El 23 de agosto de 1939 se firmó el Pacto Molotov-Ribbentrop entre la Alemania nazi y la Unión Soviética, donde se repartían la mitad de Europa entre ambos. Finlandia, Estonia, Letonia, Besarabia y la mitad de Polonia pasaban a ser territorio soviético. Lituania, Vilna (perteneciente entonces a la Segunda República Polaca) y la otra mitad de Polonia, pasaban a ser territorio nazi.
Pero el plan no salió como creían, pues en los Sudetes checoslovacos se proclamó el Protectorado alemán de Bohemia y Moravia, y Finlandia resistió a la invasión soviética en la Guerra de Invierno. Estonia, Letonia y Lituania no corrieron la misma suerte, y no pudieron hacer frente a la invasión soviética en 1939.
En 1940 las tres repúblicas fueron disueltas y anexionadas a la Unión Soviética, y estonios, letones y lituanos sufrieron deportaciones y campañas de represión continuadas. La invasión nazi de estos territorios los situó en una encrucijada muy compleja. Por un lado, tenían la oportunidad de librarse del yugo soviético que los estaba matando poco a poco, y por otro, tenían que colaborar con unos nuevos invasores que tampoco se sabía si respetarían su independencia previa a 1940.
Algunos se apuntaron a las filas del colaboracionismo nazi, otros lucharon contra soviéticos y nazis, y unos terceros estuvieron con los soviéticos. En 1944, con la ofensiva soviética, muchos de los filonazis y los que habían luchado contra ellos y contra los soviéticos se unieron contra los soviéticos y crearon los llamados Hermanos del Bosque. Hasta 1955 aproximadamente plantaron cara a la segunda ocupación soviética, y actualmente son reconocidos como héroes que lucharon por la libertad de Estonia, Letonia y Lituania.
Cincuenta años después del Pacto Molotov-Ribbentrop, el 23 de agosto de 1989, los estonios, letones y lituanos salieron a las calles en una protesta masiva llamada la Cadena Báltica, o la Vía Báltica. Dos millones de manifestantes se cogieron de las manos y unieron Tallín, Riga y Vilna. La fecha no solamente fue por el aniversario redondo del pacto nazi-soviético, también se había establecido tres años antes en motivo de este el Día del Lazo Negro, en recuerdo contra los que sufrieron la opresión primero de unos, y después de otros, promovida por las comunidades en el exilio de los países que fueron repartidos en 1939. Pedían libertad, independencia y soberanía. Y a pesar de la represión que sufrieron incluso entonces, finalmente consiguieron su independencia en 1991, después de medio siglo de ocupación militar y política.
Igual que los estonios, letones y lituanos, los ucranianos hoy lucha también por defender su soberanía y su vida en libertad
Treinta y cinco años después de la Cadena Báltica, y en plena invasión rusa de Ucrania, los valores de aquellas marchas ciudadanas continúan vigentes. Sin libertad, democracia y soberanía es impensable dibujar un horizonte de paz en Europa, y se tiene que luchar por ellos contra el auge del totalitarismo. Igual que los estonios, letones y lituanos, los ucranianos hoy luchan también por defender su soberanía y su vida en libertad, ya que desde 2014 está en entredicho con la anexión de parte de su país por parte de Rusia, y la invasión de 2022 demostró aun más que no podemos dar por supuesto que estas máximas no están en riesgo hoy.
El giro completo de Hungría hacia Rusia ha debilitado el eje Visegrado, pero hay un nuevo eje entre Polonia, Estonia, Letonia y Lituania. Cuatro países de la Unión Europea que llevaban años advirtiendo de una amenaza rusa real, y nadie los creyó hasta que en 2022 las fuerzas rusas se lanzaron a invadir suelo ucraniano.
La lucha contra las campañas de desinformación, el refuerzo de la ciberseguridad comunitaria, la idea de fortalecer las fronteras orientales de la Unión Europea, la voluntad de renovar los arsenales militares y crear una consciencia ciudadana en la cultura de Seguridad y Defensa. Aquí nos llega ahora, en Estonia, Letonia y Lituania llevan con ello desde hará quince años por lo que pueda ocurrir con su vecino oriental contra ellos. Y todo se engloba dentro del mismo marco de aquella cadena humana, luchar desde todos los ámbitos por la libertad, la soberanía y la democracia frente al totalitarismo.
Como expresó Ursula von der Leyen en redes sociales, la Cadena Báltica es un fuerte recordatorio de que la libertad y la democracia deben defenderse todos los días. Y debemos sumarlo a las declaraciones de Roberta Metsola, quien el 21 de agosto dijo que la responsabilidad de nuestra generación no es sólo conmemorar esos acontecimientos, sino también aprender de ellos. Nunca se debe ceder ante la autocracia, en el marco de la conmemoración de la invasión soviética de Checoslovaquia de 1968. No es casual que se recuerden ahora, pues el paralelismo con la amenaza rusa está a la orden del día después de las continuas declaraciones sobre que después de Ucrania vendría Finlandia, o quizás Estonia, Letonia, Lituania y Polonia.
La inclusión de Ucrania en la UE obedece a la misma razón por la que un 23 de agosto estonios, letones y lituanos salieron a la calle: por la libertad, la soberanía y la democracia
Las políticas de eficiencia económica desplazaron el debate sobre los valores comunitarios, después de la crisis económica de 2008. Quizás para no molestar, quizás porque no había interés al respecto. Pero ahora el debate está a la orden del día. La inclusión de Ucrania en la Unión Europea no es por un motivo de facilitar el desarrollo industrial o comercial con Rumanía o Polonia, sino por lo mismo que un 23 de agosto estonios, letones y lituanos salieron a la calle, por la libertad, la soberanía y la democracia. Y lo mismo que hicieron los checoslovacos en 1968, los húngaros en 1956 o los polacos en 1981. Toda esta retórica vuelve, todo esto que estaba en un cajón recordarlo para no molestar a Moscú vuelve. Y con ello vuelve también la voluntad de dificultar que surja en los Estados miembros la posibilidad de retroceder en derechos y libertades.
Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED), y politólogo (UPF). Especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Aquí puede leer todas sus columnas.
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hace 3 meses
No es un mal articulo pero incompleto y muy parcial. Porque no dice que los bálticos en los ultimos 500 años solo fueron independientes en el periodo de entreguerras, mientras habían formado parte de la rusia zarista desde finales del XVIII, que en la operación barbarroja los bálticos se apuntaron en masa a las waffen SS, que en bribivas en Riga aun se les rinde homenaje hoy en día, (a los de las SS), que la mayor parte de los hermanos del bosque a pesar de ser colaboracionistas y muchos participar directamente en el holocausto, incluso con crímenes demostrados, como el celebre «general tormenta» tienen levantadas estatuas en muchas partes de lituania, que lituania y letonia no cumplían los criterios de Copenhague cuando se unieron a la UE porque aplican un sistema de aparhait a sus minorías a las que privaron de derechos civiles, y de nacionalidad, que el ruso además de ser el idioma mas hablado de letonia no solo es lengua oficial sino que esta totalmente discriminado frente a esa lengua tan universal como es el leton, que hablan poco mas de un millón de personas en el mundo y así podríamos seguir hablando de la cara mas oscura de los bálticos que curiosamente se oculta en los medios….