El 12 de octubre de 1984 una bomba estalló en el Grand Hotel de Brighton, en Inglaterra. En una de las habitaciones se encontraba la primera ministra inglesa Margaret Thatcher, que ultimaba los detalles de su discurso para un congreso del Partido Conservador. Hubo gritos, fuego, un revuelo absoluto, cuerpos volando por el aire y ella salió completamente ilesa por la puerta principal del edificio. El IRA había intentado asesinarla y había fallado pero aquel día cambiaría la historia de Reino Unido para siempre.
Rory Carroll (Dublín, 1972) tenía apenas doce años cuando sentado junto a su familia vio la noticia por televisión. Conocía al Ejército Republicano Irlandés Provisional, aquel año era el décimo quinto de los Troubles, y sabía que había matanzas esporádicas muy a menudo. "Estábamos tristemente acostumbrados a oír hablar de ataques contra soldados, políticas y civiles", recuerda, pero, "¿Thatcher?".
Todo venía de largo y fue excusa que dieron para aquel atentado lo que da título a su último libro. El ahora periodista de The Guardian acaba de publicar, tras dos años de investigación y más de cien entrevistas, Habrá fuego (Ariel). Con estas dos palabras se refiere a uno de los titulares que algunos años antes un diario republicano irlandés había lanzado contra la primera ministra de Reino Unido.
La razón tenía nombres y apellidos, era Bobby Sands, un preso que pertenecía al IRA y que había muerto tras varios meses en huelga de hambre. Ese 'Habrá fuego y habrá irá' se publicó a modo de advertencia días antes de su fallecimiento, era una advertencia ante la pasividad de la Thatcher y su negativa a reunirse con ninguno de los miembros de la banda terrorista. Y cumplieron con la amenaza.
La habitación 639 y el suelo de la Dama de Hierro
La bomba había sido colocada casi un mes antes por uno de sus militantes, Patrick Magee, debajo de la bañera de la habitación 639 de la sexta planta. Thatcher se alojaba en la primera, en una de las suites, la Napoleón, y cuando está explotó a las 2:53 de la mañana notó como todo temblaba y parte de su techo caía sobre la moqueta.
Cuenta Carroll, que fue a ver si su marido estaba bien y acabó desplomada en el baño. La tuvieron que sentar y, entonces, dijo: "¿Ha sido un intento de asesinato, ¿no os parece?". Se levantó y salió por su propio pie del hotel. Aquella noche murieron cinco personas y más de treinta resultaron heridas. Ella no quiso hablar demasiado sobre el tema aunque está claro que no supo ver cómo la muerte de los militantes del IRA en las cárceles les aportaba cierta humanidad a los terroristas y que se quedó con que aquello la hizo mucho más famosa para sus votantes, volviendo a ganar las elecciones de 1986.
Pero aquel día y lo que pudo suceder, que Carroll compara con "la Conspiración de la Pólvora de 1605", se perdió pronto en la memoria tanto de irlandeses como de ingleses. Magee fue el único al que se capturó y fue liberado en 1999 gracias al Acuerdo de Viernes Santo. Además, ahora en Irlanda "prefieren dejar aquel pasado atrás e incluso el brazo político del IRA, Sinn Féin, es un partido político", explica el periodista. Por eso, por no olvidar lo que ocurrió e intentado recordarlo "de la manera más objetiva posible", publica ahora esta investigación.
"Con Margaret Thatcher tan polarizada en muerte como en vida, y con Sinn Féin -el que fuera el brazo político del IRA- renacido como un respetable partido de Gobierno, la conspiración del IRA para matar a su mayor enemigo está en riesgo de convertirse en un mito. Es de vital importancia recordar lo que sucedió realmente", explica en el prólogo y añade que durante la fase de investigación de este libro, ha pensado mucho en la batalla de la memoria. "En la tortuosa y complicada historia de Gran Bretaña e Irlanda, el pasado no es una cuestión zanjada. No existe una narrativa completa y compartida", argumenta.
Y para poder crearla, ha realizado más de un centenar de entrevistas con "antiguos miembros del IRA, detectives de la policía, artificieros, políticos, funcionarios y amigos y familiares de los protagonistas". "Algunos estaban orgullosos de que los grabáramos, otros solicitaron permanecer en el anonimato y pidieron complicadas medidas de seguridad", añade.
Una de las más importantes fue la que hizo al hombre que puso la bomba, a Magee, que pasó de querer ser artista o escritor a estar involucrado en unos de los atentados más importantes del país. Pero no es la única, ha hablado con todo tipo de personas que aquel día tuvieron algo que ver con lo que ocurrió, también con especialistas que lo vieron desde fuera, con operarios, con supervivientes... Todo para conseguir dar luz sobre el porqué, el cómo y las consecuencias.
Uno de los capítulos más interesantes es en el que narra lo que sucedió aquel día y lo hace a través de casi todos lo que lo vivieron. Aquí hablan hasta los que tras volar por los aires consiguieron sobrevivir, uno que pensó que estaba soñando con el espacio y al caer se dio cuenta de que aquello era una pesadilla. También parte de la seguridad de Thatcher, que recuerda cómo al ver que todo temblaba fue a mirar por la ventana pensando que se trataba de un coche bomba, que aunque la explosión no le causó ningún rasguño, estuvo "muy muy cerca" de hacerlo y que lo que la salvó fue "la trayectoria que siguió, que afectó a las habitaciones terminadas en 8 y las acabadas en 9, como la suite Napoleón donde estaba ella, no se vieron apenas afectadas".
Además, cómo fue la persecución, cómo se activaron todas las fuerzas de seguridad del estado para averiguar qué había ocurrido y cómo podían haberlo hecho. Y lo más importante, el quién. Porque el IRA no tardó en admitir su autoría pero ellos querían los nombres para que estos acabaran presos y su gran trabajo en los titulares. No fue un trabajo fácil, como narra Carroll en el libro, y durante días se fueron con las manos vacías.
Como él a la hora de escribir este inmenso reportaje, donde se encontró con muchas puertas difíciles de abrir y muchas personas acomodadas en el silencio. Es ahora, cuando Carroll les cuenta a todos y hace un minutaje de aquel día y de cómo afectó al país.
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hace 2 meses
«»»»»»»»»la muerte de los militantes del IRA en las cárceles les aportaba cierta humanidad a los terroristas»»»»»»»»»»»
Esa frase SOBRA