Entre el 5 y el 19 de octubre de 1934 se produjo un alzamiento popular contra el nuevo Gobierno de la II República que dejó - de Asturias a Cataluña y de Madrid al País Vasco - miles de muertos por toda España. La turbulenta historia de la II República estuvo marcada por la desconfianza de los dos bloques ideológicos que llevaron a España a la fractura total. La inclusión de la CEDA ( la agrupación de partidos de derechas) en el Gobierno republicano, fue percibida por la izquierda como la llegada al poder del fascismo, como poco antes había pasado en Alemania con el partido nazi.
La Revolución de Octubre fue decisiva para terminar de dividir una sociedad que no encontraría una salida pacífica a sus diferencias. "La República significaba cosas diferentes para los distintos sectores políticos, pero en ningún caso era una mera cuestión de jefatura del Estado. Tenía que ver con qué cabía y qué no dentro del régimen”, explica Jesús Jiménez Zaera, historiador y coordinador de Octubre 1934 (Desperta Ferro) un volumen en el que 13 historiadores abordan el complejo momento que se vivió en España hace ahora 90 años. "Para las distintas izquierdas, la esencia de la República era la transformación social, la reforma, ya fuera en un sentido burgués progresista o socialista. En buena parte de las derechas la República representaba una amenaza potencial o manifiesta al orden establecido. Creo que este es el trasfondo que explica esas desconfianzas y, en ocasiones, exclusiones", añade.
La tentación de las comparaciones históricas
La Historia a menudo se convierte en un espejo en el que buscamos explicaciones sobre nuestro presente, pero cuando se trata de eventos tan complejos como la Revolución de Octubre de 1934 en España, hay que ser especialmente cautelosos al trazar paralelismos.
Portada del número extraordinario del 17 de octubre de 1934 del diario Ahora que muestra los destrozos provocados por los revolucionarios en el interior de la capilla de la Mare de Déu dels Dolors en Vilafranca del Penedès. Biblioteca Nacional de España.
"No es infrecuente que muchos comentaristas recurran a paralelismos con el periodo de entreguerras para comprender el momento presente", señala Jiménez Zaera. Ciertamente, fenómenos como el auge de la extrema derecha o la creciente polarización social pueden evocar ecos de la década de 1930. Sin embargo, el historiador advierte: "Somos herederos de nuestro pasado, por supuesto, pero no debemos olvidar que el significado o el alcance de estos conflictos no es necesariamente el mismo ahora que hace noventa años".
Esta advertencia es particularmente relevante cuando consideramos términos como, polarización, extrema derecha, amnistía, frente popular o fascismo, que aparecen tanto en el contexto de 1934 como en debates contemporáneos. "Todos ellos aparecen en octubre de 1934, pero, cuidado, sin una comprensión histórica adecuada podríamos asimilarlos al uso que les damos hoy mismo", asevera el historiador.
El contexto de 1934
Para entender la Revolución de Octubre de 1934, es crucial reconocer el contexto histórico específico "en el que la fragilidad de la democracia era un elemento constitutivo, y no solo en España, sino en toda Europa. Pensemos que el periodo de entreguerras es un momento formativo de las democracias liberales de masas, regímenes que deben satisfacer ya no solo a las élites, sino a extensas capas de la sociedad. Todo ello en un momento de crisis económica y de amenaza autoritaria", explica Jiménez Zaera.
Aunque la polarización política es un tema recurrente en la actualidad, Jiménez Zaera advierte contra las comparaciones simplistas: "Aquella era una polarización en un contexto conflictivo, lo que la diferencia, en mi opinión, del caso actual". Esta distinción es crucial para evitar malas interpretaciones históricas.
En este sentido, Zaera considera clave el papel de los medios de comunicación en esta polarización. "Tanto en la sociedad de masas, entonces, como en la sociedad global actual los medios de comunicación han sido el canal principal de la comunicación política y, por tanto, instrumentales en la polarización", afirma. Sin embargo, destaca una diferencia importante: "Opino que los medios de comunicación de los años treinta –esencialmente la prensa– trasladaban mensajes políticos y consignas ideológicas de una forma más explícita".
El propósito de Octubre 1934 es precisamente apuntalar el rigor histórico para nuestra memoria histórica, entendida esta como "una reflexión colectiva acerca de los acontecimientos de nuestro pasado que sirva para referenciarnos como sociedad, o como miembros de la misma. Hace falta trasladar a la ciudadanía una explicación mucho más profunda y compleja de lo que fue octubre de 1934".
