"Antes de que existiéramos toda la rabia de los alemanes beneficiaba a Alternativa para Alemania exclusivamente. Ahora muchos votantes están viendo que nosotros somos una auténtica alternativa". Así presenta su proyecto político Sahra Wagenknecht (Jena, 1969), la política más disruptiva de Alemania, quien se describe como "conservadora de izquierdas". Rojiparda dirían otros.

Es una alternativa a Alternativa tan peculiar que uno de los líderes más extremistas de AfD, Bernd Höcke, ofreció a Wagenknecht sumarse a sus filas. Como AfD, Wagenknecht tiene un discurso claramente contrario a la inmigración y también es contraria a armar a Ucrania. La diferencia es que reclama impuestos altos para los ricos y mejores condiciones salariales para los obreros. Habla de "los de arriba", en un tono claramente populista. A ella le extraña que le comparen con Marine Le Pen, pero tienen mucho en común.

En las elecciones regionales del próximo domingo en Sajonia y Turingia, su Alianza Sahra Wagenknecht. Por la Razón y la la Justicia, conocida por sus siglas en alemán BSW, puede ser tener la clave de las formaciones de gobierno. El cordón sanitario aún está vigente contra la extrema derecha, Alternativa para Alemania, que se perfila como la gran triunfadora en estos Länder del este.

Desde su creación, a principios de año, la formación de Sahra Wagenknecht no ha parado de crecer. Los vientos son favorables, ya que la coalición en el gobierno está atravesado una seria crisis. Han tenido dificultades para aprobar el presupuesto y finalmente los liberales han impuesto recortes drásticos, que han afectado a la ayuda a Ucrania.

La Alianza Sahra Wagenknecht ya obtuvo buenos resultados en las europeas: llegó al 6,2% en toda Alemania, y el doble en el este. "Cambiaremos la política de Alemania", decía tras la convocatoria del 9 de junio. Wagenknecht fue eurodiputada de Die Linke entre 2009 y 2014.

Y sigue en racha. Las elecciones en Sajonia y Turingia este domingo, y en Brandemburgo el 22, van a confirmar esta tendencia al alza de BSW. En Sajonia ganaría AfD con un 32%, seguido de la CDU con un 30%, y en tercer lugar se quedaría la formación de Sahra Wagenknecht con un 15%. El SPD apenas llega al 6% y los Verdes se quedarían en el 5%.

En Turingia también ganaría AfD con un 29,6%, seguido de la CDU con un 22,2% y en tercer lugar estaría BSW con un 18,2%. El SPD sobrepasa por poco el 6%. BSW puede ser vital para gobernar y por ello la CDU, que también descartaba pactar con Wagenknecht, empieza a adoptar una actitud más condescendiente.

El efecto Solingen

Y el ataque en Solingen del viernes, que llevó a cabo un solicitante sirio de asilo que tenía que haber sido deportado a Bulgaria y que ha reivindicado el Estado Islámico, brinda la ocasión perfecta a Alternativa para Alemania y a BSW para arremeter contra el gobierno por su política migratoria. Sahra Wagenknecht explica que es un error de la izquierda dejar a la derecha el discurso sobre tradiciones, estabilidad, y seguridad. Sobre lo sucedido en Solingen, Wagenknecht dijo a Die Welt: "Si se permite una inmigración incontrolada se obtiene una violencia incontrolable".

Defiende que ya no caben más migrantes en Alemania y que la acogida pone en peligro el estado del bienestar de los ciudadanos. Es un discurso que los germano orientales comparten.

Y esa es la clave de Wagenknecht: sabe qué preocupa en el Este de Alemania. Quieren mejores salarios, mejores condiciones de vida y seguridad. Están muy lejos de la izquierda woke y de los Verdes, contra quienes dirige sus críticas más duras Wagenknecht. No quiere más inmigrantes porque una sociedad poco cohesionada es menos justa y tampoco creen que se les haya perdido nada en Ucrania. Suele decir que en el este están hartos de que les digan lo que tienen que pensar.

De padre iraní y madre alemana

Sarah Wagenknecht, que ha cumplido este verano 55 años, es hija de un iraní que estudiaba en Berlín occidental y una alemana del Este dedicada al mundo del arte. Tiene la nacionalidad iraní. Su padre volvió a Irán cuando ella tenía tres años y ahí se perdió su pista. Pasó su infancia con sus abuelos en Jena, donde confiesa que sufrió acoso por su apariencia: era morena, de piel y ojos oscuros. No había niños como ella en el colegio.

