Estás viendo esa serie. Con esa protagonista a la que no aguantas, cuyas decisiones son cuanto menos discutibles y en la que la trama no tiene ningún tipo de sentido. Te quejas de la forma en la que actúan, del decorado de cartón-piedra y de la facilidad que tiene un personaje objetivamente poco avispado de solucionar un problema. "¿Pero esto cómo puede ser tan malo?" Y, a continuación, pulsas "Ver siguiente".

El placer de quejarse, tan catártico y tan humano a la vez. Y tan adictivo. Tanto, que se ha extrapolado a la televisión y tiene su propio nombre: el hate-watching, lo que podría traducirse como "ver para odiar" en castellano.

Muy usado recientemente en series como Emily in Paris o la nueva entrega de Sexo en Nueva York, And Just Like That..., ambas han sido el centro de las críticas, nada amables en su mayoría, quejándose de cada aspecto de su producción. Y, aún así, son un éxito en las plataformas. Siguen estrenando temporadas y las cifras no mienten: capítulo que se estrena, capítulo que se ve de manera masiva.

Pero, ¿qué sentido tiene? ¿Qué hace que queramos seguir viendo una serie que nos enerva?

¿Qué es el 'hate-watching'?

El término se acuñó en 2012, cuando la crítica Emily Nussbaum escribió en The New Yorker un artículo titulado Hate-watching 'Smash', dando su opinión sobre esta serie televisiva. Y como se diría de manera informal, le hizo un traje. Enumeró todas las razones por las que le había gustado la serie para terminar con un: "Quiero decir, ¿por qué querría seguir viendo un programa que me hace enfadar tanto? Obviamente, lo estoy disfrutando".

Un momento: ¿qué? ¿Enfadarnos con una serie hace que la disfrutemos? No exactamente. Hate-watching es ver una serie o película que no te gusta nada solo por el placer de quejarte y decir en alto lo poco que te gusta. Debe haber una intención negativa previa (es decir, cuando la pones ya sabes que vas a criticarla) porque en caso contrario, no sería hate-watching, sino un placer culpable o guilty pleasure.

De acuerdo, basta de palabras en inglés. Conocemos muchas series estadounidenses que han sido víctimas del hate-watching y, aunque la queja es universal (And Just Like That... o Emily in Paris fueron igual de vistas y criticadas en España que en Estados Unidos). Pero ¿cuáles podrían ser ejemplos nacionales del hate-watching?

Pues por ejemplo Pared con pared (2024), la película protagonizada por la cantante Aitana, que fue ampliamente criticada y que, aun así, se mantuvo en el Top 10 de la plataforma Netflix mucho tiempo después de haberse estrenado. Y lo mismo con la serie Élite: "Lo que me pasa con Élite creo que nos pasa a la mayoría. Sabemos que es una serie de mierda, con un guion absurdo y actuaciones mediocres. Pero a pesar de ello, sale, nos la comemos en un día y lo peor es que la disfrutamos", comenta un usuario en X.

¿Por qué seguimos viendo algo que odiamos?

Pero hay una explicación psicológica detrás de este fenómeno, e incluye la diferencia entre dos conceptos: no gustar y odiar. De acuerdo a un estudio publicado por el European Journal of Social Psychology, la intensidad de las emociones cuando las personas están frente a algo que odian es mucho mayor que cuando están delante de algo que simplemente no les gusta.

Lógico, pero si lo extrapolamos al hate-watching, esta actitud cobra mucho más sentido: si hay un programa que simplemente no nos gusta, lo más intuitivo es cambiar de canal y buscar algo que sí sea acorde a nuestros intereses. Sin embargo, cuando vemos una serie que odiamos a conciencia, ese sentimiento se vuelve mucho más personal. Nuestras emociones son más intensas y el cuerpo nos pide reaccionar. ¿Cómo? Haciendo comentarios pasivo-agresivos desde el sofá sobre lo insoportable que es el mejor amigo del protagonista, o comentar en redes sociales lo mal escrita que está y esperar a compartir ese odio con más personas.

Es una reacción mucho más liberadora que la que tendríamos simplemente cambiando de canal, y eso es lo que podría explicar el placer que se siente al hacerlo. Y, por tanto, de querer repetirlo viendo otro capítulo más.

El odio también sale rentable

Pero una visita es una visita. El principal objetivo de las plataformas de streaming es que la televisión se mantenga encendida y que los capítulos aparezcan como vistos. Y tanto les da si estás contento o no mientras los estás viendo. Esto no significa que las plataformas busquen crear contenido para que los espectadores lo critiquen, ni mucho menos. Significa que los crean para que la gente los consuma.

Y si ven que el odio hacia sus proyectos les sale igual de rentable que el amor, ¿por qué no aprovecharlo? Uno de los ejemplos más ilustrativos lo vemos con la serie de Netflix Emily in Paris: una estadounidense que se muda a París por motivos de trabajo y conoce a muchos chicos, todos guapos, y que forman parte de una inverosímil vida parisina en la que sus reacciones son cuestionables y sus looks envidiables.

La trama tiene la profundidad de una piscina para niños, pero su estreno en 2020 fue visto por 58 millones de personas en sus primeros 28 días. ¿Le llovieron las críticas en su momento, tanto en redes como en medios, sobre lo mala que era? Sí. ¿Esos comentarios también incluían "pero no puedo dejar de verla"? También.

Y lo demuestra el hecho de que este mes se ha estrenado su cuarta temporada, y ya se encuentra en el Top 2 de las series más vistas de Netflix en España, consolidando a Emily in Paris como una de las series estrella de la plataforma. Probablemente habrá críticas, pero mientras la gente hable y siga pulsando "ver siguiente capítulo", ¿qué más da?