Gobierno catalán en la cárcel
La proclamación por parte del presidente Companys del Estado catalán de la República federal española desde el balcón del palacio de la Generalitat fue un desafío institucional evidente al Estado. Su detención y la de todo su Gobierno conllevó la suspensión temporal del autogobierno hasta el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 cuando fue repuesto en el cargo. Miembros del Gobierno de la Generalitat encarcelados por los sucesos de octubre. Los prisioneros fueron trasladados del buque prisión Uruguay a la Cárcel Modelo de Madrid para ser juzgados. De izquierda a derecha: Pere Mestres, Martí Esteve, Lluís Companys, Joan Lluhí, Joan Comorera, Martí Barrera y Ventura Gassol. Foto: Biblioteca Nacional de España.
El caso de Asturias
El capítulo asturiano de la revolución de 1934 es el más recordado de este momento histórico. Los mineros, mejor organizados y con acceso a dinamita, protagonizaron una rebelión que destacó por su intensidad en comparación con otras regiones de España. La insurrección asturiana, duró aproximadamente dos semanas, fue brutalmente reprimida por el gobierno, enviando al ejército bajo el mando del general Francisco Franco. En Asturias "se produjo una revolución social con pretensiones de transformar el orden establecido que no se dio, y posiblemente ni siquiera se pretendió, en otros territorios".
Esta singularidad ha llevado a una doble mitificación según el historiador: "Por un lado, el mito de la épica de la última revolución obrera de Occidente y, por otro, el contramito de la barbarie revolucionaria. Los dos han ido aflorando de manera discontinua en distintos momentos y circunstancias de la historia de España por su potencial movilizador".
Otro aspecto que requiere su matización es la identificación de la Revolución de Octubre de 1934 como el inicio de la Guerra Civil. "Se ha recuperado desde determinados ámbitos la idea de que la Guerra Civil comenzó en octubre de 1934, que fue uno de los argumentos que el franquismo esgrimió para justificar la sublevación militar de 1936. Esto, desde un punto de vista académico, no se puede sostener". El historiador argumenta que los elementos necesarios para una contienda civil no estaban presentes en 1934, y que la vida política continuó dentro de los cauces institucionales después de octubre.
Pero está fuera de toda duda que "la Guerra Civil española tuvo unos antecedentes y un contexto de conflictividad y polarización al que contribuyeron numerosos acontecimientos. Octubre de 1934 fue uno de ellos y no se puede discutir la gravedad. De hecho, en el caso de Asturias sí se dan elementos propios de lo que, desde las ciencias sociales, se conceptualiza como guerra civil", afirma.
Precisamente el libro se esfuerza en poder explicar la revolución de 1934 "como fenómeno histórico autónomo, con sus circunstancias concretas y, precisamente, sin el efecto deformante que provoca la sombra de la Guerra Civil en la interpretación de este acontecimiento y, en general, de cualquiera vinculado con la Segunda República".
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hace 2 meses
Opiniones sobre la fallida revolución socialista de los propios protagonistas y su bibliografía.
1.Indalecio Prieto Tuero, alto dirigente del PSOE, tuvo una participación muy activa en la organización y ejecución de la Revolución de Asturias. Así reconocía en una conferencia pronunciada en México años después, y con toda sinceridad, su culpa por la participación en tan lamentable hecho que desgraciadamente se llevó a la tumba a más de 2.000 españoles.
«Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario [de octubre de 1934]. Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo. Por mandato de la minoría socialista, hube yo de anunciarlo sin rebozo desde mi escaño del Parlamento. Por indicaciones, hube de trazar en el Teatro Pardiñas, el 3 de febrero de 1934, en una conferencia que organizó la Juventud Socialista, lo que creí que debía ser el programa del movimiento. Y yo –algunos que me están escuchando desde muy cerca, saben a qué me refiero– acepté misiones que rehuyeron otros, porque tras ellas asomaba, no sólo el riesgo de perder la libertad, sino el más doloroso de perder la honra. Sin embargo, las asumí». (Indalecio Prieto, Discursos en América. Confesiones y rectificaciones. Editorial Planeta, Barcelona 1991, págs. 112 y 113)
¿Por qué este cambio en la política del PSOE?
