Hace poco me invitaron a una de esas tormentas de ideas junto a una ex ministra socialista. Alarmada ante el terrible estado que presentaba el sistema educativo en nuestro país, propuso una reforma urgente, la enésima, recordé, sin más argumento que los lamentos por la situación a la que habíamos llegado (¿por culpa de quiénes?, nos preguntábamos absortos algunos de los allí presentes). Yo le respondí, a modo de broma, con aquello de “por favor, no la toquen, déjenla como está”.
Repito, era broma. Pero maldita sea la gracia. El último episodio de este drama que va camino de serie de Netflix lo protagoniza la filosofía, así en minúsculas, por si tocamos a más. El capítulo tiene un arranque muy serio. No procede restarle ni un ápice de importancia a la recuperación de terreno perdido que ha supuesto pasar de una sola presencia, como materia troncal, de la asignatura de Filosofía en primero de Bachillerato a la triple de ahora (Ética en 4º de la ESO y Filosofía en primero y segundo de Bachillerato), haciéndolo además en todos los llamados “itinerarios formativos”. La LOMCE, aprobada en la era Wert, dejó a la lechuza de Minerva hecha una matilde.
Pero estamos en la era de la nueva política, hay que celebrar. Y han llegado Podemos proponiendo y Ciudadanos con-sumando (junto a los viejos dinosaurios, no vayamos a perder pie) para fijar de nuevo la academia de Platón sobre sus auténticos cimientos. No, en este momento nuestra serie no va a viajar en el tiempo hasta Grecia, partera de nuestro amor por la verdad: los flashback no se llevan ya, según me asegura mi hermano, que trabaja en la cosa. Lo celebro porque la fórmula no iba a funcionar. No imagino siquiera a un sofista soltando algo como lo que dijo el portavoz morado Javier Sánchez: “Focalizar en el desarrollo de las habilidades para ser competente en el mercado laboral es parte del problema. El desarrollo de la personalidad es clave, y ese planteamiento lo compartimos con el PSOE y con el ministerio”. La personalidad, WTF. Ni siquiera me gusta decir “este torero tiene personalidad”.
Ya está escrito que en la nueva política todo ha quedado subsumido en la representación. Inclusive el objeto presentado forma parte de la ficción, aquí la filosofía. Ya no es filosofía (hace tiempo que no lo es). Y tampoco hay política propiamente pues ha desaparecido del espacio asignado: el Parlamento. El gobierno de las cosas se mantiene vía consultas y recursos administrativo/judiciales. El resto es ficción. Así que volvamos a nuestra serie, a ver si la acabamos.
Hay que celebrar que dentro de esta enseñanza media “reducida a diversión a la carta” la materia filosófica haya recuperado algo de pulmón para seguir respirando
“La filosofía es la única materia de bachillerato que se encuentra en una situación anómala, ya que es (era) troncal en primero de bachillerato y obligatoria para la prueba final de etapa, pero el alumnado puede (podía) no volver a verla en segundo de bachillerato”, continúa la ponencia. ¿Cabe considerar siquiera este argumento como “técnico”, pedagógico? Si ustedes lo hacen, admitan al menos que resulta de tal podredumbre que solo cobra sentido una vez reducido a reivindicación sindical: más horas porque la cosa (me) queda coja. Y ya de paso lo formatean para transformarlo en eslogan reivindicativo, porque ya chirría aquel de “el hijo del obrero a la universidad” que gritaban a mi vera en 1994.
Hay que celebrar, lo digo en serio, que dentro de esta enseñanza media “reducida a diversión a la carta” (José Sánchez Tortosa dixit, lean a este filósofo) la materia filosófica haya recuperado algo de pulmón para seguir respirando. Una victoria relativa en el ámbito de la “libertad de” aunque sigamos sin tener noticias de la “libertad para”. Quizás si, tras esta ficción de la que todos, más o menos, hemos salido respondiendo a la pregunta de “¿te ha gustado?” con un “ppssssssí…”; quizás, decía, si después de esto dejáramos a los profesionales de este saber, no a sus voceros organizados en reinos de taifas, reordenar el trocito de pastel sacado del banquete de…
Termino recordando a mi maestro cuando siempre invitaba a empezar por la etimología a la hora de abordar un problema. Corominas da por segura la procedencia árabe de la voz tarima. Covarrubias (eran otros tiempos) se limitaba a mentar tres hipótesis: una corrupción (bien de talina, bien de torima), un origen efectivamente arábigo y también otro hebreo: terumah, significando altura. Así sigo viendo yo a la filosofía, sin altura. Y es que como me señaló la ex ministra, “¡a ti te va la marcha!”.
Gerardo Cornejo es filósofo.
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