar en un libro, habrá que dar importancia a las palabras (y a las personas) elegidas.