La actitud pasiva y reaccionaria de los partidos republicanos para afrontar seriamente la necesaria reforma agraria, los agricultores eran el 46 % de los trabajadores en España de 1932, fue el origen de la desmotivación socialistas por continuar la alianza con los partidos republicanos. El movimiento anarquista, sobre todo en las grandes ciudades condujo al PSOE desde al reformismo a la extrema izquierda. Entonces el presidente de la UGT, Largo Caballero, olvidó en 1934 sus ideas reformistas y abrazó el populismo de masas.
Largo Caballero intentó atraerse a la CNT; pero la CNT se negó a sumarse a la Alianza Obrera, una especie de Frente Popular. Los anarquistas no se creyeron que después de cincuenta años de complacencia con el poder, de repente se hubieran vuelto revolucionarios.
Largo Caballero comenzó su radicalización populista. Decidió competir con la CNT organizando las colectividades de la UGT. Obreros del campo en paro, al frente de representantes de la Federación de Obreros Agrícolas de la UGT, se presentaban en las fincas de los oligarcas, y les invitaba a prestar una parte de sus tierras en beneficio de la colectividad obrera. Con los documentos ya escritos, se los presentaban a la firma. Muy pocos se negaron a firmar estos papeles. Estas colectividades proliferaron en Toledo, Ciudad Real, Jaén, Badajoz y Valencia.
2. Salvador de Madariaga (“España”, páginas 526-527)
“El alzamiento de 1934 es imperdonable. La decisión del presidente de la República de llamar al Poder a la CEDA era inatacable y hasta debida desde hacía ya tiempo. El argumento de que el señor Gil Robles intentaba destruir la Constitución para instaurar el fascismo era, a la vez, hipócrita y falso. Hipócrita, porque todo el mundo sabía que los socialistas del señor Largo Caballero estaban arrastrando a los demás a una rebelión contra la Constitución de 1931, sin consideración alguna respecto a lo que se proponía o no se proponía el señor Gil Robles, y, por otra parte , a la vista está que el señor Companys y la Generalidad entera violaron también la Constitución … El argumento era también falso, porque si el señor Gil Robles hubiera tenido intención de destruir la Constitución del 31 por la violencia, ¿qué mejor ocasión que la que le proporcionaba sus adversarios alzándose contra la misma Constitución en octubre de 1934, precisamente cuando él , desde el Poder, pudo, como reacción, haber proclamado una dictadura? ….. Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad para condenar la rebelión de 1936”.
No fue la entrada en el Gobierno de los tres miembros de la CEDA la causa que dio lugar a la Revolución. Realmente esto fue el pretexto. Toda la logística y organización estaba preparada desde hacía mucho tiempo.
Lo que escribió el presidente de gobierno de la II República: Manuel Portela Valladares («Memorias». Alianza Editorial, Madrid 1988, pág. 138)
“La Revolución no fue, pues, consecuencia de la crisis política, sino que estaba preparada de antes; y por lo tanto aquellas notas que amenazaban con ella sirvieron de pretexto o de santo y seña para lanzarla. Y no podía ser de otra manera porque sin aquella preparación no se concebiría, de la noche a la mañana, el movimiento revolucionario”.
3. Santiago Carrillo, entonces secretario general de la Federación de Juventudes Socialistas, (» Memorias». Editorial Planeta, Barcelona 1994, pág. 97.) “habíamos resuelto que precisamente la entrada de la CEDA sería la señal para desencadenar el movimiento, porque si dábamos tiempo a que ese partido actuase desde el Gobierno haría más difícil, sino imposible, el levantamiento”
4. Claudio Sánchez-Albornoz » La revolución de Asturias y el movimiento de Barcelona dieron una estocada a la República que acabó a la postre con ella». (Prólogo al libro de José Tarín-Iglesias, La rebelión de la Generalidad, Plaza & Janés Editores, Barcelona 1988, pág. 12) ; y en otro momento añadió: «La revolución de octubre, lo he dicho y lo he escrito muchas veces, acabó con la República. Ella y la vehementia cordis que Plinio atribuía ya a los españoles.» (Claudio Sánchez-Albornoz,Mi testamento histórico-político, Editorial Planeta, Barcelona 1975, pág. 44)
5. Para el filósofo y discípulo más destacado de Ortega y Gasset, Julián Marías la Revolución de Octubre fue algo desastroso que sirvió para cargarse la República: «La República murió entonces. Fue la negación de la democracia, el no aceptar el resultado de unas elecciones limpísimas.» (Diario La Nueva España, 6 junio 1996, pág. 54).
