Ocho soldados caídos y otros tantos heridos de gravedad en los primeros combates desde el inicio de una invasión terrestre que Israel sigue calificando de “incursiones limitadas”. El balance de este miércoles anticipa una costosa guerra para el ejército israelí y la numantina resistencia que ofrecerá una Hizbulá herida y llamada a vengar el asesinato de su líder Hasan Nasralá y buena parte de su cúpula militar, con el efecto de pánico que provocó los explosivos en buscapersonas y walkie talkies.

Además de misiles anti personales guiados, Hizbulá reivindicó una emboscada en Odaisseh contra una fuerza de infantería israelí que intentaba infiltrarse en territorio libanés y el empleo de cohetes contra concentraciones de soldados israelíes en los asentamientos de Misgav Am, Kfar Giladi y Abirim. Según las Fuerzas de Defensa de Israel, algunos de los soldados murieron por misiles antitanque disparados por Hizbulá mientras que otros fueron alcanzados por fuego de mortero durante la evacuación de los heridos.

Uno de los túneles localizado por el ejército israelí en territorio libanés | IDF

Un arsenal significativo

“Su arsenal sigue siendo significativo”, señala a El Independiente Vittorio Maresca, analista de Alternative Policy Institute en Beirut. “Pero teniendo en cuenta todos los fallos de inteligencia de la semana pasada que condujeron a la muerte de Nasralá, el grupo está en sí mismo muy limitado porque cualquier operación militar compleja requeriría el uso de tecnologías de la comunicación que Israel ha puesto en peligro”, agrega.

La decisión de Israel de emprender la incursión terrestre trata de aprovechar esos daños causados a la estructura, acompañados por los bombardeos que han detruido lanzadores y arsenal. El martes, en las primeras operaciones sobre el terreno, las tropas israelíes aseguraron haber desmantelado capacidades militares y túneles de las Fuerzas Radwan de Hezbolá con el objetivo de “evitar que lleve a cabo su plan de 'Conquista de Galilea', al estilo del 7 de octubre, para invadir el norte de Israel”.

La base de apoyo de Hizbulá está buscando algo más que una respuesta simbólica por parte del grupo

“Los soldados identificaron y abrieron brechas en puntos de acceso subterráneos cercanos a la zona fronteriza, dejaron al descubierto extensos depósitos de armas, zonas de reunión para operaciones operativas de los terroristas y mucho más. Durante estas operaciones, las tropas también recopilaron valiosa información de inteligencia y desmantelaron metódicamente las armas y los complejos, incluida la infraestructura subterránea y el armamento avanzado de origen iraní”, señaló un comunicado castrense.

Pero, con la operación militar en curso, Hizbulá ha sido obligada a actuar y recomponer sus fuerzas con rapidez y discreción. No ha desvelado aún su nuevo organigrama. “No se sabe quién va a llenar el vacío que dejó Hasan Nasralá por el temor de que Israel se adelante y elimine a los dirigentes que salgan como reemplazo. Nasralá no era sólo un líder militar y político, sino que era visto como un protector entre la comunidad chií del Líbano”, desliza Maresca. Con el bastión de Hizbulá en Beirut sometido a continuos bombardeos, “la base de apoyo de Hizbulá está buscando algo más que una respuesta simbólica por parte del grupo”, sostiene el experto. “Israel piensa que el principal enemigo fronterizo durante décadas no sólo está en pie sino que ahora es la oportunidad que hay que aprovechar para la victoria”.

Capacidad disuasoria contra Israel

En ese contexto, la milicia chií debe -apunta Maresca- “mostrar como lo ha hecho históricamente una cierta capacidad disuasoria, establecer un ojo por ojo atacando infraestructuras estratégicas”. “Este paradigma ha cambiado claramente por las acciones israelíes, que parecen indicar más una escalada hacia la victoria que una escalada hacia la desescalada. Desde el punto de vista de la victoria estratégica, a Israel no le interesa convertir el Líbano en otra Gaza, ni tampoco tiene sentido hacerlo para Hizbulá. Así que Hizbulá funciona como un partido de statu quo, y es un argumento un poco cínico. Pero si su intervención se hace aún más dura e intensa, es probable que provoque muchas más matanzas de civiles. Su única manera de ganar con Israel sería luchar y seguir luchando asimétricamente para llegar a un punto en el que Israel necesite desescalar”, explica.

