No se puede prescindir de la política. Hoy en día, y quizás siempre, todo es política. Las relaciones internas e internacionales, la economía, el poder judicial, la información y, por supuesto, el arte y la cultura. De todo se hace política, bien por las ideas, bien por la necesidad de acuerdos, de consensos, de ayudas… porque lo que no es bueno es tener el poder absoluto para hacer o deshacer la madeja a los antojos de los gobernantes de turno.
En Coriolano, un texto de William Shakespeare que a su vez se basa en un argumento de Plutarco y que Maquiavelo también toca, Jorge Muñoz y Emilio del Valle elaboran otro montaje adicionando hechos más cercanos a los nuestros, trayendo a nuestros días una especie de golpe de Estado, un asedio, la fuerza militar por encima de la democracia, aunque después Cayo Marcio tenga que someterse a intentar convencer a sus paisanos de que es la mejor opción, cosa que él, realmente, no acaba de ver.
La incomprensión del 'ordeno y mando'
Coriolano, apodo que adopta porque vence en Corioles, tiene que dirigirse al pueblo, al senado, al gobierno soberano, para ser admitido por todos en común acuerdo. Pero aquí es donde entra el conflicto. Coriolano no encaja en esta forma de entender la política. Él está acostumbrado a mandar y a que lo obedezcan, no a pedir opinión y mucho menos a que lo rechacen o lo admitan porque sí, porque guste o no.
Son los precios de la política, los discursos, los temores, vernos sometidos a la tiranía del pueblo o a la tiranía de los gobernantes. El caso es intentar no naufragar en las maneras de llevar a cabo las decisiones políticas.
En Coriolano nos hacen comprender que, a veces, más de las deseadas, los intereses de unos, la ciudadanía, no coincide con el afán de poder de los mandatarios. Estamos tan habituados a las crisis que ya lo tomamos como cosa cotidiana.
Tropezar en las mismas piedras
En escena, Gonzalo Hermoso como Cayo Marcio Coriolano se enfrenta a Menenio, Jorge Muñoz, por más que este quiera poner paz, aunque sea por sus propios intereses. Lidia Palazuelos, Luna Mayo y Soledad Vidal ponen el contrapunto femenino, y necesario, a esta autarquía en la que se convertiría la nación si no se vertieran sus acciones, opiniones, comprensión, cuestionamientos, para soportar la fuerza de una milicia con arcaicas ideas.
Emilio del Valle consigue sacar adelante un texto discursivo nada fácil, ofreciendo no solo la personalidad velada de todos los personajes, sino que lo hace emocionalmente, en algunos momentos casi poéticamente, buscando los límites de cada personaje, perturbando en nosotros la situación actual y cercana, con paralelismos muy acordes a nuestra situación.
Nadie puede creerse con el poder absoluto, ni por la fuerza ni por los votos porque, tarde o temprano, le acabará pasando factura.
Por eso este Coriolano es “después de Shakespeare”, pero no tanto después, sino ahora, porque las situaciones, con diferentes personajes, se repiten, reincidimos en los errores, en las formas de actuación de hace cuatro siglos, o siete, o dos milenios, o el año pasado, porque somos humanos, y como tales, siempre tropezamos en las mismas piedras, sin aprender del pasado ni de la historia, no digamos ya de la política.
CORIOLANO DESPUÉS DE SHAKESPEARE
Adaptación de Jorge Muñoz y Emilio del Valle del texto de William Shakespeare
Reparto: Gonzalo Hermoso, Jorge Muñoz, Lidia Palazuelos, Luna Mayo, Soledad Vidal
Dirección musical: Montse Muñoz
Dirección: Emilio del Valle
Una producción de Producciones Inconstantes
En el Teatro Bellas Artes de Madrid hasta el 1 de septiembre
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