Gregorio Marañón escribió: «La sublevación de Asturias en octubre de 1934 fue un intento en toda regla de ejecución del plan comunista de conquistar España.» (Gregorio Marañón, Obras completas, tomo IV, Espasa Calpe, Madrid 1968, pág. 378.)
6. José Maldonado, presidente de la República en el exilio, la Revolución de Octubre fue un error porque «si en España había una democracia no era legítimo que se preparara una subversión y es un error frente a una República democrática preparar una revolución social, que desde el principio está condenada al fracaso» (Diario La Voz de Asturias, 5 octubre 1984, pág. 30.)
hace 2 meses
Me deja usted helado El Hado Helado, con ese batiburrillo de criptoverborrea histórica y ensalada diacrónica, Gil Robles, Loyola del Palacio, los zares, los nazis, Marx y Engels, Franco(s), Sáenz de Herejía, José Antonio, César Vidal, Ceaucescu, los judíos, suizos, japoneses, masones, los segadors, el Foreing Office, ¡qué mareo! Me recuerda la visión del mundo del que veía contubernios todos los días.
Por favor, instruyanos sobre Jorgito Bergojos, no se olvide de contarnos qué razas de perros no le gustan y dónde es el aquí suyo.
Un saludo con el deseo de mucha serenidad para todos
hace 2 meses
El autor que en este libro explica la Revolución de 1934 en Asturias es un dirigente del actual PSOE asturiano; difícilmente puede ser objetivo. Es obvia la vinculación de los acontecimientos de 1934 con los de 1936, negarlos es una forma de negar la responsabilidad del PSOE y de ERC en el comienzo de la Guerra INcivil. El problema es sencillito: En la II Republica no había demócratas ni republicanos en ningún bando; por eso Marañon, Ortega, Unamuno etcetera no quisieron saber nada de aquel bodrio
hace 2 meses
Ni la republica venció en las elecciones municipales de 1931, ni el frente popular en 1936, pese al fraude que montaron.
La CEDA seguía la estética fascista, Gil-Robles, Loyola de Palacio estuvo enamorada de un viudo con ese apellido, se hacía corear: ‘Jefe, jefe!’, como Jorgito Bergojos, pasando del Evangelio, MT 23, 8-13; los actores de aquel esperpento, hacia 1978 uno de BP aseguró en Madrid que ‘su hombre en España era Franco’ (la inquisición sevillana quemó a Yusif Franco el siglo 15), tenían todos apellidos hebreos, incluso Saenz de Heredia (José Antonio) lo es.
Cherchez la femme: Si uno que se decía judío dijo en un programa de César Vidal, otro apellido hebreo, que si los zares hubiesen dado a los judíos los mismos derechos que a otros nacidos en Rusia, vivirían hasta hoy, bueno, no eran los soberanos de Rusia, lo fue Ivan hasta su asesino, pero tenían dinero que despertaba codicias (Rotschild,…) y el pais se abría a un desarrollo industrial que podía quitar clientela a la ingeniería del RU, como avisó F Engels en su libro sobre los trabajadores ingleses de 1845, que impulsó toda la obra de Karl Marx.
Ni en Suiza ni en Japón hay nacionalidad automática para todo nacido allí.
No se puede repartir la miseria, y para que la economía haga liftoff hacen falta 40 millones de habitantes, Ceaucescu prohibió el aborto para eso.
El Foreign Office, a través de su organización ancilar la masonería quiso arrasar España para que no pudiese ayudar a Alemania en el 2° intento wasp de deshacerse de ese molesto competidor industrial.
José Antonio se había dejado ver en actos de la embajada nazi, le costó el fusilamiento.
Con un 20% de los varones en la península portadores de genética hebrea (Am J Hum Gen, dec 2008), la política alternándose entre fariseos y saduceos, universidades, empresas, banca tribalizadas con una brutal discriminación, positiva para ellos, negativa, delictivamente negativa para los españoles, no se puede pensar en otra cosa que en la venida dels segadors, a arrancar cizañas.
Txakurrak kanpora!