“En Springfield se están comiendo a los perros la gente que ha venido [de fuera del país]. Se están comiendo a los gatos. Se están comiendo las mascotas de la gente que vive allí. Y esto está pasando en nuestro país. Ella está destrozando este país, y yo quiero hacer a Estados Unidos grande otra vez. Es simple”. El expresidente Donald Trump (77 años) perdió el control este martes en el primer debate electoral -y posiblemente el único que habrá- que mantuvo con la vicepresidenta y ahora candidata demócrata a las elecciones de noviembre Kamala Harris (59 años). A mitad del cara a cara, y después de un inicio pausado, sin insultos, interrupciones ni faltas de respeto -ya llamó cocainómano al hijo de Biden en otro debate, así que las expectativas estaban altas-, el magnate empezó a impacientarse con su oponente y con unos moderadores que no hacían más que corregir sus afirmaciones. Y, entonces sí, desbarró.

Trump no solo insistió en que los inmigrantes se están comiendo a las mascotas estadounidenses, frase que fue corregida en directo por los moderadores -la policía de Springfield (Ohio) lo desmintió después de que los republicanos lo hayan repetido en varias ocasiones-. También afirmó haber ganado las últimas elecciones y trató de argumentarlo, acusó a Harris de copiarle su programa -“le voy a enviar un sombrero que ponga Make America Great Again”, fanfarroneó-, la llamó marxista y cómplice de quienes provocaron la pandemia del Covid. Dijo que es una mentirosa por prometer que recuperará el derecho al aborto, puesto que no cree que vaya a tener los votos suficientes en el Congreso para conseguirlo, y al mismo tiempo rechazó aclarar su propia opinión sobre las interrupciones del embarazo, un asunto sobre el que cree que debe legislar cada estado por separado.

El debate se centró en los mismos temas sobre los que viene girando toda la campaña electoral -sobre todo, inmigración, aborto, la clase media, la condena de Trump, el asalto al Capitolio, las contradicciones de Harris- pero la imagen tuvo un peso especial. El empresario evitó mirar a Kamala Harris a lo largo de los 90 minutos que duró el debate, en esta ocasión en el canal de televisión ABC, mientras que ella no apartó la vista de él. También evitó saludarla, fue la demócrata quien se acercó a su atril y le dio la mano con una enorme sonrisa. Era la primera vez que se veían en persona. Al comienzo del encuentro a ella se la vio menos segura, más titubeante y dubitativa, en algún momento se le entrecortó la voz, pero fue ganando seguridad conforme pasaban los minutos; al mismo tiempo que Trump se mostraba más molesto, más irascible y menos controlado.

En sus intervenciones, la demócrata de desmarcó de las políticas de su oponente y miró directamente a cámara para advertir de lo que el regreso del republicano -un delincuente convicto y que no aceptó el resultado de las últimas elecciones- al poder puede provocar. Ambos candidatos necesitan movilizar el voto en Pensilvania, donde ha tenido lugar el encuentro, y otros estados clave que decidirán el resultado de las votaciones el próximo 5 de noviembre. Por el momento ambos están prácticamente igualados en las encuestas, con Harris solo tres puntos por encima de Trump (con el 47,1% del voto, frente al 44,9% de él).

“Miren, ya lo ven. Esta es una de las razones por las que en estas elecciones tengo el apoyo de 200 republicanos que han trabajado con el presidente Bush, Mitt Romney y John Mcain, también el exvicepresidente Dick Cheney y la congresista Liz Cheney [en todos los casos, históricos integrantes del partido]. Es importante que pasemos página de esta retórica anticuada, de que hablemos de lo que tenemos que hacer para apoyar a los pequeños negocios. Los estadounidenses están cansados de la misma historia. Trump ha dicho que habrá un baño de sangre si no sale elegido en estas elecciones. Vamos a no volver atrás, pasemos página, terminemos con quien ataca los principios de nuestra democracia”, lo atacó Harris. “Creo que los estadounidenses quieren algo mejor”. En respuesta, él replicó que es ella quien supone un riesgo para la democracia y quien está intentando usar la justicia contra un arma contra él.

Un debate marcado por las repreguntas

Los periodistas David Muir y Linsey Davis, a cargo de la moderación del debate, trataron de conseguir que ambos candidatos explicasen sus cambios de opinión, desmintieron sus afirmaciones y repreguntaron cuando no les contestaban. Ante muchas de estas preguntas, Harris repitió un discurso que sonó encorsetado, aprendido de memoria y poco espontáneo, y Trump negó sus propias declaraciones pasadas y se encaró con los moderadores. En un intento de recuperar el control, Trump llamó a Harris ridícula y propuso que ambos se marchasen en el momento del estudio -“ahora mismo”- para ir a Washington DC y que Harris firmase el proyecto de ley que cierre la frontera, esa por la que él defiende que entran los inmigrantes ilegales culpables de la criminalidad en el país. “Porque si lo hacen, la frontera quedaría cerrada”.

Pero la dinámica siguió siendo la misma. Cuando Muir le preguntó por qué dijo que la vicepresidenta antes no se identificaba como negra cuando sí lo hacía, él lo esquivó con un “no lo sé, no me importa lo que sea” y ella replicó “creo que es una tragedia que tengamos a alguien así queriendo ser presidente”. Cuando Davis le pidió que detallase su plan sanitario, Trump replicó que no lo tenía porque todavía no es presidente del país, y volvió a decir lo mismo cuando la periodista le requirió que diese algún tipo de detalle además de criticar el sistema sanitario que amplió el expresidente Barack Obama. Tampoco supo explicar cómo planea deportar a los 11 millones de inmigrantes ilegales que hay en el país, y al ser preguntado por el Proyecto 2025, se desmarcó de él, asegurando no tener nada que ver.

Según un recuento que llevó a cabo la CNN, el magnate mintió en 33 ocasiones a lo largo del encuentro, mientras que ella lo hizo una vez. Porque la vicepresidenta también tuvo que enfrentarse a sus propios cambios de opinión, a preguntas sobre por qué no ha hecho ya lo que ahora promete -ya que lleva cuatro años en la Casa Blanca-, y a otras que buscaban aclarar su postura en muchos de los asuntos en los que todavía no se ha posicionado. Hurgaron en varias de sus heridas más profundas, aunque pudieron sacar poco: Harris llevaba puesta una coraza de la que no se deshacía en ningún momento. Había aprendido a cambiar de tema cuando era necesario, a recurrir a su historia personal de superación, como niña criada en un hogar de clase media, y a su trayectoria como fiscal, y ejecutó esta misma operación una y otra vez hasta que se recomponía y conseguía contraatacar.

El debate no pasará a la historia, no dejó momentos que los espectadores vayan a recordar en unos años, pero sí sirvió para aclarar ideas clave que el anterior -sin repreguntas ni desmentidos- dejó en el aire, con lo que para muchos los ganadores de la noche fueron los moderadores. Con todo, el voto lo moverán más otros momentos de la campaña. Minutos después de que terminase el cara a cara, la superestrella Taylor Swift anunciaba que votará a Kamala Harris en las elecciones porque, en su opinión, "lucha por derechos que necesitamos defender". La artista calificó a la vicepresidenta de una líder con "talento" y "mano firme", y añadió que cree que los estadounidenses pueden conseguir "mucho más" si son guiados "por la calma en lugar de por el caos". Quedan 55 días para las elecciones..