El verano de 1984 en Madrid no se destacó por ser especialmente caluroso, con algunos días en los que las temperaturas ni siquiera alcanzaban los 30 grados. Sin embargo, la efervescencia artística de la capital estaba en su máximo apogeo. Almodóvar y McNamara soñaban con ser mamás, El Víbora se vendía en los quioscos, y El Penta estaba lleno a rebosar cualquier día de la semana.
En otro ámbito, Bosé triunfaba con su Amante Bandido, Mecano nos llevaba a Hawaii-Bombay, y Ana Belén en España, camisa blanca de la esperanza. En ese vibrante entorno apareció, hoy hace 40 años, un disco único en su especie, un fenómeno que jamás ha podido ser replicado: Deseo Carnal. Para los menos entendidos, este es el álbum que contiene temas que hoy en día siguen siendo himnos en las discotecas, como Cómo pudiste hacerme esto a mí. Aquí va su inolvidable aparición en Tocata de TVE:
Una combinación explosiva.
La mexicana de nacimiento Olvido Gara, inquieta profesional, venía de liarlas muy pardas con su arrebato punk llamado Kaka de Luxe (1977-1979) y siguió Bailando con sus Pegamoides hasta 1982. Ya en el single de 45 rpm Horror en el hipermercado, recuerdo que se incluía un desplegable con la "genealogía" de las bandas por las que habían pasado sus integrantes. Se saltaba con entusiasmo de un grupo a otro, porque no había tiempo que perder.
En una época en la que la calidad musical no siempre era prioritaria, Carlos Berlanga y Nacho Canut se destacaban como talentos indiscutibles dentro de ese cóctel de modernidad, y Alaska lo sabía bien. Estaba muy bien gritar y usar cajas de ritmos, pero pocos artistas se esforzaban en ofrecer verdadera calidad. Otros miembros aparte, Alaska se unió al dúo cuando crearon Dinarama, y de esa unión nació el concepto que daría lugar a la magia que perdura cuatro décadas después.
Alaska y Dinarama eran, por definición, una explosión de creatividad y originalidad, pero también tenían claro que la clave del éxito sería su compromiso con la calidad. Con ese enfoque, no había margen para el error. Pues casi tuvieron uno. Un álbum llamado Canciones profanas no llegó demasiado lejos, salvo por los fantásticos acordes de sus Perlas ensangrentadas o lo pegadizo de su Rey del Glam que más tarde haría suyo el corista Loquillo. Se habían tomado muy en serio ser una banda punk, pero con cajas de ritmos. No había barniz, aunque sobraban las buenas ideas.
En la industria del disco de aquella época sí había margen para apostar. Y los ejecutivos que compartían noches de movida y mañanas de resaca con sus artistas, se dieron cuenta pronto de que a ese equipo solamente había que echarle gasolina para que andase bien. En el siguiente disco había que invertir.
Así, en aquel verano del 84, mientras Mil campanas resonaban en el corazón de Olvido, que se preparaba para algo grande en televisión con La bola de Cristal, se grabó el disco que marcaría la historia del pop español para siempre.
¿Has dicho una orquesta?
Se trabajó intensamente, durante agotadoras jornadas, en los legendarios Estudios Hispavox, propiedad de la discográfica, hasta obtener exactamente lo que se buscaba: un sonido con más clase de lo que se esperaba de un disco "de la movida". Ese impulso los llevó a dejar atrás los tiempos en los que todo valía. Esta es la verdadera lección de esta producción: se podía ser punk, se podía ser divertido y original, pero también se podía aspirar a la excelencia. Se intentó contar con los mejores, pero los presupuestos enviados por Zeus B. Held, el productor de Dead or Alive, y por Stock, Aitken and Waterman, los arquitectos de muchos de los éxitos mundiales de los 80, incluidos los de Kylie Minogue, estaban muy lejos de lo que la compañía consideraba una "apuesta" viable.
