Este año Rosa Villacastín no vuelve de vacaciones. Después de más de medio siglo de periodismo –se dice pronto–, una de las profesionales más reconocibles de la prensa del corazón ha decidido retirarse. En parte porque ya no hay prensa ni corazón, o como mínimo ni lo uno ni lo otro son lo que eran. “Antes llamabas a los personajes y a nadie se le ocurría pedirte dinero. Luego se acostumbraron a cobrar. Las televisiones en eso tuvieron mucha culpa. Y las redes sociales lo han cambiado todo. La gente importante, los actores, los artistas, si no están de promoción no dicen una palabra. El problema es la cantidad de gente sin interés que está llenando las revistas, los periódicos, las televisiones”, explica a El Independiente desde su casa de Marbella.
Pero si Rosa Villacastín se ha jubilado definitivamente no ha sido tanto por el deterioro del ecosistema rosa sino, sobre todo, porque ya tocaba. “Y no dejan de llamarme, pero no estoy por la labor”. Tomó la decisión después de hablar con su amigo Pedro Piqueras, que dejó Informativos Telecinco a finales del año pasado. “Me contó lo fenomenal que estaba. Te das cuenta de que no has pasado todo el tiempo que debías con los tuyos. Hace cuatro años que mi marido", el tambien periodista Miguel Larrea, "vive aquí, yo estaba siempre yendo y viniendo… Quiero disfrutar de otras cosas”.
En Marbella, explica, “se vive muy bien. Por el clima y por la gente. Es una sociedad muy abierta y muy independiente. Tengo muchos amigos, así que venirme no ha sido difícil”. Llegó por primera vez en 1971, cuando el director del diario Pueblo, Emilio Romero, la envió tres meses a cubrir los avatares estivales de la incipiente jet set. Fue su primer contacto con la ciudad y con la información de sociedad. “Era la época dorada, la de Audrey Hepburn y Mel Ferrer, Liz Taylor”, recuerda. Luego “Gil lo destrozó todo. Pero eso ya se ha superado”. Con los años ella misma comenzó a veranear en este paraíso mitificado precisamente por las revistas del corazón. “Hemos comprado y vendido casa varias veces. A mí me gusta mucho un ladrillo, eso de tirarlo y hacerlo todo de nuevo siempre me ha encantado. En esta llevamos diez años”.
Pioneras del periodismo
Villacastín formó parte del primer gran contingente de mujeres periodistas que llegó a la profesión entre el tardofranquismo y la Transición. Nombres como Victoria Prego, “Julia Navarro, Mercedes Hansa, Amalia Sánchez Sampedro”, recuerda. Tras la muerte de Franco se abría un nuevo horizonte profesional para quienes practicaban el oficio. Y la posibilidad de asistir en primera línea al apasionante proceso del cambio político. “Nosotros llegamos de pardillos, pero los políticos también. Hablabas directamente con ellos, no tenían jefes de prensa. Ellos necesitaban a los medios tanto como los medios a ellos. Ahora vienen con el argumentario aprendido y no se salen del guion. Y ves los programas de política y son todos son iguales, no hay imaginación, con los tertulianos a un lado y otro a favor y en contra del Gobierno. Es como ver Tómbola”.
Entonces, dice, había más crítica, pero la cercanía entre periodistas y políticos dio lugar a una intimidad que terminó siendo contraproducente. “¿Cómo criticas a Suárez o a Felipe después de tomarte un café con ellos?”. Decidió entonces cambiar de registro. “No sé si porque soy Géminis pienso que no hay que enquistarse".
Cuando en 1984 cerraron Pueblo y los demás periódicos del Movimiento, la gente que trabajaba allí comenzó a recolocarse. “Muchos se fueron a ministerios. Yo ya había trabajado en la universidad, había hecho oposiciones como funcionaria de archivos cuando mi abuela entregó al Gobierno español el archivo de Rubén Darío” –su abuela Francisca Sánchez fue el gran amor del poeta nicaragüense, y Villacastín lo contó en un libro, La princesa Paca–. La periodista no quiso ni apoltronarse ni volver a la universidad. “Empezaban los años dorados del corazón, con Boyer, la Preysler, los Albertos. Me parecía que iba a ser mucho más libre. Y hasta hoy. O hasta hace unas semanas”.
El fenómeno 'Extra Rosa'
Comenzó a trabajar en el diario Ya, a colaborar en revistas como Interviú, Panorama y Diez Minutos, en Antena 3 Radio con Antonio Herrero y en TVE con María Teresa Campos, a la que luego siguió a Telecinco. Cuando Prisa compró y desmanteló Antena 3 Radio, Villacastín se fue a las tardes de la SER con Javier Sardá.
Su gran momento en la televisión llegó en 1997. Villacastín propuso a Pepe Oneto, entonces jefe de informativos de Antena 3 Televisión, un formato nuevo para tratar el corazón en la sobremesa diaria. Un mano a mano de dos Rosas, ella misma y Ana Rosa Quintana, con la que había coincidido en la radio y que venía de presentar Veredicto, el programa de Telecinco que simulaba un tribunal para la resolución de conflictos. La fórmula de Extra Rosa era sencilla: dos mujeres muy distintas comentando la actualidad social. "La gente se posicionaba con una o con otra porque somos muy diferentes. Pensaban que nos peleábamos, pero no nos hemos peleado nunca. Había días que cuando terminaba el programa los del equipo nos preguntaban, ¿os pasa algo? ¿estáis bien?".
La química de ese aparente conflicto funcionaba. Fue un éxito. "Podíamos estar seis horas hablando sin guion. Había esa frescura. Y un gran equipo", recuerda. Dejaban hacer a sus colaboradores, personajes tan singulares como José Luis de Vilallonga, Carlos García Calvo o un bisoño Jorge Javier Vázquez que se estrenaba en televisión.
El programa duró solo dos temporadas: la cadena trató de explotar el éxito de ambas separándolas. Con Sabor a ti, que nació como un programa para el verano, comenzó la meteórica ascensión de Ana Rosa. Villacastín siguió Extra Rosa en solitario antes de pasar a las mañanas con un programa que sucumbió ante la hegemonía aplastante de María Teresa Campos.
"Nunca he querido figurar"
Y no hay mal que por bien no venga porque dice Rosa Villacastín que presentar no le ha gustado nunca, que le costaba mirar a cámara, y que fue Campos la que consiguió meterle en la cabeza que detrás de esa impersonal luz roja estaba el público. “Otra cosa que me dijo Campos es que si te escriben una carta tienes que contestarla, y si una señora te para por la calle y te pide un beso, le das un beso. Son los que nos ven y hay que cuidarlos. Y es verdad. Hay que ser agradable con la gente”.
Lo dice alguien que no siente apego por la popularidad ni por el hecho de salir por la tele. “Ni siquiera cuando he hecho programas he querido figurar. No quiero ni pensar en la servidumbre de las influencers. Aquí no se regala nada, y por eso se paga un precio”.
Han pasado pocas semanas desde que se jubiló. Y “acostumbrada a no parar, ya estoy cansada de no hacer nada”, confiesa. Pero “yo creo que hay que saber irse. Tengo las mañanas ocupadas, voy a pilates, la gente se ríe porque dicen que voy a aprender a cocinar”. ¿La veremos en Masterchef Celebrity? “No, no, no. Es lo único que no haría en televisión”.
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