Dicen las actas, y algunos gobiernos más valientes y honorables que el de España, que Edmundo González es el presidente electo de Venezuela, pero ahora va a ser como uno más de nuestros muchos poetas recogidos en esa vejez triste y repentina, esa vejez de soñadores y baladistas que es el exilio. Algunos exiliados ya no hicieron más que exilio, como el que hace calceta en la mecedora, y esto lo mismo vale para la literatura que para la política. Sánchez se ha traído a González para ponerlo en la mecedora, y eso, tener a un político haciendo calceta, lo borra del mapa de manera más efectiva y limpia que encarcelándolo o mandándole un pistolero en moto de pizzería. En vez de un político, un símbolo o un mártir, tendremos a un señor que escucha boleros, pura cretona y carpeta de recortes, como un torero viejo. ¿O es que alguien considera presidentes, opositores o siquiera lejana amenaza para Maduro a Antonio Ledezma, Leopoldo López o Juan Guaidó? Ni nos acordamos siquiera de ellos, perdidos en el panteón de poetas olvidados, con flores vivas y muertas ya en la cabeza. Es como si Sánchez funcionara de triturador o desagüe para Maduro.

Sánchez no sólo no le chista a Maduro, sino que se dedica a disolverle opositores igual que nuestra sangría disuelve guiris. Edmundo González es verdad que no está para mucho, que el hombre ha sido más bien como el abuelo que protegía a María Corina Machado con su último aliento como su último mordisco sin dientes. González no está ni para heroicidades ni para turrón, y ha sido él mismo, acosado y temiendo por su vida, el que ha pedido el asilo. Aun así, la propia María Corina asegura que el presidente electo gobernará y capitaneará desde España, pero uno ve eso imposible. Imposible, al menos, con un Sánchez que tiene un día a Zapatero allí y otro día a Delcy aquí, un día a Borrell pidiendo tiempo para un Maduro que lo que quiere justo es ganar tiempo, y otro día a Albares haciendo los malabares de bombero torero que le vemos hacer con Venezuela, muy parecidos en tono y cachivaches a los que hace con Marruecos.

Que Edmundo González, con nombre, pelos y camisa de preso de Dumas que ha perdido la barca y el tesoro, esté aquí aparcado con la mecedora delante de la radio, pasando de gobernar un país a migar galletas, es un alivio para él, desde luego, que salva la vida. Pero sobre todo es un alivio para Maduro, que de nuevo consigue que los que le ganan acaben en el tren de los perdedores, un poco como Sánchez. Y también es un alivio para el propio Sánchez, que mantiene la tibieza y la ambigüedad con Venezuela y además aumenta su museo de falsas magnanimidades y caridades, que son todas interés como ya nos ha demostrado. De todos estos alivios, yo creo que el de González es el más ingenuo, porque España no va a ser una base contra Maduro mientras Sánchez tenga con Venezuela los intereses o los negocios que le hacen ser benévolo de ida y vuelta. Sí, parece que, acogiendo a González, Sánchez empata la cuestión venezolana, cuando lo cierto es que la cuestión venezolana no puede quedar en empate, y ésa es la trampa y la inmoralidad.

Ni siquiera en Miami, teniendo más espíritu de base antichavista, pintan demasiado los exiliados, que quizá allí son ya como hare krishnas, iguales, confusos y ya un poco pesados, como los anticastristas. Por cierto, yo diría que el castrismo y el anticastrismo han muerto, que Cuba ya es una podredumbre de verduras y hormigón que durará lo que dure físicamente, que caerá sola como una tapia. Diría que también la Venezuela de Maduro caería más o menos así, o con un leve empujón, si no fuera por la benignidad o la colaboración de algunos, entre ellos Sánchez. Ni siquiera Miami, en fin, con toda la mitología y todo el dinero de la causa, consigue demasiado. No sé qué se piensan González y María Corina que va a ser España, que ahora sólo es un escenario para que Sánchez parezca un Santa Claus de hospicio (le falta decretar la Navidad sanchista, como Maduro), mientras la verdad, la mentira, la ley, la arbitrariedad, el interés del país y el interés de un señor se mezclan, se confunden o se entretejen, como otra calceta.

Aquí olvidaremos pronto a González como olvidamos a nuestros poetas y a nuestros abuelos

Sánchez acoge a Edmundo González, al que llama “héroe” pero no presidente, que ahí están la cobardía y el cálculo de Sánchez, y lo incorpora a nuestros santos exiliados de mesa camilla, hornacina y exvoto de braguero, que se pudrirán en la mecedora como un apio en una cesta. Aquí olvidaremos pronto a González como olvidamos a nuestros poetas y a nuestros abuelos; aquí perderá el tiempo Edmundo González entre un millón de causas olvidadas y un millón de posturetas de pancarta, convocatoria y mapamundi. Perderá el tiempo y la energía (esto es lo más importante) mientras Maduro gana ambos, que eso es lo que ocurre cuando un opositor se va con la maleta llena de fotos con marco hacia el exilio, en vez de tomar el poder que le corresponde. Más todavía si Sánchez está funcionando como desagüe y triturador de opositores, a los que disuelve por aburrimiento, como a la oposición o a la ciudadanía.

Sánchez da asilo a Edmundo González, que es cierto que está más para el asilo y para plantar petunias que para enfrentarse a la terrorífica y poderosa dictadura de Maduro, que no sólo manda en Venezuela sino que aún controla fuera, por ejemplo y por alguna razón en España, los plazos, las tibiezas y los disimulos. Yo creo que Edmundo González no sabe adónde viene. Seguro que no se ha enterado de lo que dijo nuestro presidente este fin de semana, ante todo un partido de peleles y besachanclas, entre banderines y muñecotes inflables, como un lavadero de coches. Sí, eso de “avanzar con o sin el poder legislativo”, que de repente las Cortes parecían no ya un estorbo, sino una intromisión, como una invasión de ujieres y diputados vikingos. La intromisión y la invasión, por cierto, que tocaban tras las del Poder Judicial según los manuales de la autocracia. Sin duda Edmundo González, que acabará en poeta de la calceta o en farero de su ventana, quizá como Feijóo, no sabe que estamos nosotros más cerca de Venezuela que Venezuela cerca de la democracia.