Es difícil saber si en Génova 13 conocen lo que piensan los españoles a pie de calle, pero todo lleva a pensar que habitan en una nube. En una panza de burra, de las que no se sabe si van a descargar lluvia o sólo abochornar. Parece que hay algún gerifalte por allí que ha considerado como una buena idea la defensa de la jornada laboral de cuatro días; y a lo mejor lo ha hecho tras deducir que, como los ciudadanos están cada vez más ahogados, con un día más de descanso a la semana van a conseguir vivir mejor.

Publica El Mundo que esta idea se circunscribe dentro de la llamada 'batalla cultural' y que pretende mostrar a los ciudadanos que la centroderecha también puede acercarse a las temáticas sociales, entre ellas, la relacionada con la conciliación. La pregunta es: ¿qué preocupa más a los españoles? ¿Tener trabajo o desempeñarlo durante cinco días a la semana? En la respuesta, que es obvia, se encuentra la realidad, que obvia el último wishful thinking del PP, quizás fruto de un jueves de conversación demasiado larga alrededor de la cafetera.

Porque la realidad es que los españoles observan estos días una curiosa distorsión: mientras los ministros y sus bedeles periodísticos celebran el crecimiento sostenido de la economía española (3,1%) y la reducción de la inflación por debajo del 2%, la gente vive cada vez más al límite. Los salarios no aumentan, al contrario que los precios de los productos básicos y del techo. Los datos no permiten apreciar tanto la decadencia como el hecho de que comprar una casa y un coche cada vez es más inasumible. Quien lo niegue, miente.

No son conscientes de que esta medida haría más evidente las diferencias entre los privilegiados -con sueldo público- y quienes los mantienen.

El Gobierno se ha beneficiado durante estos años de un viento de cola que se explica, en parte, en dos factores: el primero es que los Fondos Europeos han maquillado al alza los datos del PIB. El segundo, un incremento de la recaudación derivado del anterior factor, pero también del crecimiento del empleo... y de la inflación. Lejos de aprovecharlo para realizar reformas estructurales -y reducir deuda es la más importante-, el Ejecutivo incrementó el gasto público, hasta los 40.000 millones de más en 2023. Entre el mañana y el presente, es evidente la opción que eligió.

Productividad y competitividad

Tan sólo lo anteriormente expuesto desaconsejaría reducir la jornada laboral, pero es que hay otros factores a tener en cuenta para continuar con el análisis. Por ejemplo, la productividad en España ha caído el 7,3% en lo que va de siglo -Fundación BBVA- y no parece que vaya a mejorar con medidas como la reducción de la semana laboral. En el repositorio de documentos de La Moncloa, figura un informe de la OCDE al respecto -2024- que se expresa en estos términos sobre la citada cuestión: “El crecimiento de la productividad ha tendido a ralentizarse en España desde mediados de los años noventa del siglo pasado. Aunque muchos otros países de la OCDE también experimentaron una desaceleración del crecimiento de la productividad, en España esta comenzó antes y ha sido más marcada. Al mismo tiempo, los salarios medios reales no han podido seguir el ritmo ni siquiera del menor crecimiento de la productividad, lo que hace que el crecimiento sea menos integrador”.

Es comprensible que en el Partido Popular se hayan acostumbrado a las bonanzas de la oposición y no les interese gobernar para no sucumbir al agotamiento o a las agujetas, pero conviene, al menos, señalar el sinsentido de lo que proponen. Es cierto que el número de horas que se permanecen en el puesto de trabajo no garantizan que el empeño del empleado sea más eficiente, pero cuesta pensar que ampliando la jornada diaria en casi 2 horas -para trabajar un día menos- se vaya a conseguir algún resultado positivo a ese respecto.

También habría que analizar los efectos que tendría esa medida para el comercio, tanto a la hora de contratar como de recibir. Incluso habría que reflexionar sobre el impacto que tendría en los salarios... o en su oportunidad en un país cuyos trabajadores, según ha alertado la OCDE, han perdido poder adquisitivo durante los últimos años... Porque a lo mejor esta medida, en vez aliviar la carga laboral de los ciudadanos con un día menos de jornada a la semana, lo que hace es decantarse definitivamente por el pluriempleo.

No parece la mejor idea en este momento. De hecho, no ayudará a los pequeños empresarios y a los autónomos a ganar oxígeno, ni favorecerá el incremento retributivo para los trabajadores. Son varias las grandes empresas que en las negociaciones de sus últimos convenios propusieron reducciones de jornada a cambio de ajustes salariales. ¿De verdad alguien piensa que un sindicato va a estar en condiciones de pedir mejoras salariales tras la aprobación de la jornada de cuatro días? Por contextualizar: esta idea no surge en un país que rebosa prosperidad: los salarios llevan prácticamente estancados desde 2008 y el salario más frecuente cada vez es más cercano al SMI.

¿Hacia dónde mirar?

Deberían en Génova 13 plantearse si su última astracanada ayudará a mejorar la productividad o si, por el contrario, la perjudicará. Eso haría menos competitivas a las empresas de varios y raramente un país con esta última variable hundida es capaz de atraer inversión. Al contrario, en esas circunstancias, se genera el caldo de cultivo necesario para que el talento y el valor crucen la frontera sin idea de volver. Sobra decir que quienes no se irán serán los funcionarios y derivados, que serían los que se beneficiarían de esta iniciativa, al contrario que el resto, es decir, quienes les sostienen. Quizás a lo mejor algún gurú ha aconsejado a Núñez Feijóo esta propuesta para ganar votos en el sector público. ¿A costa de qué? De la razón. De lo que se necesita en realidad.

Convendría que la derecha moderada española se comportara como un padre, frente a los desmanes de un Gobierno echado al monte que intenta camuflar su debilidad con todo tipo de globos sonda y fuegos de artificio... y con un gasto público excesivo que amenaza con ahogar las esperanzas de nuestros hijos y nuestros nietos. Podría exigirse a la derecha cierta visión de futuro, que en este caso no pasa por prometer más medidas de conciliación, vacaciones y días libres, sino por trasladar a los españoles el mensaje de que, si quieren vivir mejor en unos años, a lo mejor deben asumir sacrificios en el presente, dado que el Ejecutivo actual les ha dibujado una realidad que no existe.

Que Núñez Feijóo respalde esta idea, en este momento, y que incluso trate de convencer a Antonio Garamendi (CEOE) de ello, demuestra que ha asumido el marco mental de la izquierda, que es el que defiende que los ciudadanos quieren trabajar menos, cuando no es así. Es al revés, necesitan empleo y ganar más. Puede parecer una perogrullada, pero la idea poco a poco se ha impuesto entre quienes habitan varios kilómetros por encima el firme. Frente a la izquierda identitaria y discriminadora, el PP debería ser el partido que garantice la igualdad entre los españoles. Me temo que no son conscientes de que esta medida haría más evidente las diferencias entre los privilegiados -con sueldo público- y quienes los mantienen.