Nick Patrick fue el primero en ponerse a tiro, y su elección vino con sorpresa incorporada. Este antiguo ingeniero de sonido, que había trabajado con voces legendarias como las de Marvin Gaye y Gerry Rafferty, se distinguía por su enfoque en lo exótico dentro de las producciones. ¿Lo “orquestamos”? Por supuesto. Se decidió así incorporar metales de alta calidad, asegurando que las trompetas fueran dignas herederas del Sonido Filadelfia para que la producción se destacara del resto. Fue necesario finiquitar la grabación y mezcla en Londres, o donde hiciera falta. Así que, con la producción a medio camino, y con los arreglos de viento y cuerdas ya preparados, algo excepcional en ese momento para una banda pop española, se dirigieron a los estudios Utopía. Allí grabaron una (utopía) que resultó muy real.
El mejor acierto del álbum fue hacerlo comenzar con arreglos que parecían haber salido de la banda sonora de un blockbuster norteamericano de éxito. El comienzo de Cómo pudiste hacerme esto a mí, con una letra dramáticamente vengativa, se hizo pronto sitio en la radio.
La portada viral
Para rematar las ventas, cuando los oyentes acudían a las tiendas de discos, descubrían maravillados una de las portadas más audaces, icónicas y mejor realizadas de la época. La combinación ideal de glamour, provocación y modernidad en un torso de hombre desnudo, con Alaska tratando de abarcarlo, se hizo “viral” de inmediato. El diseñador y fotógrafo Juan Gatti, un argentino que llegó a España huyendo vía Nueva York de la dictadura de su país, ya era conocido por ser de todo menos convencional cuando trabajó con Almodóvar. Aquí dio rienda suelta a su imaginación, porque el concepto y la exigente Alaska lo permitían. Para aquella fotografía, Gatti necesitó, como dice una de las canciones más irónicas del disco, "un hombre de verdad", un tema funk que pudimos disfrutar sin playback aquel verano en uno de los programas clave de la época: La Edad de Oro.
Himnos sencillos
El álbum se apoyó en tres grandes pilares que se lanzaron como sencillos. Además de Cómo pudiste hacerme esto a mí y Un hombre de verdad, la simplicidad de una reivindicación personal, combinada con suspiros, violines y una elaborada parafernalia amorosa, dio lugar a otro himno indispensable para varias generaciones. Ni tú ni nadie superó incluso el impacto de los otros temas, permaneciendo durante meses en la lista de superventas. Curiosamente, aunque las canciones eran éxitos claros, no se produjeron videoclips oficiales. En su lugar, la discográfica recurrió a imágenes de archivo para acompañar el clásico con un vídeo.
Reediciones, memorabilia y otros restos vivos.
En 2006, coincidiendo con… bueno, no coincidiendo con nada, ni falta que hacía, se lanzó una interesantísima reedición en CD de esta obra. Podíamos hallar, por un lado, el disco digitalizado, pero también convive en la caja un segundo disco con catorce piezas adicionales en las que se dejó jugar con las canciones originales a talentos como Carlos Jean, continuando el mensaje creativo de innovación que supuso en su momento. Incluso es posible encontrar en dos maquetas inéditas a Carlos Berlanga. El libreto de veinte páginas, repleto de textos y fotografías inéditas, pone imagen a ese viaje al pasado.
Ahora, que sí se cumplen nada menos que 40 años desde aquel “revolcón” de “la movida” con el éxito fulgurante, aparece de nuevo ese disco, claro. Y como no, también en vinilo. Para ser exactos, en multiformato a elegir, para que el mismo fan o coleccionista quiera todos y justifique a la compañía la inversión. Aunque, en mi humilde opinión, queda más que amortizada por la trascendencia de esa obra nacida del entusiasmo de unos jóvenes que encontraron la forma de hacerse oír con rebeldía y calidad a la vez.
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