Luego se trasladó a Berlín este con su madre, y allí estudió el bachiller. Por negarse a tomar parte en la formación militar le prohibieron estudiar. A los 19 años se unió al Partido Comunista de la RDA (SED) y cuando cayó el Muro siguió defendiendo sus propuestas frente a lo que le parecían contrarrevolucionarios. Después se unió al Partido del Socialismo Democrático, heredero del SED.

Al mismo tiempo estudió, como había sido siempre su objetivo. Es licenciada en Literatura y Filosofía, y doctora en Ciencias Económicas. Hizo su tesis sobre cómo el joven Marx percibía a Hegel. En los 90 se convirtió en un fenómeno mediático, ya que defendía de forma desapasionada y contundente los principios sobre los que se fundó la RDA. "Mejor una Alemania del Este con el muro que las condiciones en los que está hoy la sociedad", dijo en una entrevista en television en 1996, según recoge Politico.

Casada con Oskar Lafontaine

En 1997 se casó con el periodista y productor Ralph T. Niemeyer, un personaje peculiar que después de intentar ser diputado tres veces con Die Linke, el SPD y dieBasis, defiende posiciones del movimiento Reichsbürger, que aseguran que Alemania no es un Estado soberano. En julio de 2022 dijo que había fundado un gobierno en el exilio y que quería negociar con Vladimir Putin.

Intentó acercarse al Kremlin y ha sido investigado por "falsificación a traición", un presunto intento de transmitir información falsa a una potencia estatal extranjera que podría poner en peligro la seguridad de la República Federal de Alemania.

Wagenknecht se separó de Niemeyer, a quien conoció cuando él le hizo una entrevista y ambos eran veinteañeros, en 2013. Un año después se casaba con Oskar Lafontaine, 26 años mayor que ella. Lafontaine fue uno de los dirigentes socialdemócratas más carismáticos a finales de los 90. En 1999 formó parte del primer gobierno del canciller Gerhard Schröder, pero renunció a los tres meses por discrepancias en el rumbo económico. Lafontaine estaba a la izquierda del SPD y Schröder puso las bases para las reformas que luego terminó de aplicar la canciller democristiana Angela Merkel.

Lafontaine dejó el SPD y fundó Die Linke en 2007. En el partido Wagenknecht ocupó un puesto relevante, sobre todo, desde que el ex ministro de Finanzas pasó a un segundo plano por razones de salud. Cumple 81 años el mes próximo.

No al 'wir schaffen es'

Wagenknecht fue muy crítica con la canciller Merkel por su acogida de inmigrantes en 2015. Desde la izquierda criticó su célebre wir schaffen es (lo vamos a conseguir). Le parecía frívolo y poco realista. Entonces Alemania aceptó cerca de un millón de refugiados, la mayoría de Siria y Afganistán. En su partido, Die Linke, criticaron sus tesis sobre la política migratoria. Pero ella no cedía. Como tampoco lo hizo cuando se unió a los que veían exagerados los confinamientos y una forma de limitar la libertad. Sus discrepancias eran tan grandes que acabó dejando Die Linke en el otoño de 2023 y en enero de 2024 creó el nuevo partido.

Su posición sobre Ucrania también la distancia del gobierno federal alemán, que considera "el peor de la historia en un momento de crisis globales". Wagenknecht está en contra de seguir dando ayuda militar a Ucrania y dice que hay que apoyar que rusos y ucranianos negocien. Justifica de alguna forma la invasión por lo que considera la política agresiva de la OTAN.

A su juicio, la finalidad del apoyo de EEUU y sus aliados en Europa es convertir a Ucrania en un Estado vasallo prácticamente. Es contraria al despliegue de misiles de largo alcance en Alemania y fue una de las diputadas que se ausentó del Bundestag cuando el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, dio allí un discurso. A nadie extraña que cuente con las simpatías de los medios afines al Kremlin.

Wagenknecht asegura que no negociará un gobierno o el apoyo externo con nadie que no apoye de forma explícita que se abra una vía diplomática para terminar la guerra en Ucrania. Asegura que es lo que demanda la población en el este de Alemania. La cuestión no depende de la política regional, pero ella sabe cómo marcar la agenda. De hecho, ya ha sufrido la ayuda a Ucrania por el último recorte del presupuesto.

Los extremos en Alemania se tocan y confluyen en buscar enemigos que vienen del exterior y en confiar en que se puede negociar la paz con Putin. Ser rojipardo ya o es la cuadratura del círculo.