A juicio de Kawa Hassan, experto en Oriente Próximo y norte de África del centro de análisis Stimson, Hizbulá tiene ante sí dos posibles vías: “seguir luchando contra Israel como lo han hecho en el último año, con un enorme coste y una guerra larga en el tiempo; o darse cuenta de los límites de su poder y que existe un nuevo statu quo”. “La segunda no será una decisión inmediata pero conlleva aceptar la autoridad del Estado libanés; entregar sus armas al ejército libanés y que éste asuma la responsabilidad de la seguridad de la frontera con Israel, retirándose los miembros de Hizbulá al norte del río Litani”. “No hay buenas opciones para Irán, ni tampoco para Hizbulá”.

Ese escenario, no obstante, no parece probable a corto plazo. Lo más inmediato es una guerra de guerrillas que, sin embargo, no se librará únicamente en el campo de batalla convencional, sobre la Línea Azul y al sur del río Litani, en los 10 kilómetros desde la frontera que Israel marca como el territorio donde quiere eliminar la presencia de combatientes de Hizbulá. Una contienda que, tras los reveses de las últimas semanas, abonará la radicalización de su resistencia. “Hizbulá sustituirá, en primer lugar, a sus líderes y reemplazará a los que fueron asesinados, muy probablemente por individuos más radicales y comprometidos”, vaticina en conversación con este diario Andreas Krieg, profesor titular de la Escuela de Estudios de Seguridad del King's College de Londres

“Hizbulá era hasta ahora una organización construida a imagen de Nasralá. Como red, es una entidad orgánica que crece, evoluciona y se transforma en otra cosa. Es probable que el nuevo Hizbulá sea muy diferente de lo que hemos visto antes. El compromiso político, económico, civil y social ha primado en los últimos 20 años sobre la labor de resistencia, que se había acomodado detrás de su paraguas de cohetes y misiles, pensando que sería intocable y no ha invertido mucho en actividades ofensivas contra Israel”, apunta Krieg. Desde 2006, subraya, “Israel siempre ha tratado de evitar esa guerra en el Líbano también”.

“Se trataba de una situación en la que ambas partes acordaron no enfrentarse directamente. Estaban claramente definidas unas líneas rojas que no fueron transgredidas. Todas estas líneas fueron cruzadas en las últimas dos semanas”, esboza esta analista. Golpeada en su liderazgo y su estructura militar, Hizbulá puede enfrentarse a una metamorfosis. “El nuevo Hizbulá volverá a concentrarse en el elemento de resistencia más rebelde, lo que significa más agresión, probablemente con posibles incursiones en Israel o intentos, al menos, de cometer atentados terroristas contra Israel y los israelíes en el extranjero, porque es probable que las personas que ocupen esos puestos sean menos pragmáticas que Nasralá”, agrega.

Funeral de un dirigente de Hizbulá en Beirut. | EP

Radicalización

El líder decapitado había desarrollado una organización “bastante pragmática que respondía a la negociación” y que durante los últimos doce meses había evitado una guerra abierta con Israel, consciente de las repercusiones para un país como Líbano, en bancarrota y al borde del Estado fallido.  “No operaba como una organización terrorista tradicional, por así decirlo. Era un actor político receptivo y pragmático. La nueva Hezbolá va a ser probablemente más radical, más dispuesta a luchar y probablemente también menos receptiva a la racionalidad. Nasralá, en los últimos 16 años, se había convertido en una persona bastante racional y pragmática en términos de capacidad de respuesta, tratando de llegar a un compromiso en la medida de lo posible, mientras que quienquiera que vaya a entrar ahora va a ser más radical, menos dispuesto a llegar a un compromiso”.

En el lado israelí son conscientes de que la historia de Hizbulá demuestra el factor sorpresa. Que en su ecuación de acabar con “el monstruo” siempre queda el fleco suelto de un sucesor que pueda hacer mutar la organización en una entidad más peligrosa para los intereses del Estado judío. “A Israel le resultará extremadamente difícil tratar con estos individuos. Lo hemos visto en los últimos 40 años, desde que Israel empezó realmente con los ataques de decapitación, en los que intentaba acabar con líderes, ya fuera en Palestina o en el Líbano; destruía a alguien que conocían muy bien y era sustituido por alguien que no conocían y que era más radical. Y es probable que eso ocurra también con Hizbulá. Es una victoria operativa a corto plazo para Israel, pero a largo será en detrimento del propio Israel”, concluye Krieg.

Una radicalización que también pronostica David Wood, analista senior de Crisis Group en el Líbano.”Lo que sabemos es que Hizbulá sobrevivirá. Nasralá era un líder relativamente cauto y creía en lo que él llamaba la paciencia estratégica. La incógnita es si su sustituto adoptará el mismo enfoque, especialmente ahora que el grupo está en muy mala posición. La nueva dirección podría adoptar un enfoque más radical y agresivo que el de Nasralá”, añade.