El cáncer ha sacudido la vida de Carlos III de Inglaterra y su nuera, Kate Middleton, pero parece que la enfermedad ya había llegado antes a la Familia Real británica. Según ha desvelado Boris Johnson en su biografía, que llega a las librerías el próximo 10 de octubre, la reina Isabel II sufría de cáncer de huesos antes de su muerte. Una información desconocida hasta ahora para el público, ya que la muerte de la monarca se achacó a la edad en el informe de defunción.

Boris Johnson dejó el cargo como primer ministro de Reino Unido solo dos días antes de la muerte de Isabel II en septiembre de 2022. "Sabía desde hacía un año o más que tenía un tipo de cáncer de huesos y sus médicos estaban preocupados de que en cualquier momento pudiera empezar a empeorar rápidamente", asegura en su publicación.

El palacio de Buckingham no ha desmentido las informaciones vertidas por el ex primer ministro, pero tampoco las ha confirmado. Sin duda, la Casa Real se enfrenta ahora a la que parece la enésima polémica de este año. Porque si 1992 fue el annus horribilis de la reina Isabel este sin duda está siendo uno de los peores de Carlos III. El rey británico ha sido diagnosticado con cáncer tras una supuestamente sencilla operación de próstata. También su nuera, Kate Middleton, recibió la misma noticia tras una intervención abdominal. Ahora se conoce que la fallecida monarca también sufría la enfermedad, pero es curioso observar como cada uno de los casos es diferente al anterior.

En secreto o en público

Que se desvele ahora que Isabel II tuvo cáncer confirma la máxima bajo la que siempre reinó. "Nunca te quejes, nunca des explicaciones" es la frase que ha servido históricamente a los miembros de las familias reales de todo el mundo y, en particular, a la británica. Por eso no es de extrañar que la monarca no quisiera dar a conocer su enfermedad, para mantener cierto halo de inmunidad sobre su figura.

Su hijo, Carlos III, ha hecho lo contrario. Desveló de inmediato que tenía hiperplasia benigna de próstata y que se operaría, dejando claro que solo años y medio después de su reinado su intención era ir con la verdad por delante. Incluso cuando, después de la intervención se supo que tenía cáncer, lo comunicó a la mayor brevedad posible. Además, ha mantenido su agenda y ha visitado un hospital donde se encontraban pacientes tratándose de la enfermedad.

La decisión del rey británico de ir con la verdad por delante ha sido muy aplaudida por ciertos sectores de la sociedad. En particular, los médicos agradecieron su decisión de animar al público a revisarse la próstata. Pero eso no quiere decir que el rey haya querido compartirlo todo: todavía no se sabe ni qué tipo de cáncer sufre ni cómo se está tratando, tampoco en qué estadio está o cuál es el diagnóstico.

El difícil equilibrio de Kate Middleton

Por otro lado está Kate, el mayor dolor de cabeza de Buckingham en los últimos meses. El mismo día que Carlos anunció su dolencia de próstata, su nuera desveló que había sido intervenida en el abdomen. No especificó los motivos, solo que tardaría unos días en salir del hospital, después seguiría la recuperación en caso y finalmente, volvería a trabajar tres meses después.

La falta de detalles dejó a todo el mundo con la palabra en la boca. Las especulaciones ya habían comenzado cuando se produjo el fiasco de la fotografía por el Día de la Madre británico. A día de hoy, cuando han pasado casi 9 meses desde el anuncio, hay poca información más. El único dato nuevo es que Kate ha estado tratándose con quimioterapia y ya ha terminado el proceso. Sin embargo, Buckingham deja claro que la princesa no está "libre de cáncer", aunque tampoco se conoce qué tipo o en qué estadio está.

La princesa Kate durante su última aparición en Wimbledon.
La princesa Kate durante su última aparición en Wimbledon. | Europa Press

Lo que está claro es que, mientras Carlos III ha seguido trabajando, enarbolando la voluntad de hierro de su madre, Kate Middleton ha preferido dar un paso atrás. La mujer de Guillermo ha cancelado su agenda y, en los últimos nueve meses, solo ha aparecido en actos concretos como Wimbledon o la misa familiar de Windsor.

Sin duda, la decisión de Carlos III demuestra que la Casa Real británica sabe que ya no se puede mantener el mismo nivel de intimidad y secretismo que tenían antes. Pero tampoco están dispuestos a mostrar la transparencia que el público exige de ellos.