Era la película del festival antes incluso de que empezase el festival. Albert Serra llegó a San Sebastián con sus Tardes de soledad revolucionando al personal con su ya habitual sambenito de cineasta polémico. Pero esta vez no se trataba del tira y afloja que mantiene desde hace años con una industria que le ha negado varias veces el título de "profeta en su tierra". En esta ocasión ha sido una cuestión ideológica, con partidos como PACMA y Podemos pidiendo a la dirección de Zinemaldia que retirase su película del festival y que "no legitimase como arte el sufrimiento animal".

Taurino reconocido, la película en cuestión venía con la premisa de mostrar lo que la televisión no nos enseña de una corrida de toros. El documental de Serra acompaña al torero peruano Andrés Roca Rey a algunas de las plazas de toros más importantes de España, Las Ventas en Madrid, la Maestranza en Sevilla, o la de Vista Alegre en Bilbao. Durante alrededor de dos horas, el filme se infiltra en el pre, el durante y el post de cada faena, con micrófonos inalámbricos y primeros planos capaces de hacer rebosar en la pantalla el impacto y la emoción de la experiencia en primera persona de un matador.

No deja de tener su gracia que justo en el momento en el que más muerto parecía que estaba el toreo, con el Ministerio de Cultura comandado por Ernest Urtasun acechando, sea cuando más esté dando que hablar. Pero más allá de la polémica ideológica, la obra de uno de los directores españoles más reconocidos internacionalmente bien merecía su dosis de expectación. Y en lo que han sido las primeras impresiones de crítica y público general, el resultado parece que no ha defraudado.

Tanto es así que nada más terminar las primeras proyecciones del día, el runrún de que podíamos estar ante una de las favoritas para llevarse la Concha de Oro afloraba dejando calificaciones como "obra maestra", "absoluta barbaridad" o "cumbre del cine", entre las publicaciones y comentarios de los críticos especializados. Y una de las cosas que más llama la atención es que algunos de los elogios más generosos han venido precisamente de antitaurinos declarados.

La revancha de Albert Serra

En caso de que Albert Serra ganara la Concha de Oro, sería además como una especie de revancha para un director de prestigio internacional que nunca ha gozado de excesiva atención en nuestro país. El año pasado, sin ir más lejos, su Pacifiction fue olvidada por los Goya, al mismo tiempo que lograba 9 candidaturas a los César franceses.

En la rueda de prensa posterior a la proyección de Tardes de soledad, el cineasta nacido en Banyoles (Girona) ha salido en defensa de su película señalando que lo que la gente piense sobre el tema en concreto le es "muy ajeno". "Me interesa lo que piensan como obra de arte. Si tuvieras que pararte a escuchar lo que opina la gente, no se haría ninguna película", ha insistido.

También ha respondido a los que le acusan de tener un posicionamiento reconociendo que efectivamente lo tiene y que siente “fascinación por el tema y un cierto aprecio por el protagonista”. Además, ha explicado que una de las razones por las que se decantó por hacer este documental tenía que ver con la oportunidad de hacer un "gran documento sobre la tauromaquia" por si alguna vez desaparecía.

Visto lo visto y con todas las implicaciones que ello conlleva, comienza a ser lícito preguntarse qué pasaría si la película taurina de Albert Serra lograra hacerse con la máxima distinción en el Festival de San Sebastián. Si es cierto que es la mejor, ¿se atreverá el jurado a premiar a la película más polémica del festival? ¿Significaría en este caso la legitimación de quienes defienden la condición artística de la fiesta nacional? ¿O por el contrario podría usarse como demostración audiovisual del maltrato para quienes lo consideran crueldad animal? Sea cual sea el resultado, seguro que seguirá trayendo cola.

Cine y toros

Aunque en los últimos años la relación entre cine y toros se ha visto mermada por el cambio de paradigma con respecto a la aceptación social, el estigma o el desinterés, la tradición que une ambas disciplinas se debe a un gran número de películas que históricamente han tratado directa o indirectamente el tema taurino.

El torero, como una especie de héroe trágico que se enfrenta a la muerte una y otra vez en busca de una gloria que puede llegar a ser tan efímera como la propia vida, ha sido una de las mejores materias primas para tratar los conflictos de la existencia humana en la gran pantalla. Muchos de ellos fueron premiados en su día y ostentan de hecho puestos de prestigio en la historia de nuestro cine.

