La Unión Europea vio nacer el año pasado más start-ups, nuevas empresas de base tecnológica, que Estados Unidos. El problema del Viejo Continente no es de talento ni de buenas ideas, sino que es la financiación y el acceso al mercado. Esta es una de las conclusiones del informe sobre la competitividad europea que presentó esta semana el ex primer ministro italiano Mario Draghi a la Comisión Europea. Si la UE quiere mantener en sus fronteras a las potenciales unicornios -empresas valoradas en más de 1.000 millones de dólares- tiene que mejorar algunas cosas.

La más evidente es la financiación a la que pueden acceder las start-ups. Según el informe, “las empresas europeas no suelen superar con éxito la fase de crecimiento. Como consecuencia, la UE tiene un menor número de unicornios. Muchas de las nuevas empresas europeas se trasladan, sobre todo, a EEUU”. Y uno de los motivos es que la Unión Europea invierte menos del 3% de su producto interior bruto (PIB) en investigación y desarrollo. Estados Unidos invierte un 3,6% y China, un 2,4%, dos décimas por encima de la UE.

Además, el documento echa en cara a los estados miembros que la inversión europea no está coordinada entre los distintos países y que las prioridades no están alineadas y les insta a trabajar de forma conjunta para acelerar la innovación. Por otra parte, el informe señala la ausencia de universidades europeas entre la élite de la investigación y deja en peor lugar a los clústers de innovación de la UE, frente a los de China. Por último, considera que el sistema financiero no está tan desarrollado como en Estados Unidos y esto dificulta la llegada de inversión privada a las empresas de nueva creación.

Con este diagnóstico, Draghi plantea algunas soluciones para potenciar el ecosistema start-up y evitar que cuando una empresa europea entra en cierto nivel de crecimiento, tenga que mudarse a Estados Unidos para lograr la financiación que requiere.

Recomendaciones y propuestas

El documento propone reformar el Consejo Europeo de Innovación para garantizar el apoyo de proyectos de alto riesgo, así como mejorar los incentivos para los business angels que decidan aportar capital a start-ups europeas. “La tributación de las plusvalías derivadas de la venta de de acciones de empresas no cotizadas podría retrasarse si las plusvalías se reinvierten en empresas innovadoras en fase inicial. Al aplazar el pago de impuestos sobre las plusvalías, la política apoya el espíritu empresarial de la UE”, sugiere el informe.

Draghi considera que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) debería jugar un papel más importante en la financiación de proyectos innovadores. En el informe apunta que “aunque en la actualidad el BEI no realiza inversiones directas en capital, su mandato debería ampliarse para permitir la inversión directa en capital en las prioridades estratégicas de alta tecnología de la UE como la IA, los semiconductores, las ciencias de la vida/biomedicina, etc., permitiendo también la opción de proporcionar capital contingente a los bancos nacionales de fomento para que coinviertan con el BEI en dichos proyectos cuando resulte conveniente”. De nuevo en aras de la coordinación europea, el informe sugiere reducir la complejidad para las salidas a bolsa para hacerlas más atractivas para las start-ups.

El documento es crítico con la estrategia de emprendimiento de la UE y llama a repensarla y a redirigir el presupuesto destinado a empresas innovadoras que considera que tendría que aumentarse en 200 millones de euros. “En la actualidad, los fondos se destinan excesivamente a subsanar las imperfecciones del mercado de capitales y a beneficiar a las empresas maduras. El programa debería tener como objetivo el cambio transformacional más que los avances graduales y abstenerse de dirigirse a empresas medianas tecnológicamente maduras, para evitar lo que se ha denominado la «trampa de la tecnología media”, añade.

No obstante, no es solo una cuestión de financiación directa a empresas. A nivel académico, Draghi defiende como imprescindible que el Consejo Europeo de Innovación cumpla con tres requisitos: “Reunir a un número significativo de investigadores líderes mundiales que lleven a cabo investigación de frontera sobre temas estrechamente relacionados. Ofrecer enseñanza de alto nivel a estudiantes altamente cualificados, preferiblemente en los niveles de doctorado y máster. No ser virtual, sino estar físicamente ubicada en un lugar concreto, con el requisito de que su profesorado a tiempo completo esté físicamente presente y participe activamente en la enseñanza y la supervisión de los estudiantes”.

Además, plantea que se mejore la movilidad para investigadores y que se facilite la entrada de capital privado a las universidades públicas. Compara la situación con las universidades estadounidenses y cuestiona que las europeas no tengan “flexibilidad” ni “incentivos” para captar a mecenas privados.

La burocracia es otro de los lastres que identifica el documento y plantea que se ataje con varias opciones que pasan por la coordinación de los estados miembros: desde un sistema unitario de patentes a un modelo estándar para que las investigaciones desarrolladas en la universidad puedan acceder al mercado europeo de forma más fácil.

En definitiva, la coordinación entre los 27 estados miembros de la Unión Europea y una reconfiguración de los planes de investigación y desarrollo comunitarios son fundamentales si el viejo continente quiere ser más competitivo que China y Estados Unidos. Las start-ups no solo necesitan inversión, según Draghi, sino que también hay que potenciar la excelencia universitaria y facilitar los procesos para que los proyectos se conviertan en realidad.