Hace unos días el medio Le360, muy vinculado a los servicios de inteligencia marroquíes, informaba de que el país árabe ha "reforzado" su programa de siembra de nubes para provocar lluvias artificiales. Citando a otro periódico, el Al Ahdath Al Maghribia, recogía que el proyecto (conocido con el nombre de Al Ghait) se extenderá a varias regiones de Marruecos de aquí a 2025, y tiene como objetivo aumentar las precipitaciones hasta en un 20% en algunas zonas. Desde 2023, detallaba el texto, el Gobierno ha regado esta iniciativa con 100 millones de dírhams (algo más de 9,2 millones de euros).
La apuesta es fuerte porque en Marruecos, como en España, hace falta agua. "La sequía que atraviesan es fruto de la ausencia de agua durante más de seis años seguidos, y se ha visto agravada por el cambio climático, como nos ocurre a nosotros en determinadas zonas. La diferencia es que ellos por latitud tienen una mayor aridez, por lo que su situación se complica considerablemente. Y además en la zona del Atlas este año no se han producido las nevadas habituales, lo cual contribuye a empeorar la situación", relata Mar Gómez, responsable de meteorología de eltiempo.es.
El país marroquí empezó a desarrollar en los años 80 del siglo pasado esta técnica, aunque apenas hay información al respecto. No son los únicos en hacerlo: EEUU, China, Emiratos Árabes Unidos o Australia también han apostado por ella, pero no está muy extendida en el resto del mundo. Y es que se trata de un método, cuanto menos, controvertido, que sigue presentando muchas incógnitas y sobre el que suele haber mucha desinformación. Veamos por qué.
¿En qué consiste la siembra de nubes?
Gómez asegura que este procedimiento es uno de los más famosos para manipular el clima. Consiste en dispersar sustancias químicas (como yoduro de plata, cloruro de sodio o dióxido de carbono en forma de hielo seco) en las nubes con el fin de promover la formación de gotas de agua o cristales de hielo, que luego se agruparán y caerán en forma de lluvia, nieve o granizo.
"El sistema de siembra de nubes tiene fundamentos científicos desde los años 50", desliza José Luis Sánchez, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de León. "Se detectó que las nubes, incluso estando por debajo de los 0ºC, tenían gotitas que no crecían, por lo que no acababan cayendo en forma de precipitaciones. Este método lo que pretende es atraer esas gotas, congelarlas y hacer que crezcan para provocar así las lluvias. Es parecido a cuando abres la puerta del congelador y empieza a aparecer escarcha", añade.
Según explica, una nube de tormenta habitualmente contiene un millón de toneladas de agua. Pero en sus propios experimentos Sánchez ha podido comprobar que normalmente el agua que acaba cayendo en forma de precipitaciones no suele pasar del 3% de esa cifra, llegando como mucho al 8%. "Si la siembra de nubes funciona las lluvias pueden aumentar un 20%. Pero no hay casos de éxito más allá de esa cifra. Así que en vez de llover un 8%, con suerte, podría llover un 10%. Y si es un 3% podría llegar al 3,5% o al 4%. No se ha conseguido avanzar más", aclara.
Otros expertos hablan de que en el mejor de los casos podría llover entre un 15% y un 30% más. Pero hablamos de un método experimental, que requiere aún de mucha investigación y que, hoy por hoy, tiene resultados muy limitados... cuando los tiene. Además, no todas las nubes son aptas para desarrollarlo, porque se requieren unas condiciones muy concretas que no suelen encontrarse con asiduidad. Y luego está el coste económico. Sánchez conoce que en la zona de sierra Nevada, entre los estados de Nevada y California (EEUU), han aplicado una técnica similar desde hace 40 años, aunque lo hacen directamente desde el suelo. Así que les sale mucho más barato. Pero si se utilizan aviones, claro, los precios suben mucho.
Otro tema recurrente cuando se habla de la siembra de nubes es su impacto medioambiental y en la salud. Sobre esto, Francisco J. Tapiador, catedrático de Física de la Tierra de la Universidad de Castilla-La Mancha, explica que acaba de dirigir un trabajo de fin de grado en el que se detalla que, en efecto, "los núcleos de engelamiento que se echan en las nubes tienen efectos en el suelo", aunque admite que hay que seguir investigándolo. Sin embargo, Sánchez es tajante al respecto: "Se ha estudiado todo. Lo habitual es que en la siembra de nubes se utilice yoduro de plata, y cada gramo de esta sustancia actúa sobre 100 billones de gotitas. Así que las cantidades que se emiten son muy bajas, la concentración acaba siendo de partes por billón, que es nada de nada".
En lo que sí concuerdan ambos catedráticos es que, con todas sus limitaciones, la siembra de nubes es un método prometedor, por el que España también debería apostar. De hecho, hablan incluso de que estamos perdiendo una gran oportunidad al usar esta tecnología, algo que ha hecho que nos quedemos atrás respecto a otros países. Pero los dos también coinciden en señalar que esta técnica no resolverá las sequías, y que su función es más bien la de paliar sus efectos en algunas regiones concretas.
¿Puede afectar en algo a España?
La gran pregunta que ha surgido estos días es si la siembra de nubes de Marruecos le puede quitar agua a España. O todo lo contrario, si puede provocar fenómenos extremos en nuestro país. "Con este método los efectos, cuando se producen, son siempre a escala muy pequeña y muy local, pero puede que no se obtenga ningún resultado por la complejidad que tienen las nubes y toda su dinámica. Así que no se podría relacionar la siembra de nubes de Marruecos con una posible alteración del comportamiento meteorológico o atmosférico en España, a pesar de nuestra cercanía. No nos va a afectar en ningún caso", señala José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored.
"La siembra de Marruecos no afectaría directamente a España. Quizás a Ceuta y Melilla, pero prácticamente nada a Canarias y en absolutamente nada a Andalucía. No hay que preocuparse por esto", sostiene Tapiador. "No creo que esto pueda generar ningún tipo de conflicto geopolítico entre España y Marruecos, que tienen problemas infinitamente más serios. Salvo que alguien quiera crearlo", zanja.
Sánchez apunta en la misma línea: "No sé si el proyecto marroquí se está desarrollando cerca de Ceuta y Melilla, pero si afectara a esas ciudades la conclusión sería positiva, porque llovería más. Desde luego, nunca menos. La gente puede estar tranquila, porque si les sale bien el plan no le están quitando el agua a nadie. De hecho, hay agua para parar un tren, lo que sucede es que las nubes tienen tendencia a producir pocas precipitaciones luego".
Gómez, sin embargo, piensa distinto: "Podría suceder algo similar a un efecto mariposa: pequeños cambios podrían producir grandes variaciones en el sistema atmosférico que podrían afectar a cualquier parte del mundo. Aunque el objetivo es inducir lluvia o modificar un fenómeno meteorológico localmente, esta acción podría potencialmente alterar las condiciones iniciales de la atmósfera, que a su vez podrían desencadenar una serie de cambios imprevistos o amplificados en el clima".
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