Por su familiaridad con el documental, una de las películas que mejor casan con la que acaba de presentar Albert Serra en San Sebastián es Torero (1956). Dirigida por Carlos Velo, la cinta explora en la vida del torero mexicano Luis Procuna los temores y conflictos vitales de este oficio. En el filme, Procuna se enfrenta a las tres formas de miedo con las que tiene que lidiar cada vez que se viste de luces: miedo al toro, al público y al propio miedo de tener miedo. El amargo trago de la decepción, la ajena y la autoinfligida, mantener el complicado equilibrio entre morder el polvo y tocar el cielo, esa forma tan humana de sobrevivir. Esta película muestra al matador como la personificación de una lucha constante contra el peor de los fantasmas al que todo el mundo debe enfrentarse: el miedo a vivir. Considerada una de las mejores cintas sobre la figura del torero, obtuvo una nominación al Oscar por Mejor Documental en 1957.

Matadores de cine: de Rodolfo Valentino a Adrien Brody

Aunque si nos remontamos a los inicios, la más famosa a nivel internacional ha sido Sangre y arena. Basada en la novela homónima de Vicente Blasco Ibáñez, narra la historia del torero Juan Gallardo y sus amoríos. La más conocida es la versión de 1941, protagonizada por Tyrone Power que ganó el Oscar a la Mejor Fotografía. Antes, en 1922, Gallardo había sido encarnado por Rodolfo Valentino y en 1989 se estrenó una discreta versión española dirigida por Javier Elorrieta y Sharon Stone como estrella un par de años antes del boom de Instinto básico.

Otro clásico del que se llegaron a filmar cuatro adaptaciones es Currito de la Cruz, cinta basada en la novela homónima de Alejandro Pérez Lugín. La más famosa es la de 1949, protagonizada por Pepín Martín Vázquez y que contiene algunas de las pocas imágenes que se conservan del mítico matador en activo.

Entre aquellas producciones de cine clásico destacan también otras cintas como la hollywoodiense Fiesta (1947), la italiana El momento de la verdad (1965) o la coproducción italo-española Mi tío Jacinto (1956), por la que Pablito Calvo ganó el premio del público en el Festival Internacional de Cine de Berlín.

También ha habido biopics y documentales sobre figuras esenciales del mundo del toreo como Belmonte (1995) o Morarte (2007), que se llevó el Premio del Público en el Festival de Cine de Málaga. Peor parado salió el Manolete de Adrien Brody y Penélope Cruz en 2008, al que la crítica destrozó en su día.

De Saura a Almodóvar

En el cine español el toreo está presente de múltiples formas y en gran cantidad de géneros, aunque no se trata de una disciplina fácil de filmar, ya que el peligro que significaba recrear escenas de corridas limitaba mucho su realismo.

Sin embargo, su influencia se puede encontrar en algunos de los mejores directores en la historia del cine español. Carlos Saura se ganó una nominación a la Palma de Oro con Los golfos en 1962, una película en la que un grupo de pobres diablos de la periferia madrileña cometen un atraco para pagarle a uno de ellos su carrera como torero. La vaquilla (1985), como una de las obras maestras de Berlanga, tiene un carácter cómico, pero su argumento también gira en torno a un corrida de toros. Y no hay que olvidar la contribución al guion de Rafael Azcona, un hombre que soñó con ser torero.

Almodóvar es otro ilustre de nuestro cine cuyas películas contienen referencias a la tauromaquia como se puede ver en Matador (1986), protagonizada por Antonio Banderas, un torero retirado; y también de forma menos directa en una de las mejores cintas de su filmografía, Hable con ella (2002), donde una de las protagonistas es torera y se encuentra en coma después de sufrir una cogida.

Por último, destacar una de las películas que más recientemente se ha servido de la temática y la estética taurina: Blancanieves (2012). El filme de Pablo Berger ganó 10 premios Goya, incluida Mejor Película y es la quinta cinta con más cabezones en la historia del cine español. Una versión alternativa del cuento de Blancanieves, ambientada en el mundo taurino de los años 20 en España.